26 de junio de 2023

Movilizaciones y movimientos sociales en España. Mapa de escenarios pos15M, irrupción de la pandemia y guerra en Europa (2016-2023) 3ª parte

Tomás Alberich y Teresa Amezcua. Artículo completo publicado en la revista Sistema (nº 267, 2023).  

Discusión

    1. Campañas en Internet. Paisajes antes y después de una pandemia: movimientos sociales, activismo de sofá y clictivismo

Como señalaban Candón y Redondo, las RRSS e internet conforman “espacios de debate, confrontación de ideas y opiniones e interpretación de una realidad percibida como injusta”1 con capacidad de trasladar la indignación individual y compartirla para progresivamente generar un clima de opinión favorable a la movilización. Por su parte, Casas, Davesa y Congosto indican que los movimientos sociales en las últimas dos décadas “han basado su estrategia en coordinar las acciones en el espacio público con la movilización en la red”2 dando lugar a lo que Fernández-Planells et al. denominan “acciones conectivas”3. A este respecto, los movimientos sociales han sabido conjugar las oportunidades que internet y las redes sociales ofrecen como soporte de movilizaciones y medio de apoyo con gran potencial de alcance.

Sin embargo, en este apartado nos referiremos a un fenómeno paralelo de activación social pero que no responde a las características identificativas de los movimientos sociales: las campañas en Internet. Nos referimos en primer lugar a la creación de entidades que dan soporte logístico para la recogida de firmas y organización de campañas, a partir de iniciativas particulares de muy diverso signo, tanto que pueden ser contradictorias entre sí.


La finalidad de estas nuevas entidades es fomentar la participación social, facilitar el contacto entre personas, colectivos y redes sociales, preocupados por diversas causas. Dos de las organizaciones más conocidas en este ámbito serían Change.org y Avaaz.org. Algunas de estas entidades se han creado como empresas con ánimo de lucro. Lo podemos considerar como nuevas formas de mínima movilización, participación en la base de la pirámide social que se han multiplicado exponencialmente a partir de los confinamientos derivados de la pandemia Covid-19.

La dificultad para convocar actos de protesta presenciales (manifestaciones, concentraciones, etc.) y el miedo a los contagios en los pocos que se convocaron durante 2020 y 2021, ha provocado un descenso radical en el número de convocatorias y en la asistencia a las movilizaciones convocadas. Los movimientos sociales se adaptaron con dificultad a la nueva situación, saltando con frecuencia a las acciones solo simbólicas, con poca gente, pero llamativas, sólo en algunos casos de forma exitosa. Pero el clictivismo -cliquear apoyando campañas de firmas o darle al like- y la acción solo internauta no puede ser la alternativa para los MMSS, sería una vía de escape, solo es complementaria a otras acciones directas.

En el siglo actual existen en las organizaciones y movimientos sociales menos personas dispuestas a un compromiso firme, generoso y, sobre todo, permanente en el tiempo, en el largo plazo. Se opta por modelos de activismo rápido que no requieran mucho sacrificio ni compromiso, que se puedan resolver pronto o al menos ver algún resultado. La participación puntual y el voluntariado, que desea ver resultados concretos cortos en el tiempo y en el espacio, crece desde los años noventa y se ha ido multiplicado en la última década. Cada día se apoyan innumerables campañas y se firman miles de manifiestos, pero hay menos militantes en las organizaciones, de hecho, ya no se utiliza la palabra “militante” y su sucesora “activista social” también está en declive.

No hay espacio aquí para analizar el desarrollo histórico de las acciones y campañas por internet, que han impulsado reivindicaciones y conseguido muchos éxitos, sobre todo cuando se realiza una campaña con un objetivo muy concreto, viable y visible (como el citado “Soy mayor no idiota”). El activismo internauta tiene la ventaja de la inmediatez: veo una injustica concreta y me adhiero. O yo mismo lanzo una recogida de firmas desde alguna de las plataformas existentes, gratuitamente, aunque, como decíamos, una parte de estas plataformas sean creadas por empresas con ánimo de lucro (captan información). Facilitan la iniciativa individual y desde luego la participación de quien seguramente no podría participar de otra manera, por distintos motivos: falta de tiempo, por limitaciones derivadas de la edad, discapacidad o diversidad funcional, enfermedad, etc.

