El pasado 13 de octubre nos dejó Julio Alguacil, compañero de estudios y profesión, profesor de la Universidad Carlos III. Compañero de pensamientos, de preocupaciones, de trayectoria política y vital, casi vecinos durante años, nos conocimos en su barrio-comunidad de siempre, Villaverde, cuando yo vivía en Usera, y ambos barrios pertenecían a la misma Junta municipal del Distrito de Villaverde.
Por poco no habíamos coincidido en la carrera, en los estudios de Sociología de la Complutense. Un amigo –militante de común ideología- me presentó a Julio y a su compañera, Concha Denche, en el sur madrileño. Los cuatro éramos activistas vecinales en una época, mediados de los ochenta, en que el movimiento ciudadano madrileño ya estaba en transformación y en sus crisis, y esto, junto a las también crisis políticas de las izquierdas, era uno de los motivos de nuestros debates. Sí, han pasado tres décadas y parece que fue ayer.
Yo, en esos momentos, aún no tenía muy claro que quería ser de mayor, había cambiado varias veces de trabajo y cambiaría muchas más después, mientras que Julio parecía que sí, que apostaba decididamente por la investigación social crítica y por trabajar desde una Sociología al servicio de las personas, a la vez que como forma de ganarse la vida. A partir de ahí la relación fue estrecha.
[Es difícil, muy difícil hablar de la muerte, más de la de una persona –estrecho compañero, casi la misma edad- desaparecida. De hecho es la primera vez que escribo algo así.]
Bajo la dirección común de Tomás Villasante, las iniciativas e investigaciones fueron numerosas. Julio, con otros compañeros, habían creado CEMIC, Colectivo de Estudios Medioambientales y Ciudadanos, como equipo profesional de investigación social independiente y, en su tarjeta de presentación, se ofrecían para la realización de “Estudios Sociales y Territoriales”. Recuerdo la facilidad que tenía en el uso de conceptos que a mí me costaba entender, incluso a veces me parecían un poco insufribles. Como cuando, siguiendo la Sociología que habíamos aprendido de Jesús Ibañez, jugaban con las siglas del citado CEMIC y los conceptos ETIC y EMIC, fundamentales para entender la nueva perspectiva que se quería dar a la investigación social: conceptos extrapolados de la lingüística para dotarles de un significado dialéctico.
“1. Desde fuera, ETIC, desde una posición externa al objeto de estudio el antropólogo aporta objetividad, adoptando una estrategia que es propia de investigaciones de carácter comparativo que se realizan en la distancia, tanto emocional como física [...]
2. Desde dentro, EMIC: desde una posición interna al objeto de estudio el antropólogo aporta cualidad y subjetividad. ... Esta perspectiva adopta más una estrategia inductiva en investigaciones de carácter local y micro. Ello permite una gran profundidad en los resultados [...]
3. Con un pie dentro y otro fuera: modular la distancia que conviene establecer entre sujeto investigador y objeto investigado precisa de una reflexión...” (Alguacil, 2011: 24-25, obra que cito completa después).
Y en esta tercera posición se modulaban las nuevas investigaciones de la Sociología crítica urbana. Que querían no solo ser objetivas si no también trabajar desde la perspectiva interna del sujeto a investigar. Que el objeto a estudiar (p.ej. los vecinos, asociaciones,...) pasara a ser sujeto protagonista. De ahí una de las bases de lo que luego se llamó Investigación-Acción Participativa (IAP).
Julio siempre permaneció en el movimiento vecinal de Villaverde pero eso no le impidió promover otras numerosas iniciativas sociales y culturales. En algunas compartimos trabajos y experiencias, como en el Ateneo Madrileñista. A iniciativa de esta asociación se creó la Coordinadora de Asociaciones Culturales de Madrid (Coacum), con la que publicamos 22 números de El Nudo de la Red. Revista Cultural de Movimientos Sociales (1989 a 1992), cuyo nombre era ya de por sí premonitorio, dedicándose en parte al estudio de los movimientos y de los nudos-nodos de las redes sociales.
También a finales de los ochenta ocurrió un hecho para mi transcendental, que cambiaría mi futuro profesional, de esos que solo te das cuenta de su importancia bastantes años después.
