Resumen
Las
clases sociales son la expresión de la contradicción socioeconómica
en el capitalismo y una de las fracturas sociales que existen en la
humanidad. En la fase actual, caracterizada por la financiarización
y la especulación en el marco de la globalización neoliberal que
comienza en la década de 1970, el incremento de las desigualdades
socioeconómicas ha dado lugar a sociedades duales, en las que una
parte de la sociedad está integrada mientras otra parte queda fuera,
conformando lo que se denomina “sociedad de los excluidos”. Si
cruzamos esta dualidad con los datos y características de los
cambios sociales de las últimas décadas, acentuados desde el
comienzo de la Gran Recesión (2007), concluimos que es una sociedad
muy fragmentada en múltiples grupos y clases sociales pero que
podemos sintetizar en tres grandes bloques: clase alta-oligarquía,
clases medias trabajadoras y precariados más excluidos.
Incluimos
a continuación, en tres entradas, extractos del artículo publicado en la Revista
Sistema, nº 245, enero 2017. Referencia:
Autores:
Tomás Alberich y Teresa Amezcua
1.
Introducción
El
hilo argumental del artículo es el siguiente. Las personas y los
colectivos sociales vivimos en medio de contradicciones y fracturas
sociales. Estas han existido siempre en la historia de las
civilizaciones pero han variado en intensidad y formas a lo largo de
los tiempos. La contradicción que denominamos “socioeconómica”
es solo una de las ocho que consideramos principales. En el
capitalismo la contradicción socioeconómica se ve expresada por el
choque entre diferentes clases sociales. Una clase social se crea
cuando se dan una serie de características comunes en un grupo de
población que la definen (objetivas y subjetivas).
Las
contradicciones también han variado en las diferentes fases del
sistema capitalista que principalmente son tres: capitalismo de
producción, de consumo y financiero-especulativo. El capitalismo de
consumo y el pacto social de la posguerra (después de la 2ª Guerra
Mundial) conllevó el desarrollo del Estado de Bienestar y de la
economía de servicios. El aumento de los medios disponibles para las
clases trabajadoras y la diversificación profesional y productiva
propiciaron así el desarrollo de una amplia clase media, con la que
paulatinamente se va autoidentificando la mayoría de la población
de los países industrializados.
En
la tercera fase, desde los años 70-80 del siglo XX, el capitalismo
se ha desarrollado paralelamente a la expansión de la globalización
neoliberal y la sociedad-red, con gran incremento de los avances
tecnológicos y un paralelo aumento de las desigualdades. El
incremento de la desigualdad se da en todas las situaciones posibles:
posicionamientos económicos, formativo-culturales y de participación
social-estatus (y los tres delimitan diferentes tipos de consumos).
También se produce un mayor fraccionamiento interno de las clases,
aumentando la diversidad de posiciones respecto a la producción y de
la diversificación de los grupos profesionales. Este
fraccionamiento, junto con el aumento de los recursos disponibles y
la mayor importancia dada a otras contradicciones (de género, edad,
etnia, cultura), conlleva que cada vez más población deje de
identificarse con las clases sociales tradicionales, como “clase
obrera” o “clase trabajadora”.
Paralelamente,
los cambios en los sistemas de producción mundial, tecnológicos y
deslocalizadores, provocan que cada vez más población le “sobre”
al sistema, o se sitúe en
el borde
social, ocupando posiciones marginales o de simple “ejército de
reserva” (parados y precarios).
Se
ha pasado así sucesivamente de una sociedad de “lucha de clases”
(aparente o real) en el entorno de la contradicción principal de
burguesía-proletariado (siglo XIX, parte del XX), a una sociedad de
clases medias (con poca población marginada del sistema productivo,
por arriba y por abajo, s. XX) y, finalmente, a una sociedad dual, de
integrados y excluidos (pocos o muchos según los países).
Pero
la sociedad no se puede “resumir” en solo dos grandes categorías,
los que están dentro y los que están fuera. Los datos sobre
desigualdad nos están indicando que estamos en una sociedad de
tres tercios:
una minoría que acumula cada vez más poder económico-político y
de estatus (oligarquía y élites); un segundo bloque de las clases
medias trabajadoras, que siguen siendo numerosas pero que han
reducido sus recursos y expectativas (desde 2007); y el tercer
tercio, marginado, incluye desde el precariado (trabajador
empobrecido) hasta el excluido total.