Es más cómoda la firma y el reenvío de mensajes que ir a reuniones a discutir proyectos y a organizar actividades, campañas, movilizaciones. Pero las reuniones son imprescindibles para la realización de la acción colectiva. La tentación individualista se acrecienta con la participación a distancia. El clictivismo es un acto aparente de participación en una acción colectiva, pero es individualista, huye del debate, de la discusión y de la confrontación colectiva, que tantas horas consume en asociaciones y movimientos sociales y también en cualquier organización social, política o institución. Consume mucho tiempo, pero es esencial para construir algo nuevo, la creación colectiva. Salvo que se piense que la sociedad se puede cambiar desde la comodidad de nuestra casa. También sirve para limpiar la conciencia, qué solidario soy que no paro de participar en campañas sociales. El clictivismo además no suele ser democrático: una persona ha lanzado una campaña y las demás se limitan a apoyarla o a seguirla. La excepción son las campañas organizadas colectivamente por grandes entidades sociales reconocidas, plataformas de asociaciones vecinales o federaciones, etc. que han utilizado estos sistemas para realizar o apoyar sus campañas y movilizaciones (como Amnistía Internacional o Greenpeace).

Por otra parte, en las reuniones a distancia, no presenciales, se segmentan y se fraccionan los niveles de participación: algunas personas participan más -por no tener que desplazarse y que les gusta más la teleparticipación, mientras que otras participan menos y cuando participan lo hacen en menor nivel: a las videoconferencias no asisten y si lo hacen no intervienen, la relación con la asociación les servirá de menos, no tendrán el apoyo psicológico-social fundamental del contacto directo, que aporta confianza y ayuda mutua. En conclusión, se acrecientan las diferencias por edad, por nivel cultural y de alfabetización digital.

Es evidente que España no es un país del modelo anglosajón de speakers’corner, de acción colectiva individual, sino de acción colectiva en todo el sentido de la palabra [...] la protesta es convencional en el sentido de que en una democracia en donde, por ejemplo, en el año 2014 se celebran –según cifras oficiales- más de 45.000 protestas, a mí eso me parece convencional.”4

Estas aún recientes reflexiones de Ramón Adell podemos ponerlas en discusión en 2023. En España se siguen celebrando multitud de manifestaciones, pequeñas y, algunas, grandes. Pero el giro individualista en la participación es evidente. La pandemia y las redes virtuales han acrecentado esa participación “colectiva-individual” al estilo del speakers’corner londinense, en que una persona se pone por encima de la tierra (requisito, aunque sea encima de una caja de frutas) y suelta su discurso. Piensa que así cambiará algo, un granito de arena en el cambio social. Después del discurso y, en algunos casos, acalorado debate, recoge y se va con la conciencia tranquila a su casa. Hoy ese mitin se expresa en Twitter, WhatsApp, Facebook.... anónimos internautas le replicarán, aplaudirán o insultarán, pero habrá contribuido, en algunos casos a mejorar algo, cambiar alguna cosa (positiva o negativa) y, en casi todos, cerrará su portátil o smartphone con la conciencia más tranquila.

    1. El cambio político. Bipartidismo, Podemos y el nuevo desencanto

La evolución de la estructura político electoral no es objeto sustancial del presente análisis, pero es evidente que influye y enmarca la EOP en la que se desarrollan los movimientos sociales, por lo que le dedicaremos algunas líneas para completar el mapa social español de la última década, avanzada en el gráfico 1. Decimos “estructura político electoral” para referirnos principalmente a la referida a los partidos políticos y distinguirla de lo que habitualmente se denomina “mundo político”.