Después de terminar Sociología yo seguí con trabajos diversos y cambiantes. Pero Julio y Concha me animaron a realizar los cursos de Doctorado, dado que había una interesante e inédita iniciativa, de Tomás Villasante y Jesús Leal, de impartir al alimón asignaturas prácticas en Doctorado, realizando estudios de investigación de las redes de todos los distritos madrileños que, nuevo aspecto inédito, estarían subvencionados por el Ayuntamiento madrileño, asegurando que lo investigado daría su fruto con una publicación sobre los barrios de la Capital. A pesar de mis reticencias a volver a la Universidad, Julio y su compañera me convencieron, con argumentos simples y de peso: “esto va a ser útil tanto para las asociaciones vecinales como para nosotros, como investigadores ... si luego no haces la Tesis no pasa nada, lo importante es esta experiencia práctica” me dijeron. Como soy hombre fácil, me convencí rápidamente y afortunadamente compartimos cursos y trabajos de campo, pateo de calles y asociaciones, realizando lo que fue el primer censo de asociaciones, entidades y colectivos madrileños, además de los equipamientos de todos los barrios y que, resumido, al poco se publicó en la obra denominada “21 Distritos”, que debía su nombre a que se había pasado de 18 a 21 distritos en la capital (uno de los nuevos fue Usera). Ya no dejé nunca la sociología y la investigación social.
Después siguió la enciclopédica investigación sobre las operaciones urbanas de construcción de los nuevos barrios "La Remodelación de Barrios en Madrid", para la empresa SGV (Sociedad General de la Vivienda) y la publicación del libro "Retrato de Chabolista con Piso" (SGV, CIDUR-Alfoz, 1990), dirigida por Tomás Villasante.
Entre los numerosos trabajos de investigación que compartimos, en unos pocos e intensos años, estuvo una beca colectiva concedida por la OMFI -Plan regional de investigación de la Comunidad de Madrid, para realizar un estudio sobre las necesidades de vivienda de la juventud madrileña "Valoraciones, actitudes, aspiraciones y necesidades de los jóvenes respecto al alojamiento" (1991 a 1993).
En el ámbito político también coincidimos. Primero en valorar positivamente la reciente creación de Izquierda Unida, creyendo que debía de ser un nuevo sujeto político, bastante más amplio y plural que sus partidos fundadores. Después vimos con simpatía la creación de una nueva corriente política que se inspiraba y resumía en el Manifiesto Ecosocialista, breve publicación donde intelectuales y activistas de centro Europa reflexionaban sobre la necesidad de crear un nuevo movimiento, que sumara a los nuevos movimientos sociales, ecologista, pacifista y feminista principalmente, uniéndolos con movimientos políticos socialistas de izquierda. En España, este movimiento se concretó en la creación de Espacio Alternativo, como corriente organizada de gente que estábamos dentro o fuera de Izquierda Unida. Funcionó durante los años 90. Los aparatos internos y otras corrientes más oficialistas se lo fueron comiendo. Hasta que posteriormente una parte de sus restos se salió de IU creando el partido Izquierda Anticapitalista que, ya en 2014, fue uno de los grupos fundadores de Podemos.
De Julio, investigador social de referencia, sobresalen sus trabajos sobre el concepto de ciudadanía, las múltiples investigaciones de sociología urbana, de investigación participativa y de metodología. En este último aspecto llevo años recomendando a los estudiantes, de fin de grado y master, su pequeña-gran obra Cómo se hace un trabajo de investigación en sociología (La Catarata, 2011).
Montañero impenitente, también en esto coincidimos. Hace muchos años hicimos algunas escapadas, junto con buenas compañías. En Gredos tuve ocasión de aprender un poco de escalada, la única vez que me atreví a practicar este deporte y con Julio como maestro privilegiado. Pero sí seguimos con los paseos de montaña, practicando el montañismo, al que ahora se llama senderismo (mala copia de la palabra anglosajona, como tantas otras). Precisamente fue en La Pedriza madrileña, junto al Refugio Giner de los Ríos, donde coincidimos personalmente por última vez, hace apenas unos cinco años. Charlamos un rato y caminamos juntos un trecho para luego seguir, monte arriba, cada uno por su camino previsto.
Desde hace años casi habíamos perdido la relación, nunca el contacto, coincidiendo en Jornadas y congresos. Apenas a principios de este verano nos escribíamos, cuando supe de su mejoría dentro de la enfermedad y quise saber cómo se encontraba, y le noté animado. ..
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