En este mundo traidor, nada es verdad ni
mentira,
todo es según el color del cristal con
que se mira.
Ramón de Campoamor (s. XIX)
Están de moda los conceptos no
y pos: la no verdad o posverdad, los no espacios,...
La posverdad es
ya un término consagrado por los posmodernistas. Incluso diríamos por los
sucesores del posmodernismo, que son aquellos que quieren superar lo moderno
(las ideologías) para llegar a lo pos, a lo pos de lo pos, es decir a la
posnada.
El Diccionario Oxford ha elegido
la posverdad como palabra del año, con la definición de "Relativo o
referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes
en la opinión pública que las emociones y las creencias personales".
Pero dice Javier Gallego: “No es nada
nuevo, es lo que hacen constantemente la política, la propaganda, la publicidad
y el mal llamado periodismo, apelar más a los sentimientos que a la verdad.
Pero esto tenía ya un nombre: mentira y manipulación [...] La ‘posverdad’ es una
palabra posmoderna y ‘posverdadera’ ..., no hay que dejarse embaucar por su
misma neolengua que vacía la realidad de su crudeza a base de eufemismos ... La
‘posverdad’ es otra victoria de la mentira” (eldiario.es 14/12/16). Y antes Iker
Armentia aclaraba que “La gente prefiere confirmar sus ideas antes que
contrastarlas con la realidad”. Algo que ocurre constantemente, ya que
elegimos los medios de comunicación y las redes comunicativas que nos son
afines.
“El nuevo enemigo de los
medios serios son las redes sociales porque han roto con el cártel de
comunicación que hemos vivido hasta ahora ... Iñigo Lobato lo llama Ataque de Pánico de los Emisores Legitimados...”
(Armentia, eldiario.es, 2/12/16). Son los grandes medios de comunicación los
que, a base de manipular, ahora se escandalizan con las redes sociales por
hacer lo mismo, pero aún más masivamente, en todo momento y sin su permiso. Distinguir entre medios de comunicación y redes sociales comunicativas será cada vez más difícil.
Los No Espacios son los territorios excepcionales, donde no rige la
legislación, son espacios bajo permanente estado de excepción. Anteriormente
Marc Augé nos había hablado de “Los no lugares” (Gedisa, 2009) como “espacios
propiamente contemporáneos de confluencia anónimos, donde personas en tránsito
deben instalarse durante algún tiempo de espera, sea a la salida del avión, del
tren o del metro que ha de llegar. Apenas permiten un furtivo cruce de miradas
entre personas que nunca más se encontrarán”. Ahora se ha dado una nueva vuelta
de tuerca, los no espacios son cada vez más numerosos: espacios entre vallas
fronterizas, espacios entre alambradas donde los humanos no tienen derechos humanos.
Salvo que sean miembros de las fuerzas del “orden”. Pueden arbitrariamente ser
enviados a un país u otro, a un lado u otro de la doble frontera.
No espacios multiplicados en
cientos de campos de refugiados, donde miles, cientos de miles de personas, no
tienen derechos porque son refugiados no reconocidos. Se les considera
“inmigrantes ilegales”, apátridas sin espacio que viven en permanente estado de
excepción (lo cual es una contradicción en sí mismo), ya que no se les aplica
la legislación normal de ningún país. Con el ilegal campo de concentración de
Guantánamo Bush inauguró estos no espacios en el siglo XXI.
Pero tenemos más. En las no guerras actuales
los ejércitos juegan a bombardear como si de un video juego se tratase, hasta el
punto de que algunos pilotos han confesado que bombardean como si estuvieran
con el videojuego y que es difícil distinguir la realidad no virtual de la que lo es. Más del 90% de los muertos en las guerras de este siglo son civiles (perdón,
no son muertos ni asesinatos: son bajas por efectos colaterales, que no termino
de usar la neolengua de la posverdad). Con los drones más. Con Obama,
Presidente-Nobel de la Paz, y su ministra de exteriores Hilary Clinton, se ha multiplicado por mil el uso de
drones para bombardear objetivos sospechosos. Tan sospechosos como celebrar una boda o un
funeral en zonas de conflicto. Pero no se preocupen señores Obama-Clinton. Todo
es empeorable. Estamos en el año cero de la era Trump y ustedes pueden pasar a
la historia como unos angelitos, un periodo en que todo empeoró pero mucho
menos que en el siguiente.
En España tenemos un No
Presidente que gobierna sin gobernar y así
no da problemas. Ha elevado a sagrado la no política: hacer nada es lo
más eficaz para él y su partido, los demás se van desangrando hasta perecer en
luchas internas y en no-debates sobre si pactar o no pactar, o sobre el
significado de “no es no”. Ahora ya sabemos que no realmente significa que en
principio “de entrada” no, pero también puede ser no votar o abstenerse.
Y tenemos la No-Prensa que
antes informaba. El posPaís es el no periódico por excelencia. Cada día,
puntualmente, nos regala una no-no ticia (valga la redundancia nonera) sobre
las crisis de Podemos. Haciendo exuberancia de imaginación desbordante.
Pero no solamente sobre los
podemitas inventan titulares amarillos. Por ejemplo, hace un par de semanas
sobre Portugal: Por
qué un país en quiebra es el único de Europa que mejora en el informe PISA Así
de paso nos enteramos de que nuestro país vecino está en quiebra y nosotros sin saberlo, o ¿es el País
el que está en quiebra? y se les ha escapado un error freudiano. ¿O será porque en
Portugal toda la izquierda se puso de acuerdo en unos mínimos para gobernar? Y,
eso, ya sabemos que no se tolera, ni aquí ni allí.