Erróneamente cuando se habla de “política” no se suele incluir o pensar en la política realizada por los MMSS y cuando se indica “política institucional” se suele incluir solo a la realizada desde las administraciones públicas. Pero, como indica Carlos Sánchez-Casas5, los sindicatos y otras organizaciones (podemos incluir a las ONG singulares) forman parte del entramado institucional del sistema político, aunque se puedan considerar instituciones de borde, que están en los bordes del sistema.

Con el 15M la sociedad española “volvió a plantearse, treinta y seis años después, la ‘cuestión democrática’. Desde una perspectiva instituyente. Un planteamiento que inundó el espacio público, sorprendiendo y envejeciendo a los actores políticos tradicionales fundamentalmente a los partidos y a los sindicatos mayoritarios” (Rodríguez Victoriano, 2020)6. El 15M mostró las insuficiencias de la democracia representativa y “mostraron que su reinvención es el camino más adecuado para trabajar en la solución, a saber, la democratización de la democracia” (ídem).

Como comentábamos en la introducción, en 2014 una parte del activismo 15M da el salto a la política electoral, sumando en el proceso a otros grupos e incluso algún partido, como Izquierda Anticapitalista. El movimiento de creación de Podemos fue muy ilusionante para activistas que ya estaban cansados de tanta asamblea y debate sin apenas ver resultados, al menos en el corto plazo. Las nuevas formas y protagonistas de la acción colectiva demandaban inmediatez. Pero “El desencanto indignado de 2011 ha ido transformándose en una indignación desencantada”. José Manuel Rodríguez analiza con detenimiento el nuevo desencanto social, la deriva de Podemos como partido. El primer proceso de “desencanto” fue el que se produjo con el nuevo régimen democrático, ya en los años aún considerados como parte de la transición (1977/80). Cuando aún se estaba en la “transición a la democracia” una parte de la sociedad ya se desencantó de lo que se establecía como nuevo sistema institucional. Rodríguez resume en pocas líneas lo sucedido con la nueva ilusión desencadenada con el partido Podemos en los años 2014/18:

Los dirigentes de la nueva izquierda -los ‘amados líderes’ de 2014- se han empeñado a lo largo de estos últimos cuatro años en ponerlo más difícil todavía. Su incapacidad para practicar internamente la democracia que predican externamente; su enorme dificultad para tratar con las grandes y pequeñas diferencias; su autoritaria (y neoliberal) compulsión hacia la expulsión de lo distinto han ido acentuándose a lo largo de los últimos cuatro años y ha contribuido a cerrar las pequeñas ventanas de oportunidad política que abrió el 15M”7.

Junto a estos factores, sobre todo de índole interna, la teoría populista (Laclau, Mouffe, etc.) había mostrado sus insuficiencias en su aplicación en un país del sur, pero del sur europeo al fin y al cabo, tan diferente al contexto latinoamericano. Además, no se habían previsto las desmesuradas reacciones del sistema económico, político e incluso del aparato político-policial al servicio fraudulento de las derechas. Dado el ascenso fulgurante de Podemos, la derecha económica mostró su preocupación, veía peligrar el status quo, por lo que desde el ámbito político neoliberal se promovió desde 2014 su alter ego, un trasunto de Podemos, materializado en un partido catalán -pero españolista, Ciudadanos, al que se le indujo al salto a la política estatal, con excelentes resultados en los primeros años, al igual que su homólogo Podemos. Pero su deriva en querer imitar y ocupar el espacio de la derecha tradicional, pensando que podía dar el sorpasso al Partido Popular le hizo imitar tanto a este que se olvidó de su origen liberal.

