El
imparable aumento de las desigualdades
Cuando
en vez de ingresos (anuales) hablamos de riqueza, la distribución es
más desigual, pues ésta se encuentra más concentrada1.
A nivel mundial, el 10% de los hogares más ricos poseen el 50% de la
riqueza total, mientras que el 60% de los más pobres es el 13%. Si
nos fijamos en el 40% de los hogares con menos ingresos comprobamos
que disponen de tan sólo el 3% de la riqueza. España, por su parte,
no queda lejos de la media. El decil de hogares más ricos acumula un
43% de la riqueza, frente a sólo el 20% para el 60% de los hogares
con menos ingresos. [Y sabemos que todos estos datos han ido a peor
en 2016/17]. Los altos niveles de concentración de la riqueza en el
polo superior de la pirámide de población afectan negativamente al
crecimiento económico y pueden ser objeto de grandes controversias,
pero, además, cuando hablamos de los más pobres ya no nos estamos
refiriendo a un pequeño porcentaje de la población, hablamos del
40% que no se está beneficiando de las ventajas del tan aclamado
desarrollo. Estas desigualdades debilitan la cohesión de un tejido
social cada vez más desgastado y provocan una profunda desconfianza
en unas instituciones que no parecen tener voluntad de atajar el
problema.
Como
indica Krugman2
con las reglas de mercado actuales, es un proceso natural
“que
las herencias se conviertan en la mayor fuente de riqueza”.
Igualmente también podemos considerar un proceso natural el que, una
vez que existe libertad de mercado sin restricciones y competencia a
nivel mundial, las diferencias salariales no paren de aumentar. Si,
por ejemplo, las grandes corporaciones empresariales compiten a nivel
mundial, también lo harán globalmente en la contratación de
directivos y ejecutivos. Como ha ocurrido con los
futbolistas-estrella, esto supone que los salarios más altos
seguirán creciendo, hasta llegar a niveles insultantes que, al año
siguiente, volverán a crecer. Y los salarios más bajos, los que
afectan a cientos de millones de trabajadores, competirán siempre a
la baja, si a las empresas les resulta fácil deslocalizarse y
mudarse a los países en que más barata sea la mano
de obra.
Llegamos
a la conclusión de que no es que la crisis haya favorecido el
aumento de la desigualdad, es que el proceso ha comenzado más bien
al revés: la globalización neoliberal ha provocado un aumento
exponencial de las desigualdades durante más de dos décadas y es
este incremento uno de los factores por los que ha estallado la
reciente crisis (que, a su vez, sigue favoreciendo un nuevo
incremento de la desigualdad). Como indica el economista Emilio
Ontiveros “El endeudamiento ha sido la vía elegida para compensar
la menor generación de rentas por los menos ricos para elevar sus
estándares de vida”3.
El estudio de Rajan4,
economista jefe del FMI, concluye que “Por cínico que pueda
parecer, el crédito fácil ha sido utilizado a lo largo de la
historia como un paliativo por aquellos gobiernos incapaces de
atender directamente las más profundas ansiedades de la clase
media”.
¿Por
qué España es el país en que más ha aumentado la desigualdad con
la crisis, pasando de estar en posiciones intermedias a ser el más
desigualitario? Profundizar en esta cuestión excedería de los
límites de este artículo. Solo resaltar: 1. Un modelo económico
débil, basado excesivamente en los servicios y el turismo y, desde
los años noventa, teniendo a la especulación inmobiliaria como
factor-motor. Este modelo supone que cuando
Europa estornuda España coge la gripe.2.
Si
las clases medias europeas ven reducidos sus ingresos (por la crisis
internacional) lo primero en que reducen gastos es en los más
prescindibles: turismo, comprar casa en la playa, etc. El consumo
baja, los despidos se cuentan por millones. La desigualdad aumenta en
primer lugar porque cuatro millones de españoles pierden su empleo
(de 2008 a 2013), llegando a casi seis millones de parados en 2013. A
partir de este año el paro registrado disminuye, pero principalmente
por el reparto de empleo, creación de subempleo e incremento del
precariado. 3. La desigualdad también aumenta porque las políticas
sociales y fiscales redistributivas han sido escasas, o al menos
insuficientes, especialmente desde finales de los años 90 hasta
2014. En los años de mayor crecimiento no disminuye la desigualdad.
Incluso se redujeron o eliminaron impuestos, sobre el patrimonio,
las herencias, etc., paralelamente al aumento exponencial de las
obras públicas faraónicas y la corrupción.