2.
Contradicciones, fracturas y desigualdad
En
toda sociedad hay personas y grupos con intereses diferentes que
fácilmente pueden ser contrapuestos y entrar en confrontación. Los
movimientos sociales y políticos nacen como respuesta a las
contradicciones sociales, como reacción a los choques entre fuerzas
que tienen intereses antagónicos, o con el fin de conseguir la
satisfacción de unos intereses o demandas que son solo los de una
parte de la sociedad. Pero ¿qué es lo que ha ocurrido en el
análisis social? Siempre ha habido contradicciones y conflictos
sociales, y pensadores que analizaban cuál era la contradicción
principal en cada momento y situación, tratando de explicar los
conflictos sociales a partir de esa fractura o fracturas
determinantes (económica, sexual, ecológica...).
Según
Karl Marx, la contradicción principal y determinante en la sociedad
humana es la económica, la derivada de grupos y clases sociales que
luchan por sus propios intereses económicos, con arreglo a la
posición que ocupan cada uno en el sistema y en relación con la
propiedad de los medios de producción. Por su parte, Sigmund Freud
planteaba que todo se podía explicar desde la sexualidad, estudiando
la evolución de las contradicciones de cada persona desde el punto
de vista sexual y de género, observando que los conflictos
colectivos también pueden derivar de pulsiones sexuales reprimidas
desde la infancia, por ejemplo por el complejo de Edipo.
Por
su parte, Johan Galtung1
nos habla de siete fracturas o contradicciones sociales: 1) La
contradicción con la naturaleza, 2) la de género, 3) por la edad,
4) contradicción racial y por el color de la piel, 5) el gran bloque
de las contradicciones socioeconómicas, 6) las contradicciones
culturales (incluye la religión), y 7) las espaciales-territoriales
y las espacio-nacionales que, sumadas a las anteriores, tantas
guerras han provocado. La contradicción política no figura aparte
porque está en todas. A éstas habría que añadir, desde nuestro
punto de vista, una octava contradicción “vital”, entre la vida
y la muerte o entre la enfermedad y la salud o, desde la apreciación
cultural de lo que se considera “normal” y lo que se considera
“diferente” funcionalmente, relativa a la discapacidad o
diversidad funcional. Así podemos hablar de un total de ocho
fracturas, contradicciones que están presentes en las sociedades
humanas y nos explicarían, en última instancia, el porqué del
surgimiento de los diferentes movimientos sociales y políticos.
David
Harvey2,
geógrafo y teórico social británico, considera que la sociedad
capitalista desarrollada conlleva en sí misma hasta diecisiete
contradicciones de imposible o muy difícil solución dentro del
sistema. Es decir que su superación pone en cuestión la esencia
misma del capitalismo y daría lugar a otro tipo de sociedad (que no
describe). Las contradicciones están íntimamente interrelacionadas
entre sí, dependen unas de otras.
Siguiendo
a Galtung y otros autores, la diferencia fundamental con Harvey es
que consideramos que las contradicciones en nuestra sociedad no
tienen sólo una base o raíz económica. Y tampoco algunas de ellas
tienen una causa determinada por el sistema capitalista. Para ello
debemos analizar la lógica de cada contradicción, su
interdependencia y su existencia o no en otras sociedades. Por poner
un ejemplo, el patriarcado, como el machismo actual, existe tanto en
familias burguesas como en las clases trabajadoras, y ha existido en
prácticamente en todos los diversos sistemas socioeconómicos de los
últimos siglos. Igual nos ocurre si analizamos la contradicción por
la edad (respecto a los derechos de la infancia o de los ancianos).
Al afirmar que las contradicciones son cada una independiente en su
raíz, no significa que en la práctica concreta no estén
entremezcladas e inter-influenciadas. Siguiendo con el ejemplo, la
violencia machista se vivirá de manera diferente según la situación
económica de cada familia y de cada comunidad, como la ecológica,
la cultural, etc. Pero no es la desigualdad económica la causa ni la
que “determina” a las demás. La economía influirá en la
contradicción pero no es lo determinante para que aparezca.