Además, hubo al menos otros dos factores. La política internacional y nacional caminaba por otros derroteros: no por propiciar políticas centristas y consensuadoras, donde en principio tenía su caladero de votos C’s, si no por potenciar la crispación política. Y, en segundo lugar, desde 2016 el procés catalán sumaba adeptos y movilizaciones a favor de la independencia, en un movimiento social y político masivo, de gran envergadura, pero que también propició el aumento de la crispación y de la polarización política. En esto, como en los otros aspectos, Ciudadanos no buscó el centrismo: se posicionó con las derechas españolistas más conservadoras.

Paralelamente y en este contexto, la ultraderecha avanzaba paso a paso. Fueron suficientes algunos apoyos mediáticos e internacionales para que, lo que en origen era una pequeña escisión por la derecha del PP, se convirtiera en apenas tres años en la tercera fuerza política estatal. Vox se llevó buena parte del voto de Ciudadanos. C’s había girado tanto a la derecha en sus políticas neoliberales, anticatalanas y antitransformadoras que el electorado pensó que mejor votar al original que no a una fotocopia. Y, una parte, acrecentada por el discurso internacional de “mano dura” de Trump, Bolsonaro, Putin... saltó a la derecha franquista sin complejos.

A nivel internacional, a los movimientos progresistas y de lo políticamente correcto y a la nueva sensibilidad por lo social se pasa a tratarla con desprecio. Es llamativo que la denominación “woke” ha pasado a ser despectiva. “La palabra llamada a definir la nueva era de sensibilidad social que vivimos ha derivado en insulto, igual que ‘progre’ en su día.”8

El círculo se ha cerrado. A ciclos de movimientos sociales progresistas y moderadamente radicales le suceden la reacción del sistema en contraciclos conservadores. El ascenso de las conquistas sindicales y del Estado de Bienestar de la posguerra (2ª GM) continuó con los movimientos sociales internacionales de la década de 1960, con mayo del 1968 y sus secuelas pacifistas, verdes y feministas en ascenso en la década de 1970, pero a todo este ciclo le sucedió la reacción: las políticas neoliberales homónimamente radicales y las reacciones del ciclo Thatcher-Reagan. Dijeron que había “demasiada democracia” y exceso de Estado social y de poder de sindicatos y MMSS, según sus palabras. La economía neoliberal y globalizadora se impone y el Estado anoréxico se encoje desde la década de 1980 hasta que estalla la crisis de 2007. En 2011 los movimientos de indignados reivindicaban más y mejor democracia y, de nuevo, exigían más libertad, más democracia directa, más libertad para las minorías, para las mujeres, más libertad para la diversidad sexual y más Estado protector.

Estos movimientos sociales se consideraron un peligro para los poderes establecidos. La reacción fue su evidente apuesta por movimientos reaccionarios, ultracristianos y ultraderechistas. En el caso español el primer invento, Ciudadanos, resultó baldío en pocos años. Su nueva apuesta ha sido Vox. Aun así, desde 2020 el bipartidismo recupera posiciones, paso a paso, aunque no es ni seguramente será ya nunca el bipartidismo reinante anterior a 2014. Ahora tenemos el neobipartidismo de dos bloques políticos enfrentados (derechas centralistas frente a izquierdas + nacionalistas de las periferias). Paralelamente la invasión de Ucrania y la vuelta a dos bloques enfrentados en guerra, acrecienta la crispación internacional, aumenta el miedo al futuro, la futorofobia.

  1. Conclusiones

Las desigualdades socioeconómicas y las diferencias de clase no han sido el factor aparente causante, no es el factor visible para el estallido de las protestas en el siglo actual, pero están en el sustrato de las mismas. No se puede obviar el malestar social derivado del incremento de las desigualdades9. Desde sus características hasta como se manifiestan a partir de la crisis sistémica (2007) los nuevos paradigmas de los movimientos sociales contemporáneos se agudizan en la segunda década del siglo. Los principales valores, principios, la misión y visión de los nuevos movimientos sociales del presente siglo quedan reflejados en el análisis de Verónica Díaz 10 que ampliamos con las últimas tendencias (cuadro 3).