Desigualdad
mundial
Si
hablamos de riqueza acumulada los datos son aún más escandalosos.
Según el informe de Oxfam5
de 2015, el 1% de los más ricos posee más de la mitad de la
riqueza, repartiéndose el menos de la mitad sobrante entre el 99% de
la población. Esta desigualdad desorbitada ha aumentado en los
últimos años. Entre los más ricos su riqueza no ha dejado de
aumentar. Aunque los cálculos de las mayores fortunas son muy
complicados de contrastar, los datos que aporta Oxfam (Forbes es una
de sus fuentes) son que si en 2010 las 388 personas más ricas
poseían la misma riqueza que los 3.600 millones de personas más
pobres, en 2015 son 62 las personas que acaparan el mismo volumen de
riqueza. En estos cinco años la riqueza de estos 62 individuos ha
crecido un 44% (medio billón de dólares). Sin embargo, la mitad más
pobre sufrió una disminución de su riqueza del 41% (un billón de
dólares). Esto se debe principalmente a la disminución del ingreso
real de los salarios en la escala inferior de ingresos. Así, los
ingresos medios anuales del decil inferior de la población, sólo se
han incrementado en apenas tres dólares en los últimos 25 años.
Por
otro lado, las consecuencias de la desigualdad van más allá de lo
meramente económico. El estudio de
Wilkinson
y Pickett6,
basado en la comparación de más de 150 artículos científicos,
revela que los países con mayores desigualdades económicas tienen
mayores problemas sociales y de salud. Lo determinante en los países
desarrollados no es el nivel de renta, sino la desigualdad económica
entre sus ciudadanos, de forma que ésta provoca o induce mayores
índices de enfermedades mentales, drogadicción, embarazos juveniles
no deseados, fracaso escolar, violencia, etc. y menores niveles en
salud física y esperanza de vida. Lo que importa no es tanto la
mayor o menor cantidad de bienes de que se disponga, sino cuál es
nuestra posición relativa en la sociedad y si las distintas
posiciones se distancian mucho o poco entre sí. “La desigualdad
forma parte de las complejas estructuras sociales y la explicación
de sus consecuencias pasa por demostrar cómo afectan estas
estructuras sociales a las personas”7.
El
que países con gran desarrollo económico, medido en el PIB, tengan
peores resultados en cuanto a problemas sociales y de salud que otros
países con menor renta per cápita o nivel de riqueza, pero con
mayor índice de igualdad social, supone para los autores una prueba
de que la desigualdad estructural subyacente de esas sociedades es al
mismo tiempo causa y efecto del fracaso social en el bienestar, ya
que problemas económicos y sociales se retroalimentan mutuamente
produciendo desigualdad.
5. Sociedad
de clases medias, dual y de los tres tercios.
La
exclusión social, como proceso multidimensional y dinámico, sitúa
a personas y grupos en un limbo que no permite sean considerados como
miembros de pleno derecho de la sociedad. La exclusión implica algo
más que pobreza y desigualdad, pues determina otros aspectos que no
se pueden medir únicamente de forma cuantitativa, tales como las
formas y modos de pertenencia a una sociedad, reflejando las
situaciones de desigualdad que se dan en las sociedades
contemporáneas 8.
Aunque
al concepto de pobreza se le atribuyen generalmente connotaciones de
tipo económico, no hay que olvidar la categorización social que
lleva aparejada, pues no sólo se refiere a la percepción de unos
ingresos por debajo de una cantidad determinada, sino a los medios de
que dispone una persona para lograr la satisfacción de sus
necesidades, realizar su desarrollo vital y una participación social
de acuerdo con unos estándares mínimos.
