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ISBN: 978-84-9085-649-9
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Sumario
Presentación. Prólogo de Tomás R. Villasante
[primera parte, la teoría]
INTRODUCCIÓN
Capítulo 1. LOS CONCEPTOS ¿QUÉ TEORÍAS
UTILIZAMOS?
[segunda parte, historia de movimientos sociales y ciudadanos]
2. LA TRANSICIÓN POLÍTICA
A LA DEMOCRACIA. LOS
ORÍGENES Y EL MOVIMIENTO CIUDADANO EN LAS DÉCADAS DE 1960-70.
3. LOS AÑOS OCHENTA Y LA CRISIS DE LOS
MOVIMIENTOS CIUDADANOS (segundo escenario)
4. LA NUEVA GENERACIÓN
DE MOVIMIENTOS ASOCIATIVOS DE LOS NOVENTA (tercer escenario)
5. AÑOS DOS MIL. MOVIMIENTOS ANTIGLOBALIZACIÓN,
ALTERMUNDISTAS Y FOROS SOCIALES (cuarto escenario)
[tercera parte, la sociedad indignada]
6. 2011 Y LOS AÑOS DIEZ. ANTECEDENTES INDIGNADOS: CAUSAS, ACIERTOS Y VIRTUDES DEL 15M.
7. 15M
VALLECAS: CICLOS DE PARTICIPACIÓN E INSTITUCIONALIZACIÓN DE LOS MOVIMIENTOS
SOCIALES (observación participante II). Ana García-Mendoza
8. EL 15M DE COLLADO VILLALBA Y LA ASAMBLEA COMARCAL
SIERRA DE MADRID (experiencias de observación participante III)
9. EL 15M DESPUÉS DEL 15M. BALANCES Y
CONSECUENCIAS
10. NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y REFLEXIONES
FINALES
Bibliografía
PRÓLOGO
LOS DESBORDES COMO CONSTANTES DE LOS MOVIMIENTOS
Tomás R. Villasante
La
primera impresión de este libro es un testimonio de vida al servicio de los
movimientos sociales madrileños, y a su reflexión crítica y auto-crítica. Por
eso agradezco la oportunidad que me dan para compartir en este prólogo los
debates que suscita su lectura. Este libro sistematiza décadas en las que hemos compartido muchas iniciativas y
reflexiones, y no perdemos el ánimo para seguir construyendo con los
movimientos sociales desde los nuevos retos. Tomás Alberich recoge en estas
páginas numerosas notas personales desde hace 30 años, debates y cursos que
hemos ido construyendo, y las reflexiones más actuales sobre el futuro de los
movimientos indignados. Sin duda es su obra más completa hasta la fecha, y por
eso mismo me siento agradecido por poder presentarla a los lectores.
Personalmente en los años 90 deje de escribir “sobre” los movimientos sociales
como tales, para centrarme en la tarea de construir metodologías “desde” la
implicación, o la participación desde abajo. Pero los caminos confluyen y esta
visión de conjunto nos reúne una vez más.
Partimos
desde aquel “triángulo invertido” por inestable (que se cita de los años 80),
que separaba al Estado y al Capital, pero que también separaba de ambos a las
iniciativas sociales, y a los movimientos. Ahora he llegado a un esquema más
complejo que sitúa una pirámide en lo alto, con la confluencia de lo que se
llama “financiarización” con sus apoyos en capitales y gobiernos, y por abajo
se ve cómo van creciendo los “manglares” de los nuevos movimientos emergentes.
Aun con la inestabilidad del “tercer sistema”, de los movimientos desde abajo,
se sigue haciendo el trabajo del topo, pero cada vez con más raíces, y a pesar
de los recortes y las talas del sistema. Son los indignados de todo el mundo,
no solo los de aquí. No son tan solo los movimientos visibles, pues solo a
veces estallan y salen en los medios de difusión, pero son movimientos
constantes en todo el mundo, aunque apenas se conozcan entre ellos mismos. En
sus renovadas características entra este libro, desde nuestra historia, y por
eso nos parece tan importante este debate.