A partir de lo analizado en los seis bloques de movimientos (marea pensionista, feminista, medio ambiente, obrero y contra las plataformas virtuales, acciones de solidaridad y marea blanca) y en los paisajes pospandémicos podemos avanzar algunos cambios en los nuevos paradigmas para la tercera década del siglo XXI. La agudización de algunas tendencias, nueva vuelta de tuerca de sus características que vemos en la última columna del cuadro adjunto, en relación a cinco dimensiones de la acción social: identidad colectiva, cambio social, espacialidad, temporalidad y estructura.

Frente a la tradicional construcción de identidades colectivas de los MMSS basadas en parámetros socioeconómicos y político-ideológicos, las identidades colectivas de los MMSS actuales se basan en variables ético-existenciales (ética global). Sin embargo, el paradigma de la acción social pos15M se enfrenta al afianzamiento de una nueva ética individualista más en la línea de la antroposofía de Rudolf Steiner que al individualismo ético de Amartya Sen, que completa la capacidad de autonomía de los individuos con la responsabilidad individual en la práctica activa contra la injusticia social. Por otra parte, la construcción de identidad colectiva se ve afectada por la exposición pública permanente de la vida personal y colectiva en las redes sociales. Las RRSS permiten compartir la indignación individual ante las injusticias, pero tienen escasa capacidad de construcción de identificación colectiva nueva más allá de la existencia de unos intereses comunes.

Las RRSS facilitan la fragmentación social, la crispación y la división interna en los MMSS, que siempre ha existido, pero ahora viaja a más velocidad. Los problemas son globales lo que “facilita” que se busquen alternativas unitarias pero, como hemos visto en los seis bloques de MMSS recientes, incluso en las reivindicaciones más unitarias es fácil la instalación de dos o más corrientes o fracciones enfrentadas en cada movimiento: 1, en las mareas de pensionistas y jubilados la división entre las posiciones más radicales que, por ejemplo, rechazan el Pacto de Toledo, frente a las reformistas (sindicatos, partidos de izquierda...); 2, en los movimientos feministas, abolicionistas de la prostitución y contra la autoasignación de género, frente a regular la prostitución y libertad trans; 3, en el medio ambiente, contra la crisis climática igualmente todos, pero divididos de nuevo entre posiciones más anticapitalistas/anticonsumistas (decrecimiento sí) y posiciones más reformistas (capitalismo verde); 4, en la acción de las clases trabajadoras, entre nuevos sindicatos de empresa/sector/corporativos que demandan más acción directa y los sindicatos mayoritarios; 5/6 en las mareas blancas y en las acciones de solidaridad estarían más dispersas las divisiones, menos visibles y a su vez hay más fragmentación, pero también más acción local directa, concreta y unitaria.

En cuanto al cambio social como objetivo último de los MMSS, el antiguo paradigma de la acción colectiva preconizaba la trasformación de la situación del individuo a través de la trasformación de la estructura social y la erradicación de las desigualdades socioeconómicas. El nuevo paradigma sin embargo invierte los factores, basado en el cambio de lo personal, es necesario cambiar las formas de ser y pensar de las personas para a continuación modificar las condiciones de vida colectiva. El cambio personal es parte de la acción colectiva y se retransmite en directo a través de las RRSS.

La transparencia aparenta la totalidad, pero somos los individuos los transparentes, nuestra vida se expone en las redes de forma constante, pero son solo las grandes corporaciones las que tienen todos los big data (y quien esté dispuesto a pagar para comprarlos, sea empresa, institución o agencia ilegal). Son estas empresas las que saben más de cada uno de nosotros que nosotros mismos: al menos, claramente, tienen más datos de cada ser humano que los que el afectado pueda recordar sobre sí mismo.

La transparencia que se reivindica sobre las administraciones públicas y el control sobre el gasto público, ha derivado en una sociedad con apariencia de transparente dentro de una maraña de redes en las que estamos enredados y en la que solo algunos saben moverse. Mientras, las grandes instituciones y corporaciones son tan complejas que (casi) nadie sabe quién tiene el poder, quién está al mando.