En España somos los campeones
de la no realidad: no tenemos tabloides amarillos, porque el amarillo es el
color preferido de los oficiales, han tomado los medios de comunicación posserios.
No tenemos partidos de ultraderecha ni neofascistas en los parlamentos, porque
todos sabemos que la mitad del PP lo es.
Tenemos otros fenómenos
curiosos: noticia de actualidad en el último mes, multiplicada por mil: los
padres de Nadia son unos presuntos estafadores. Pero ¿quién sacó en los platós
de televisión y en los medios-espectáculo a unos pobres padres que buscaban
dinero para curar la enfermedad rara de su hija? ¿A algún periodista o
directivo comunicativo se le ocurrió contrastar mínimamente la información
antes de pensar que el espectáculo lloroso daba audiencia? No, para qué. Antes
el espectáculo era sacar a los padres, ahora lo es acusarles de corruptos y de
mil tropelías. Saldrán mil abusos fraudulentos ¿qué periodista va a explicar
que fueron los medios los corresponsables del escándalo?
Hasta hemos visto numerosos no-accidentes
en corruptas familias pperas y de forma natural infartos no tan naturales, viudas
tiroteadas no se sabe por quién, con funerales valencianos infestados de
gürtelianos. Qué curioso ¿avisos a navegantes? ¿realidad, ficción? ¿realidad
virtual? ¿Cómo distinguirlo?
Una interesante visión que nos permite entender algo más lo que ocurre a nuestro alrededor.
ResponderEliminar¡Muchas gracias Tomás por compartir tus pensamientos con nosotros!.
El presente artículo me parece una reflexión interesante y oportuna. Del mismo resaltaría especialmente la cita que se hace: “La gente prefiere confirmar sus ideas antes que contrastarlas con la realidad”. Este hecho no es algo nuevo sino una constante en la condición humana que solo ha conseguido romper, de forma parcial, la ciencia moderna. Podríamos denominarlo “el mundo de las ideologías”, en el que ha estado sumergida la cultura humana hasta hace muy poco y del que apenas hemos sacado la cabeza. En una lista de las personas que más habían influido en la historia de la humanidad, hecha en 1978 por el astrofísico Michael H. Hart, aparecían ideólogos en los primeros puestos (Mahoma, Jesucristo, Buda, Confucio y Pablo de Tarso), solo Newton se colaba en segundo lugar tras Mahoma. ¿Llegarán el inglés y otros científicos a alcanzar el primer puesto y los siguientes en algún momento, o seguirán siendo ideólogos los que encabecen el ranking durante mucho tiempo? A juzgar por los negacionismos de todo tipo (del evolucionismo, del cambio climático,..) que están cogiendo fuerza y que están llevando a algunos sus defensores a ser prohombres destacados de la política mundial, todo es posible si no logramos evitarlo.
ResponderEliminarMerecería una reflexión y otro o varios artículos más tratar de explicar la persistencia de las ideologías pese a los enormes avances de la ciencia. Analizar cuanto se debe al peso de las tradiciones culturales, a una exigencia humana ancestral por tratar de explicar el mundo y nuestro lugar en él, y cuanto a la persistente dominación de unas clases sobre otras, de unos grupos sobre otros y de unos individuos sobre otros. Con las ideologías y en nombre de sus principios se ha justificado todo, desde la explotación económica hasta todas las demás, así como la eliminación física de personas, de culturas, de pueblos o de razas. La historia está cargada de ejemplos.
Estamos tan acostumbrados a hacer ideología que cuesta darse cuenta de ello. Como es bien sabido quienes primero estudiaron el tema de forma sistemática y alertaron sobre el papel de las superestructuras ideológicas fueron Marx y Engels. Sus escritos son el origen del materialismo histórico como método para entender y explicar la historia y las relaciones económicas. Tal vez tampoco ellos pudieran zafarse totalmente del influjo de las ideologías, pero su pensamiento y su praxis fueron un referente para el movimiento obrero y emancipatorio de los siglos XIX y XX. Tras la caída de la URSS y del comunismo chino los ideólogos del capitalismo se han apresurado a dar por muerto el marxismo y las revoluciones que se inspiraron en él. Lo que no se suele decir y por tanto ignora la mayoría es que Marx nunca creyó que el socialismo como sistema económico-social surgiese en los países económica y políticamente más atrasados; él siempre pensó que sería en los de la Europa Occidental. Forma parte de las tareas del presente entender mejor porqué las cosas ocurrieron de otra forma, analizar la capacidad de las clases dominantes de los países capitalistas más avanzados para exorcizar el peligro de la revolución social externalizando una parte de la explotación a los países del Tercer Mundo. El Estado de Bienestar del Primer Mundo no es ajeno a la necesidad de esa conjura, que exigió un cierto reparto social de las plusvalías extraídas a costa de la población de aquellos países y del expolio de la riqueza material y biológica de nuestro planeta. Tras la caída del comunismo el capitalismo occidental ha incrementado la colonización económica del mundo mediante la deslocalización productiva y la globalización comercial. La ausencia de un oponente disuasorio le ha permitido además eludir el reparto interior de la riqueza generada. Las clases trabajadoras de Europa y EEUU han empezado a padecer las consecuencias del nuevo escenario mundial, haciendo interpretaciones de muy diversa índole porque las ideologías siguen pesando demasiado en la explicación de las cosas y en la adopción de políticas para afrontar las nuevas realidades.