También
desde los años 80 venimos hablando de los “conjuntos de acción”, y analizando
estrategias viables con esta herramienta. Son formas de caracterizar los entramados
complejos en que se mueven los llamados movimientos sociales, tanto los de
aquellos años como los actuales. Establecer estrategias con los movimientos es
tener en cuenta al menos cuatro variables: desde la clase social, desde la
posición declarada, desde la forma organizativa, y desde las relaciones
emotivas (confianzas, miedos) de vida cotidiana en cada situación concreta.
Estos ejercicios son instrumentos para los propios movimientos, no solo ni
tanto para clasificar donde se está, sino sobre todo para que se puedan
construir estrategias de transformación social. La historia de los movimientos
no es solo un valor de memoria, sino un aprendizaje para no volver a cometer de
nuevo los mismos errores que cometimos en la “primera transición”, por ejemplo.
En la página de CIMAS (www.redcimas.org) también se han venido recogiendo abundantes testimonios y análisis de
este tipo.
En
nuestro país la generación que ahora está entre los 30 y los 40 años es la más
numerosa, la más preparada, y parece que también la más activista. Según los
sondeos casi llegan a siete millones de personas las que dicen haber
participado directamente en las movilizaciones de los últimos años (en firmas,
manifestaciones, etc…). Sobre todo en los años 2012 y 2013, que se vienen
correspondiendo con lo que se han llamado las “mareas”, superando al propio
2011 (que sin embargo fue el inicio y el que tiene más fama como referente).
Pero aun cuando las movilizaciones hayan sido tan fuertes, y haya una gran
mayoría de simpatizantes (según las encuestas de aquellos años), “nada es para
siempre”. Eso lo hemos aprendido de la historia. Que la historia avance siempre
en la mejor dirección no nos parece que sea concluyente, pues con los datos de
la historia que se cuentan en este
libro, por ejemplo de la transición desde el franquismo, podemos concluir que
también ha habido retrocesos muy notables. Cada
generación tiene que hacer su propio camino, y los movimientos sociales
no se deberían descuidar de sus tareas, aunque lleguen los “nuestros” a ejercer
ciertos poderes.
Me ha
gustado que se recoja en el libro la expresión de una señora de Villalba sobre
los “hijos del 15M”. Por lo plurales que han ido naciendo estos hijos
(corrientes, caminos) parece más acertado
que hablar solo de dos almas dentro de los indignados. Y que se pueda querer a
los diversos hijos de este “clima” fundante, de este “analizador histórico”,
aun cuando puedan irse de madre, y tener errores. Es un “clima” abierto, como
sucedió después del “mayo del 68” .
No solo salieron nuevas experiencias de base, en grupos pequeños, cooperativas,
vuelta al campo, etc. También se reforzaron muchos movimientos de mujeres,
ecologistas, pacifistas, etc. E incluso hubo unas aventuras con partidos nuevos
o renovados. No hubo una gran revolución en un Estado en la Europa de entonces, pero
aprendimos a vivir de otra manera, hubo un cambio de enfoque que aún dura para
buena parte de una generación, que hoy ve como sus hijos siguen unos caminos
parecidos. Pero ya son más y mejores, y la crisis aprieta más y el capital se
ha de poner más duro para defender sus privilegios, aunque sea más descarado.
Son
ciclos de “onda larga”, de generaciones. No son batallas de corto alcance tan
solo. El libro apunta desde décadas de la historia y va para estrategias a
medio plazo. Sin duda todo lo hemos de hacer día a día, pero los frutos no son
tan a corto plazo, por eso la comprensión de lo que se dice en esta historia de
los movimientos es tan importante. Hay que levantar el foco de nuestra vista
más allá de lo inmediato, pero sin dejar de ver todas las piedras que hay en el
camino. ¿Una coordinadora de las Asambleas del 15M hubiera sido útil para que
continuasen las luchas? Es posible, pero también podría haber significado encorsetar
su frescura inicial como idea-fuerza fundante. Si se ponen a discutir sus
protagonistas sobre el papel de internet o de la forma de los delegados, no sé
si hubiera sido mejor o peor, o si unas personas u otras sacan a relucir sus
ansias de ser los verdaderos coordinadores. Lo que sí es cierto es que es un
debate que hemos de retomar nos guste a no. Con internet, con grupos motores de
iniciativas y con asambleas participativas.
Hoy se
habla en los movimientos de “contrapoderes” y de los “desbordes”, porque ya se
sabe que no hay un solo poder, y que no nos deben paralizar debates abstractos
entre los que se sienten revolucionarios y los que se sitúan como reformistas.