El
sistema económico por el que nos regimos ha ido restringiendo en las
últimas décadas el objetivo redistributivo del Estado de Bienestar,
de forma que, al llegar a una situación de crisis económica como la
actual, los mecanismos de exclusión se han diversificado, yendo más
allá de la lógica de clases imperante hasta ahora, surgiendo nuevos
modelos de estratificación social. Esto da lugar a una dualidad
social que impide a una parte de la población el acceso a los
recursos y oportunidades que la sociedad ofrece a la ciudadanía
integrada, creando así “infraclases” o bloque de excluidos.
Utilizaremos el término de “bloque” para referirnos a una
agrupación o conjunto de varias clases sociales con rasgos comunes.
Los
excluidos ya no son solo aquellos grupos tradicionalmente al margen
de los circuitos de participación, sino que pueden llegar a serlo
por situaciones coyunturales que los alejen de los cauces de
integración social: paro estructural y empleo precario, economía
sumergida, accidentes incapacitantes, migraciones, enfermedades,
familias monoparentales, etc.
En
la lucha contra la exclusión social el mecanismo de inserción más
efectivo es el empleo, ya que la renta obtenida a través de él es
el determinante básico de las oportunidades de consumo de los
individuos y su distribución puede ser modificada mediante impuestos
y transferencias, que son los instrumentos principales de
redistribución de la política económica de los gobiernos. Pero el
empleo no es importante solo por la significación retributiva de
ingresos, sino también por su potencial capacidad integradora dentro
de la estructura social. Y el tipo de empleo es determinante, más
desde el comienzo de la Gran Crisis o Gran Recesión (2007 en USA,
2008 en España), que ha favorecido el nuevo fenómeno de
“trabajadores pobres”, precarios que son excluidos de las ayudas
sociales por trabajar unas horas al mes, unos días al año, o en
empleo sumergido, semi-sumergido, etc. al que, en conjunto,
denominamos “precariado” (palabra que significa proletariado en
situación precaria o precarizado). El precariado forma parte de un
conjunto más amplio, el de la población excluida o, más
exactamente, el bloque que consideramos como conjunto
de población vulnerable que está por debajo del umbral de la
pobreza,
en el que se suma el precariado y las denominadas “infraclases”
de excluidos, donde hay que incluir también a la población jubilada
o prejubilada con pensiones bajas (menos del SMI), la población con
discapacidad o rasgos de diversidad funcional invalidante para el
mercado y/o expulsada sin retorno del mundo laboral o que nunca se ha
llegado a incorporar a él y las personas inempleables, marginadas de
diferente signo (lo que Marx denominaba lumpen proletariado).
De
la sociedad dual a la de los tres tercios
La
teoría económica de la sociedad de los tres tercios establece que
la sociedad se divide en tres estratos principales9.
Un primer tercio formado por la clase dominante, cuya representación
cuantitativa es minoritaria. Son los más beneficiados del sistema,
logrando puestos de trabajo con alta remuneración, gracias
generalmente a su riqueza o a la alta cualificación. Un segundo
tercio está constituido por las clases medias profesionales,
trabajadores asalariados de muy diversa cualificación que logran
participar de las ventajas del engranaje de la sociedad de consumo,
al haber accedido a puestos de trabajo seguros o al menos estables
(fijos de empresas privadas o de entidades públicas), más los
trabajadores por cuenta propia, los pequeños empresarios, etc. Este
grupo es el más amplio en términos cuantitativos. El último
tercio, inicialmente no muy numeroso pero que en las últimas décadas
está ampliando alarmantemente su extensión, está formado por los
“pobres” entendidos desde el concepto tradicional de pobreza
absoluta, en situación permanente de exclusión social, pero también
y cada vez más, por los citados anteriormente de la pobreza
relativa.
