Política-Ficción
Erase una vez.... hace mucho, mucho tiempo, había un bonito Reino. Era un país extraño, por muchos motivos, como veremos. Y ocurrió que un viejo profesor escribió un raro cuento, fruto de desvarios e imaginación trasnochada, que aquí ahora recuperamos. Decía así:
“En
esos antiguos años, la capital del bello Reino estaba gobernada por un Alcalde-Faraón,
que había realizado grandes, inmensas y monumentales obras, como todo Faraón se
merece. Una de ellas, por citar solo una, había consistido en enterrar-esconder
grandes caminos, vías apias de muchos carriles para que numerosos carros
pudieran correr sin ser vistos.
Deseó
también, esta vez sin éxito, enterrar la monumental deuda provocada que alcanzó
la descomunal cifra de siete mil millones de europas, moneda corriente al uso
por aquel entonces. Los habitantes de la Villa quedaron así endeudados por más
de medio siglo, ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos. Él solito había
conseguido atesorar una cuarta parte
del total endeudamiento de los más de ocho mil aldeas, villas y concejos del
Reino. Y eso desde un Gremio-Partido que había hecho de la austeridad su
bandera. Méritos no le faltaban.
Pero
hete aquí que allá por su segundo mandato como Edil Mayor se empezó a hablar de
la sucesión. Esto fue porque era probable que en un futuro cercano y como
agradecimiento a semejantes proezas, el Alcalde-Faraón fuera a ser llamado a
ocupar mayores responsabilidades en el gobierno del Reino. Nada tenía que
temer.
Había
en esa época, tantos años ha, dos posibles candidatos a esa sucesión. Uno era
el Vicealcalde Co, que tenía la mayoría de las papeletas para el cargo, ya que
solo un Vice había. El mérito del otro/a, algo diferente, radicaba en ser
mujer-esposa, encantada y encadenada al anterior mayor dignatario de la Nación.
Pero,
¡cosas de la vida!, ocurrió que el posible postulado Vice tuvo un desgraciado y
aparatoso accidente de moto (cacharro antiguo y posmoderno a la vez) que casi
le cuesta la vida. Aunque se recuperó felizmente no se volvió a hablar de su
candidatura a Alcalde-sucesor.
Consiguió
el Faraón cumplir sus deseos y dejó de ser Alcalde-Presidente por imperiosa
incompatibilidad. La magnífica esposa, con nombre cristalino que no
trasparente, ocupó el sillón de la Villa sin más problemas ni contratiempos.
Pero
la historia no acaba aquí. Trascurridos unos meses de estos hechos, se empezó a
hablar de nuevo de posibles sucesores. Cosas del sistema vigente: cada cuatro
años los súbditos votaban y cada dos comenzaban las cuitas y se enzarzaban en
curiosas peleas internas sucesorias.
En
este caso fue otra gran dama, de muy católico nombre, de la que se empezó a
rumorear públicamente como sucesora. Tenía en su haber nada menos que el haber
dirigido el mayor número de desalojos, desahucios, rompe-huesos y
rompe-manifestantes-multados por metro cuadro de toda la Historia del Reino.
Dicen que gritaba “Santiago y cierra España” cada vez que echaba una familia a
la calle y cerraba un piso, para entregárselo rauda a los bancos, sus legítimos
dueños (del Partido, se entiende). Estas hazañas le hicieron subir muchos puntos
en el escalafón de su gran familia.
Y,
por otra parte, la olímpica ilustre es-posa-alcaldesa no acertaba muy bien a
dar la clave, ni con el inglés ni con la pose, ni para hablar en público ni con
la oratoria, aunque fuera en castellano viejo.
No
obstante ocurrió que la nueva cierra-epaña!-cierra-pisos también sufrió un muy grave
accidente de motocicleta ¡Qué casualidad! Y también en este caso consiguió, a
duras penas, salir con vida, pero a la posible sucesora se le quitaron las
ganas de postularse más.
La
historia antigua está a punto de terminar. Solo que el antiguo Faraón (no nos
hemos olvidado de él) andaba enfrascado en varios problemas gubernamentales.
Dudaba si liarse y llevar a cabo la única promesa electoral de su gobierno que parecía
se atreverían a cumplir: hacer una Ley que diera más derechos a los no nacidos
que a los que ya lo están. Todos los compromisos del programa-bando electoral
del Partido no habían sido cumplidos. Parece que él dudaba, decíamos, en si
liarse la manta a la cabeza y hacer una Ley que no gustaría a casi nadie o, se
preguntaba “si no hemos cumplido nada de lo prometido ¿por qué cumplir esto?” O
si era mejor no liarla, retirarse y volver a su Alcaldía y Villa, que tanta
gloria y endeudamiento nos dio.
Vaya
por dios que con esas dudas andaba unas semanas atrás y, por andar mal, se nos
cae por las escaleras, pasos mal dados, y se nos rompe varias costillas.
De
volver a la Villa nada más se supo. De la Ley protectora-de-lo-que yo-diga sí
que se supo. Se aprobó el Proyecto a los pocos días de la caída, en magnífico y
solemne Consejo de Ministros del Reino.
Y
los de la Villa y Corte ahí se quedaron para siempre y como siempre celebrando
las fiestas, cada uno con su deuda embotellada y dios con la de todos.
Y
colorín colorado este cuento se nos acabó y, de momento, no más accidentes
dio”.
(talberich, 3 enero
2114. http://tomasalberich.blogspot.com.es/)
Muy acertado
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