Consideramos
por tanto que
el concepto de contradicción es más amplio y holístico que el de
desigualdad,
aunque haya casos en que signifiquen prácticamente lo mismo. Por
ejemplo, en el caso de las relaciones entre la humanidad y la
naturaleza, parece más apropiado hablar de contradicciones o
fracturas entre ambos que de “desigualdad” en sus relaciones.
José
Félix Tezanos3
nos indica la situación en el siglo actual, señalando con respecto
a las identidades que los españoles se identifican en primer lugar
con las personas de la misma generación, en segundo término con
quienes comparten gustos, lazos socioculturales y aficiones y, en
tercer lugar, con las personas del mismo sexo. De ahí que las
identificaciones de clase hayan pasado de estar entre 24 a 17% en la
década de los ochenta a un 8,5 a 7% en 2011. Son otros factores,
otras fracturas, las que crean esa sensación de identidad, que
Tezanos identifica según
un patrón que denomina de la tres “g”: la generación, el gusto
y el género (derivadas de las contradicciones de edad, cultura y
género), junto con el aumento de la identidad local (municipio).
3.
El concepto de clase social
En
la construcción de una clase social es suficiente con tener en
cuenta tres aspectos: “los principales elementos que tiende a
configurar una clase pueden agruparse en tres grandes bloques: uno de
carácter objetivo, otro referido al plano de la subjetividad
recíproca y un tercero concerniente a la esfera de la acción
social”4.
El 1º hace referencia a la situación económica en el mercado, el
2º implica las interpretaciones y valoraciones, definidas como
“ellos–nosotros” y el 3º se relaciona con la solidaridad y la
acción colectiva de clase.
Otra
de las características a tener en cuenta es que a una clase social
se pertenece de por
sí,
aunque no se quiera. Hay entidades a las que uno pertenece
obligatoriamente desde el nacimiento, como son la familia-hogar y el
Estado. Otras son de (relativa) libre adscripción o pertenencia,
como las asociaciones, las organizaciones sociales o las empresas en
el sistema de mercado. En la clase social se es miembro si se cumplen
las características citadas anteriormente. Otra cosa es que en el
capitalismo a lo largo de la vida una minoría pueda cambiar de
clase, como también ocurre (ocasionalmente) con la pertenencia a un
Estado. No ocurría así con otras formas históricas de pertenencia
socioeconómica, como eran las castas o los estamentos medievales.
Para
entenderlo mejor, a las clases sociales hay que aplicarles
precisamente lo que fue uno de los conceptos más importantes
popularizados por Marx5:
“No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por
el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”. El
ser material, las condiciones de trabajo y de vida, serán lo que
principalmente determinará nuestra conciencia y, por tanto, la
subjetividad (individual y colectiva) y, después, influirá para la
acción social. Pero no todas las personas sometidas a una misma
situación socioeconómica objetiva desarrollan las mismas
características subjetivas, ni todas ellas dan el paso a las
acciones de solidaridad de clase. Veamos ahora cuáles son los
principales cambios en el sistema capitalista para así poder enfocar
mejor el análisis de clase de las sociedades contemporáneas.
4. Cambios
en el sistema económico y aumento de la desigualdad
Las
contradicciones han variado en las diferentes fases del sistema
capitalista, conformando una sucesión que consideramos que son
principalmente tres: capitalismo de producción, de consumo y
financiero-especulativo.
El
capitalismo, como tal sistema de relaciones (sociales y económicas),
evoluciona constantemente. A finales del siglo XIX la producción se
socializa, se establece como un conjunto de interacciones entre
diferentes agentes. Siguiendo a Duménil y Lévy6,
la socialización de la producción tiene tres características: 1)
Cada vez requiere utilizar más medios, tanto en capital como en
trabajadores, creándose macroempresas con complejos sistemas de
organización. 2) Las redes empresariales se amplían,
estableciéndose conexiones tanto dentro de la empresa como con otras
empresas, entre territorios y países. 3) La interdependencia
empresarial se convierte en el sistema de articulación principal de
la propiedad de las instituciones privadas, surgiendo grandes
corporaciones en las que unas empresas poseen a otras. Duménil y
Lévy explican que dentro del sistema capitalista se produce una
nueva contradicción, por la que el capital ya no es una propiedad
privada de uno o varios individuos, sino compartida por un gran grupo
de ellos y gerenciada por otros muchos. Es la contradicción de
contradicciones, que resume las fisuras que en el mismo aparecen: “El
proceso de socialización entra, así, en contradicción creciente
con la propiedad privada de los medios de producción”7.