Las crecientes desigualdades socioeconómicas recuperan peso en las identidades colectivas, pero de forma un tanto invisible: están ahí, en todas partes, pero no se puede o no se sabe cómo combatirlas, como revertirlas.

En cuanto a la espacialidad, el tránsito de los nuevos movimientos sociales de un epicentro local hacia la globalización, se ha abierto a un nuevo paradigma de la glocalidad en el que la globalidad convive con nuevos nacionalismos radicales y localismos. También la temporalidad de las acciones se agiliza en busca de una efectividad a muy corto plazo, de la inmediatez como evidencia la proliferación del clictivismo.

Finalmente, la estructura de la acción colectiva también se transforma. Los nuevos movimientos sociales lograron traspasar la lógica estructural institucional piramidal de las tradicionales acciones colectivas (de partidos y sindicatos) a lógicas horizontales construidas a partir de redes vinculadas y flexibles. No obstante, esta lógica organizativa (más en línea con la democracia participativa y deliberativa) se ha conciliado con lo que denominamos flexibilidad total en el sentido de la convivencia de una horizontalidad real (asamblearismo) pero también aparente, con la existencia de liderazgos plenipotenciarios, chamanismos youtuber, gurús instagramer y otros paladines digitales potenciadores de un clictivismo creador de espejismos de la participación colectiva.

1
José Candón Mena y Diana Redondo "Redes digitales y su papel en la movilización.", en Marta Cruells y Pedro Ibarra (Eds.) La democracia del futuro: Del 15M a la emergencia de una sociedad civil viva, Madrid: Icaria, 2013, págs. 103-129.

2 Andreu Casas, Ferrán Davesa y Mariluz Congosto, Mariluz (2016). “La cobertura mediática de una acción “conectiva”: la interacción entre el movimiento 15-M y los medios de comunicación”. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 2016,155, págs. 73-96.

(http://dx.doi.org/10.5477/cis/reis.155.73)

3 Ariadna Fernández-Planells, Carles Feixa y Mónica Figueroas- Maz, Mònica “15-M en España: diferencias y similitudes en las prácticas comunicativas con los movimientos previos”. Última Década, 21(39), 2013, págs. 115-138.

4 Ramón Adell, “El campo de estudio de los movimientos sociales en España desde una perspectiva longitudinal”, en Rubén Díez García y Gomer Betancor Nuez (eds.) Movimientos sociales, acción colectiva y cambio social en perspectiva, Fundación Betiko, Abadiño-Bizkaia, 2019, pág. 209.


5 Carlos Sánchez-Casas, Formación socio-territorial y participación. Punto Rojo Libros, Sevilla, 2019.

6 Jose Manuel Rodríguez Victoriano, “Del desencanto programado de la ‘transacción’ posfranquista a la indignación desencantada tras el 15M”, en Ignacio Duque y Cristóbal Gómez Benito (editores), En torno a Alfonso Ortí: la sociología crítica como sociohistoria. UNED, Madrid, 2020, págs. 106-107.

7 José Manuel Rodríguez Victoriano, op. cit, 2020, pág. 107

8 Tom C. Avendaño: “Ahora el enemigo es ‘woke’: cómo la concienciación social se convirtió en objeto de burla”, El País, 14 de julio de 2022. Recuperado de: https://elpais.com/icon/2022-07-14/ahora-el-enemigo-es-woke-como-la-concienciacion-social-se-convirtio-en-objeto-de-burla.html


9 José Félix Tezanos, La sociedad dividida. Estructuras de clases y desigualdades en las sociedades tecnológicas. Biblioteca Nueva (Siglo XXI). Madrid, 2013.

10 Verónica Díaz Moreno, “Los movimientos sociales”, cap. 16, en J.A. Díaz Martínez y R.M. Rodríguez (editores), Introducción a la Sociología, UNED, Madrid, 2018 pág. 442.

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