La transición nueva necesita de todas las fuerzas, más o menos articuladas
entre sí. Hay distintos poderes en construcción que se saben distintos entre
sí, y distintos de los poderes dominantes. Cada cual apunta a los que le
parecen más interesantes y se compromete con ellos, tanto a los de los grupos
de la vida cotidiana, auto-gestionados, como a las mareas más plurales, a los
poderes municipalistas o a las apuestas electorales del Estado. Y podemos estar
moviéndonos en varias estrategias a la vez, construyendo
poderes “en paralelo”. Esta expresión me gusta más porque para una buena
parte de la población aún resulta creíble que los gobiernos son la palanca del
cambio y que hay que actuar desde ahí, pero desde los movimientos de base hay
que recordar que es desde los poderes paralelos que construyen las iniciativas
sociales donde está la fuerza de los
posibles cambios.
Las historias de este libro documentan que
anteriores generaciones creyeron que con la llegada al gobierno de gentes que
se decían de izquierdas ya era bastante, y resultó que nada es para siempre.
Más bien que es fácil retornar a los vicios de los gobernantes que se creen por
encima de la gente. Solo en algunos de aquellos gobiernos locales que
permitieron que los movimientos siguieran haciendo su función paralela, sus
aportaciones desde abajo, se ha podido mantener una cierta llama de esperanza.
Pero han sido muy pocos hasta esta nueva apuesta del 24 de mayo de 2015. La
construcción ahora de poderes paralelos en los pueblos, en los barrios, en los
distritos, en consonancia con las nuevas responsabilidades de las grandes ciudades,
es la tarea que puede unificar las estrategias de los movimientos sociales. Que
se puedan auto-organizar y coordinar iniciativas de la gente y que se vean
respaldadas para ser eficientes ante los problemas colectivos.
Los “desbordes” desde abajo, desde los
movimientos, desde la vida cotidiana, son apuestas colectivas para solucionar
problemas concretos de la gente. Pueden ser soluciones radicales pero siempre
con la gente del común. No son grupos radicales ideologizados que actúan sin la
lógica de movimientos más amplios, sino “grupos motores” o dinamizadores que
escuchan lo que la gente dice y que construyen desde abajo propuestas viables.
En ese sentido desbordan y no esperan soluciones burocráticas, dinamizan y son
creativos, y solo piden a los gobiernos que les dejen hacer, que respalden la
enorme iniciativa que suele surgir desde la gente cuando se permite la
democracia participativa. La gestión de un “buen gobierno” debería ser dejarse
“desbordar” por su propia gente, sobre todo con aquellas iniciativas que
demuestren ser las que mejor resuelven los problemas. Estamos en un camino de
aprendizajes colectivos, y son los movimientos sociales los que siempre han
innovado los nuevos caminos que ha de tomar la sociedad. No solo desbordando a
los gobernantes más timoratos, sino también a las directivas de asociaciones o
sindicatos más conservadores.
Y no
solo desde la experimentación local, que sin duda es básica. Los movimientos
siempre tienen un horizonte instituyente que apunta a los problemas de fondo,
como ahora pueda ser la crisis europea que nos sigue golpeando, o la necesidad
de una nueva Constitución para que la soberanía no descanse solo en la
partidocracia actual. Tal como lo documenta este libro la democracia es algo
más que los juegos de los partidos, de las élites que se auto-refrendan con
los votos. La democracia ha de
construirse desde los movimientos sociales, desde las formas participativas
directas tanto como desde las delegadas, desde los referéndums, desde nuevas
asambleas participativas de barrio, desde mesas de iniciativas sectoriales con
los movimientos implicados, desde rendición de cuentas, desde la
auto-organización de la sociedad en suma. Y eso es un nuevo proceso
instituyente para cambiar la
Constitución de aquellas generaciones a las nuevas
generaciones precarizadas que estamos enfrentando la soberanía frente a la Europa de los capitales
especulativos.
CIMAS
(2015): Metodologías participativas.
Ed. Dextra. Madrid.
Tomás
R. Villasante (2014): Redes de vida
desbordantes. Ed. La
Catarata. Madrid.
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En
próximas entradas de este blog seguiremos publicando algunas partes
significativas del libro.
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