Los
partidarios del capitalismo más liberal eran mayoritarios en las
políticas públicas europeas y norteamericanas hasta que estalló la
Gran Depresión, crisis económica de los años 1929-30 en Estados
Unidos y que posteriormente se extendió a Europa. La producción en
cadena y el
taylorismo
habían permitido un gran aumento de la producción de bienes de
consumo, pero la demanda no tenía capacidad de absorber tanta
oferta. No había consumo suficiente de lo producido, a causa
principalmente de los bajos salarios de la clase trabajadora y la
escasa seguridad social. Esta falta de consumo y la especulación
artificial de las acciones en bolsa produjo la primera gran crisis
del capitalismo internacional que provocó el cierre de miles de
empresas y millones de parados. La Gran Depresión ha sido
considerada la crisis más importante de la historia, hasta que
comienza, también en Estados Unidos, la nueva crisis de 2007, la
Gran Recesión.
El
capitalismo de producción había mostrado sus insuficiencias, su
techo de crecimiento dentro de una economía política liberal. La
solución a la crisis de los años 30 viene de las propuestas
partidarias del intervencionismo.
El sistema económico y de organización social requería que el
Estado asegurara a toda la población una protección social mínima
(educación, sanidad, vivienda) y la creación de seguros y pensiones
(públicas y privadas) para que los trabajadores pudieran dedicar los
salarios principalmente al consumo directo. En definitiva, fue el
paso paulatino del
capitalismo de producción al de consumo
y el comienzo del Estado de Bienestar (Welfare
State), con
un nuevo pacto social (New
Deal),
entre las clases trabajadoras y la burguesía, que se concreta en
subidas de impuestos, más derechos a los trabajadores y fuertes
inversiones públicas para salir de la crisis.
El
capitalismo de consumo y el pacto social entre trabajadores y
empresarios toma un nuevo impulso en la segunda posguerra mundial,
que conllevó el mayor desarrollo del Estado de Bienestar y también
una forma preventiva de diluir las aspiraciones revolucionarias de
una parte de la clase obrera. El aumento de los medios disponibles
para las clases trabajadoras y la diversificación profesional y
productiva propiciaron el desarrollo de una economía de servicios
que propició el crecimiento de la clase media, en cuya categoría
social se autoidentifica cada vez más población.
Cada
fase del capitalismo asume e incluye a la anterior. La economía
productiva sigue siendo la base del capitalismo pero es el consumo el
que toma el relevo para que pueda seguir creciendo. Sin consumo no
hay producción que valga. El predominante capitalismo de consumo se
sustentó en una triple base: endeudamiento
fácil
(acceso generalizado al crédito que propicia la deuda permanente de
empresas y familias), el marketing
(que asegura la constante creación de nuevas necesidades sociales
que debemos satisfacer mediante la compra de bienes y servicios) y la
obsolescencia
programada de los productos.
El
capitalismo de consumo produjo un inevitable crecimiento del
capitalismo de servicios y, para que este se pudiera desarrollar, se
incrementó el capitalismo financiero que cobró vida propia
convirtiéndose en el predominante.
Saskia
Sassen8
ha explicado cómo la financiarización de la economía facilitó su
crecimiento y permitió su expansión. Pero el exceso de
endeudamiento mediante la financiarización constante y
autoalimentada nos llevó a una economía especulativa e inestable.