Este
último tercio pone de manifiesto la lógica del Mercado Total, que
se ha convertido en paradigma del crecimiento económico y social
para los teóricos neoliberales, y que sitúa al Mercado como regla
suprema del sistema que ha de imponerse. El dirigente socialdemócrata
alemán Peter Glotz fue uno de los primeros autores que utilizó, ya
en los años ochenta, la expresión de la sociedad de los tres
tercios, o de “los dos tercios” en el mismo sentido que el
citado. Glotz planteaba el dilema al que se enfrentaba la
socialdemocracia alemana: si electoralmente solo le interesa trabajar
para los dos primeros tercios ¿quién se ocupa del tercero?10
Eva Bertram nos resume los grupos principales de la estratificación
de Glotz: en la sociedad tendríamos una pequeña parte (el 0,5%) que
tienen el poder, son los más privilegiados y se imponen mediante lo
que comunican, crean los símbolos
(programadores, analistas mediáticos, de las finanzas, etc.) ... y
un tercio de los de abajo que son los “sin trabajo, sin techo, de
las rentas mínimas, jóvenes sin trabajo, etc.11
Por
su parte Villasante, también en los años ochenta, utilizaba el
concepto de “la sociedad de los dos tercios” al analizar la
crisis de los movimientos sociales urbanos y el enfrentamiento entre
diferentes bloques sociales, que le llevaba a mostrar que la
“contradicción principal” estaba entre el “Bloque dominante
(capital financiero)” y el “Bloque social alternativo” en el
que situaba a los dos tercios restantes: “Pequeña propiedad,
especialistas asalariados y trabajadores eventuales”12.
En este bloque
alternativo
situaba a los dos tercios que incluyen desde pequeños propietarios y
asalariados cualificados (2º tercio) hasta el último tercio, en el
que se encuentran trabajadores eventuales y personas excluidas. La
contradicción principal ya no estaría entre el proletariado y la
burguesía como había planteado Marx.
El bloque social alternativo nacería por las sucesivas “Crisis del
Control Social”: “Crisis de la Iglesia y de los valores sociales
tradicionales. Crisis de la Universidad, de los profesionales y el
caciquismo. Crisis del marxismo y de la actuación política
tradicional”.
Figuras
de la estratificación
Tenemos
así diferentes teorías sobre jerarquización y estratificación
social que se corresponden con la evolución desde el feudalismo
hasta el capitalismo globalizado contemporáneo, y que podemos
representar con diferentes formas geométricas (Gráfico 3 -Figuras 1
a 5):
1)
Sociedad tradicional. Piramidal,
jerarquizada rígidamente y estratificada ordenadamente según
estamentos, donde la mayoría de la población forma parte de la base
y pocos están en el vértice. Se correspondería con las fases
anteriores al capitalismo, sociedades predominantemente agrarias con
estructuras sociales feudales, de castas y de monarquías
absolutistas.
2)
Sociedad industrial incipiente. Con
una burguesía creciente, comercial y artesana-industrial, en que se
ensancha paulatinamente la parte central de la pirámide, caminando
hacia un trapecio y a una figura casi rectangular. Siglos XVIII y XIX
de Europa y Norteamérica.
3)
Sociedad industrial madura
o avanzada13:
se sigue ensanchando el centro de la pirámide, sumando a unas clases
medias que se convierten en mayoritarias numéricamente, favorecidas
por el crecimiento del Estado de Bienestar. Forma de rombo o
“estructura en diamante”, con poca población en la cúspide y
poca población empobrecida. Es un proceso que se da principalmente
desde los años 30 a los 80 del s. XX (Occidente y países de la
OCDE).
4)
Sociedades duales.
A
mediados del s. XIX, Marx y Engels, aunque habían analizado el
fenómeno de los fraccionamientos hasta en ocho diferentes clases en
diferentes países, pronostican que la mayoría de la población se
situaría en el futuro inmediato en sociedades industriales, ocupadas
directamente (o en el entorno) de solo dos clases sociales,
enfrentadas y claramente predominantes: la burguesía y el
proletariado. El resto de la población serían sectores marginales o
dependientes de los dos anteriores, como el campesinado de sociedades
no suficientemente industrializadas, el lumpenproletariado
y, en las zonas intermedias, estaría la pequeña burguesía, de
comerciantes, autónomos y pequeños industriales, sometida a las
presiones constantes de ambas clases sociales, y teniendo que optar
por una o por la otra:
“La moderna sociedad burguesa,
que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha
abolido las contradicciones de clase [...] Nuestra época, la época
de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado
las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada
vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que
se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado”.14
Esta
sociedad dual se puede dibujar como dos “rombos” enfrentados y
solapados (figura 4). En el mismo sentido se expresan autores
contemporáneos, posmarxistas o neomarxistas, que consideran que
seguimos en procesos de proletarización creciente.
