(Haciendo un post de urgencia en plan tuit)
El 8 de marzo de 2018 figurará destacadamente en la historia
de las más grandes movilizaciones en España y en la historia social mundial. Al
nivel del hito del 15 de febrero de 2003, cuando salieron a la calle millones de
personas para protestar contra la Guerra de invasión de Irak y, en España, la
del 22 de marzo de 2014, concentración en Madrid de las marchas de la dignidad,
por citar solo dos ejemplos puntuales de movilizaciones que permanecen en el
imaginario colectivo. La de mañana puede ser incluso superior.
Se nota en el ambiente. En cada país será diferente, de los
casi doscientos Estados en los que están convocadas huelgas y manifestaciones. El
éxito de una movilización concreta en un día concreto depende de sus precedentes,
cómo se ha preparado y cómo han transcurrido las acciones previas, de “calentamiento”,
independientemente de lo acertado de sus motivos, que no entramos ahora a valorar
aquí.
Tampoco estamos hablando de movimientos sociales sostenidos
en el tiempo, como fueron el 15M-movimientos de indignados o es el propio movimiento
feminista. Son aspectos relacionados pero diferentes: las movilizaciones concretas
marcan hitos, son “analizadores” históricos porque todo el mundo habla de ellas
y se posiciona y, por eso, sirven para analizar la realidad presente y pasada.
Estos hitos son parte esencial de la historia de los
movimientos sociales y conforman la construcción del imaginario colectivo sobre
ese movimiento, pero no son el movimiento social. Una gran movilización mal
gestionada en su acción y resultados puede ser muy negativa para la evolución
posterior del movimiento. En el caso de los movimientos alterglobalizadores (o
altermundialistas) la violencia introducida artificialmente en sus
manifestaciones (incluso por infiltrados de la policía) provocó desprestigio y
marginación posterior. En parte también ocurrió lo mismo en las marchas de
indignados que tuvieron éxito efímero el 22 de marzo de 2014.
En el caso español, como ya pasó en las dos citadas antes, el
ambiente se nota, los actos previos han sido múltiples, exitosos y pacíficos.
Todos los medios de comunicación, partidos políticos y resto de movimientos
sociales se han visto obligados a posicionarse sobre la huelga y las
movilizaciones. Y hay que hacer notar que las organizaciones que se han posicionado
en contra lo han hecho con todo tipo de argumentaciones peregrinas, insolventes
y, lo que es especialmente más sobresaliente, con contradicciones públicas
entre sus miembros. Cuando se dicen tonterías es lo que pasa, que no todas tus
ovejas te van a seguir. Tanto el Partido Popular como Ciudadanos han dado
mensajes contradictorios. Y más la Iglesia Católica, con obispos diciendo que
la virgen María participaría en la huelga y otros diciendo que esto es cosa del
demonio.
Además, el éxito se nota ya porque estamos en una nueva ola
de crecimiento movimientista en España. Las movilizaciones de pensionistas y jubilados
son un éxito paralelo y creciente. La conexión con el movimiento feminista
internacional y el acierto de sus acciones en las redes, a todos los niveles,
también.
Dentro de un año, de cinco o de diez, comentaremos: yo estuve
allí. Participé el 8 de marzo de 2018, como uno/a más entre millones.
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