¿Cómo
y cuándo se produjo el cambio al capitalismo especulativo y el
declinar del Estado de Bienestar, con la predominancia de la
globalización neoliberal? Sabemos que estos cambios sistémicos,
como los anteriores, son procesos que no se pueden concretar en una
sola fecha, pero sí hay consenso entre los analistas para señalar
que se producen explícitamente a partir de la época del tándem
Thatcher-Reagan. La revolución
de los muy ricos
(como la bautizó Galbraith) había empezado antes, pero es en los
años setenta cuando se visualiza y en los ochenta cuando triunfa
internacionalmente. De hecho Therborn ha calculado que fue
precisamente 1980 el año de la máxima expansión del Estado de
Bienestar y la fecha concreta del cambio de ciclo. Como afirman
Duménil y Lévy, si el New
Deal
se trataba de un compromiso entre los cuadros y las clases populares,
en el neoliberalismo este compromiso o pacto se establece entre los
cuadros y la clase capitalista.
Con
la crisis actual estos procesos se aceleran y profundizan. Si una de
las imágenes que ha quedado para la historia de la Gran Depresión
fue el suicidio de algunos especuladores, empresarios
hiperendeudados,
que se tiraban desde los rascacielos de Nueva York, seguramente una
de las imágenes que quede de la Gran Recesión en nuestro país sea
la de trabajadores en paro hipotecados y desahuciados, suicidados
cuando lo han perdido todo y el Estado se ha olvidado de ellos. El
capitalismo había aprendido a protegerse y seguía ganando partidas.
Notas
1
Johan Galtung, “Desafíos y horizontes de los movimientos sociales
en el umbral del siglo XXI”, Cuadernos de la Red, nº 2.
Red CIMS, Madrid, 1994, págs. 39-40.
2
David Harvey, Diecisiete contradicciones y el fin del
capitalismo. Editorial Iaen, 1ª ed. Quito, 2014, pág. 17.
3
José Félix Tezanos “Tendencias en desigualdad y desvertebración
social y sus efectos políticos y económicos” en José Félix
Tezanos (ed.), Los nuevos problemas sociales. Duodécimo Foro
sobre Tendencias Sociales. Editorial Sistema, Madrid, 2012, pág.
247 y 249, a partir de los datos de: GETS, Encuestas sobre
Tendencias Sociales, varios años.
4
Tezanos, ob. cit., pág. 96.
5
Karl Marx, Contribución a la Critica de la Economía Política
(Prólogo) (9ª Ed.). Siglo XXI de Editores S.A. Madrid, 2008, pág.
5.
6
Gérard Duménil y Dominique Lévy, La gran bifurcación. Acabar
con el neoliberalismo, Fuhem Ecosocial/Catarata, Madrid, 2014.
7
Ob. cit., pág. 23.
Hola Tomás:
ResponderEliminarEl artículo es fantástico. Muy bueno
Das una clave muy importante en un dato que yo desconocía, pero que de alguna forma imaginaba. Hablas de un estudio según el cual “las identificaciones de clase hayan pasado de estar entre 24 a 17% en la década de los ochenta a un 8,5 a 7% en 2011”. Es decir, una cosa es hablar de clases en un sentido teórico, pro ejemplo cuando te refieres a esos tres granes bloques: clase alta-oligarquía, clases medias trabajadoras y precariados más excluidos y otra muy distinta la conciencia de clase.
Efectivamente: la clase social no tiene por qué condicionar necesariamente una ideología. Gente de clase alta puede ser de izquierdas y (lo que es realmente grave) clase “trabajadoras” o precariados pueden ser de derechas.
En cuanto a las fases del capitalismo, permíteme una pequeña aportación: no sería tanto: capitalismo de producción, de consumo y financiero-especulativo, sino
Capitalismo comercial (desde le renacimiento), industrial (de producción y de consumo), y financiero especulativo.
Por último, el concepto que citas de Marx “No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”. El ser material, las condiciones de trabajo y de vida, serán lo que principalmente determinará nuestra conciencia y, por tanto, la subjetividad (individual y colectiva) y, después, influirá para la acción social, no funciona en nuestra época. Nuestra conciencia está muy mediatizada por los medios (valga la redundancia) de comunicación. Esto es, mucha gente no tiene conciencia de lo que es, sino de lo que pretende ser o le gustaría ser. Y al contrario, alguna gente supera su propio ser material por una conciencia sobre la terrible situación del mundo ¿Te suena esto?
Muchas gracias Alvaro por tus aportaciones y matices, los tendremos muy en cuenta en posteriores versiones del artículo.
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