La
sociedad dual de integrados/excluidos
El
desarrollo de la versión moderna de esta sociedad dual es la
estructura de las “sociedades tecnológicamente avanzadas”, donde
se produce una “coincidencia de dos sistemas con poca comunicación.
El superior con una mayoría de clases medias ordenadas
meritocráticamente. El inferior con un amplio núcleo de infraclases
y excluidos”15
que vemos en la figura 4bis.
En
las sociedades posindustriales desarrolladas la mayoría de la
población estaría situada en el “rombo” o semicírculo
superior, mientras que una minoría está en el inferior. En las
sociedades empobrecidas sería al revés. Se ha caminado hacia una
sociedad dual pero no la prevista por el marxismo de proletarios y
burgueses, si no la de “integrados” y normalizados
por un lado y la de los que están fuera, los excluidos. En medio
solo queda un pequeño grupo, los círculos de la vulnerabilidad, los
que están en el entorno del borde de la pobreza.
1
OCDEa, ob. cit, 2015.
2
Paul Krugman, “Eso sí que es ser rico” El País-Economía,
11 mayo 2014.
3
Emilio Ontiveros, “Perturbadora desigualdad”, en José Félix
Tezanos (ed.), Los nuevos problemas sociales. Duodécimo Foro
sobre Tendencias Sociales. Editorial Sistema, Madrid, 2012, pág.
30.
4
Rajan, 2010, citado por Ontiveros, 2012, pág.31.
5
Deborah Hardoon, Ricardo Fuentes-Nieva y S. Ayele, Una economía
al servicio del 1%: Acabar con los privilegios y la concentración
de poder para frenar la desigualdad extrema, Oxfam, 2016
http://oxf.am/ZniS
6
Richard Wilkinson, y Kate Pickett, Desigualdad: un análisis de
la (in)felicidad colectiva, Turner Publicaciones, Madrid, 2009.
7
Willkinson y Pikket, ob. cit., pág. 22.
8
Eva Sotomayor y Belén Agrela, “Vulnerabilidad y exclusión
social. La gestión de los cuidados”, en Yolanda de la Fuente
(coord.) Situaciones de dependencia y derecho a la autonomía:
una aproximación multidisciplinar, Alianza Editorial, Madrid,
2009, págs. 262-265.
9
Juan Nepomuceno García Nieto, Pobreza
y Exclusión Social. 1987. Disponible
en: Fundació Lluís Espinal. Centre d´estudis Cristianisme y
Justicia.
http://www.cristianismeijusticia.net/sites/www.cristianismeijusticia.net/files/es20.pdf
10
Antoni Domenech, ponencia "The Right to Egalitarian
Democracy". En: Tenh Congress of the Basic Income European
Income Network Barcelona, sept. 2004
11
Eva Bertram: Die Informatisierung von Gesellschaft und Wirtschaft
und ihre Auswirkungen... (traducción propia, consulta: enero
2016)
http://www.diplom.de/e-book/219973/die-informatisierung-von-gesellschaft-und-wirtschaft-und-ihre-auswirkungen
Y en Glotz, “Las grandes rupturas”, pp.: 60-68, en Nueva
Sociedad, n º 72, Julio-Agosto de 1984. Disponible on-line en:
http://www.nuso.org/upload/articulos/1172_1.pdf
12
Tomás R. Villasante, Comunidades
Locales. Análisis, Movimientos Sociales y Alternativas.
Instituto de Estudios de Administración Local, Madrid, 1984.
13
José Félix Tezanos “Desigualdades y estratificación social en
España”, Salustiano del Campo y José Félix Tezanos Editores,
La Sociedad, España Siglo XXI. Ed. Biblioteca Nueva, Madrid,
2008.
15
Tezanos, ob. cit. 2008, pág.404.
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