[Este
artículo se ha redactado ampliando un apartado del capítulo 1.4 y
1.5 del libro: Desde las
Asociaciones de Vecinos al 15M y las mareas ciudadanas [breve
historia de los movimientos sociales].
Editorial Dykinson. 2016.
Qué
ocurre a nivel micro, cuando hacemos una intervención social (por
ejemplo desde el Trabajo Social) con una persona o con una familia.
Podemos caer en una explicación simple o unilateral: la problemática
que tiene es por su
familia, su cultura, su grupo étnico, por su falta de trabajo...,
cuando deberíamos realizar un análisis global, holístico, sobre la
situación y el conjunto de contradicciones existentes en cada caso
concreto (sobre las contradicciones ver:
http://tomasalberich.blogspot.com.es/search?q=contradicciones)
Jesús Ibáñez y Tomás
Villasante después, explican (ya desde los años ochenta) que la
complejidad y los conflictos sociales no se pueden reducir a dos
opciones contrapuestas, como no nos podemos quedar en una visión
bipolar del mundo: izquierda o derecha, buenos y malos, blanco o
negro, ni tampoco quedarnos en los puntos intermedios, en una simple
escala de grises. Ni siquiera en el mundo biológico ni en el de la
física (ver física cuántica, que tanto utilizó Jesús Ibáñez en
sus explicaciones), ni en el de la pareja sexual: hombre y mujer.
De forma tradicional el
pensamiento se reduce a binomios de parejas contrapuestas: o eres un
hombre o eres una mujer. O estas a favor o en contra de... Lo que se
salía de estas parejas dicotómicas se rechazaba categóricamente.
No podía existir ser “un poco hombre un poco mujer”.
Pero sabemos que las
orientaciones sexuales y las relaciones pueden ser múltiples y
diversas, entre: hombre-mujer, hombre-hombre, mujer-mujer, bisexuales
(todos tenemos un lado femenino y uno masculino), transexuales,
intersexuales, asexuales, etc. En definitiva la complejidad de la
realidad no se puede reducir a binomios contrapuestos.
La cultura imperante
incluso ha rechazado que se puedan sumar virtudes o características
que se categorizan según género. Por ejemplo, ser hombre y tener
“sensibilidad femenina” se considera un defecto. Y,
especialmente, se ensalzan los valores “puros” como los más
positivos, los ideales son “un hombre muy hombre, muy macho”,
“una mujer muy femenina” ¿realmente qué significa?
La tradicional moral
judeo-cristina reduce todo a pares contrapuestos. Hombre o mujer. El
bien o el mal, no hay términos medios. Dios es el bien, el demonio
es el mal. En Dios no puede haber nada malo. En un demonio no puede
haber nada bueno... Esa es la manera de pensar que nos han enseñado
en los últimos siglos o milenios. Pero también hay otras. De hecho
la tradición mitológica greco-latina es bien distinta: los dioses
eran muchos, se peleaban frecuentemente entre ellos y, por lo tanto,
cometían también actos malignos, impuros o, simplemente, se
equivocaban.
“No
estamos hablando de una dialéctica simple, de corte hegeliano, donde
tesis y antítesis nos llevan a una síntesis, muy determinada.
Estamos ante dialécticas orientales más paradójicas, donde los
contrarios se abren a varias soluciones posibles. En Ibáñez los
dilemas se convierten en tetralemas.”
(Villasante, 2002b: 90. Ver también: Villasante 2002a:34-36).
Una de las capacidades de
los movimientos sociales ha sido el que, frente al poder o respecto
de actuaciones concretas, no sólo se puede decir sí o no. No nos
podemos quedar en ese dilema, hay que plantear tetralemas o
multilemas. A partir de lo citado, los posibles tipos de respuestas
serían al menos cinco:
- Sí. Respuesta de los afines, los que están de acuerdo.
- No. Opuestos. Ambas están en la lógica del “nosotros” o “ellos”.
- El “sí pero no”, el sí pero no así, acepto las reglas pero no lo que se propone, puedo utilizarlas para denunciar que el poder no las cumple. Cumplir escrupulosamente las reglas de seguridad paraliza el sistema, huelgas a la japonesa… un ejemplo real: En un municipio de la periferia madrileña se invita a los partidos y asociaciones a firmar la Carta de Aalborg (pro defensa del medio ambiente y las Agendas 21). En el acto público, después de la firma, hablan los participantes. Primero el gobierno, luego la oposición con algunas críticas, cuando le toca al representante de los ecologistas sorprende a todos al decir que ellos están a favor de la Carta pero, aunque participan en ese acto, no la han firmado porque el gobierno municipal sistemáticamente no la cumple en sus actuaciones.
- El “no pero sí”, no a las reglas, leyes… cumplo lo planteado pero denunciando las reglas del juego, las contradicciones del sistema. P. ej.: “Ustedes dicen que participemos pero no nos dejan participar en los temas importantes, como los presupuestos. Dicen que no hay dinero para x temas pero sí lo hay para grandes obras, publicidad,… Dicen que quieren construir nuevas viviendas para así poder tener más viviendas sociales: les decimos sí a las viviendas sociales pero no al sistema creado de urbanismo especulativo que quieren legitimar mediante la construcción de unas pocas viviendas asequibles…”.
- El “ni sí ni no”, no acepto las reglas del juego, no acepto su lógica y no entro en el juego. Es más lo denuncio por artificial: es un juego cuyo fin es que quieren hacer creer a la ciudadanía que sólo ustedes existen, que sólo existe el sí y el no. Hay otras alternativas. Por ejemplo, ante la polémica sobre la participación de asociaciones juveniles en la gestión de una Casa de Juventud puede haber posiciones a favor de la participación o en contra (del gobierno y la oposición). Pero puede haber grupos juveniles que digan que ni sí ni no: si va a ser una participación encorsetada, prefieren no participar y crear un centro social okupado, fuera de los márgenes institucionales. De una forma “alegal”. Así también está el “no acepto la pregunta”, porque mis preguntas y mis respuestas son otras.
Todas estas preguntas y
respuestas posibles han estado en algún momento presentes en la
evolución de los movimientos ciudadanos desde los años setenta en
España.
Estado, Mercado y
Tercer Sector: Marc Nerfin y Tomás R. Villasante
Las sociedades modernas se
han configurado en torno a dos fuerzas principales que las vertebran:
El Estado y el Mercado. En palabras de Marc Nerfin (1992): El
Príncipe y el Mercader. Sin embargo, la complejidad social tampoco
se puede entender en este caso sólo desde la visión bipolar, ya que
no todo es Estado (guiado por el control público) o Mercado
(objetivo principal la búsqueda del beneficio). El Tercer Sector
está configurado por las organizaciones que no encuentran cabida en
ninguno de los dos citados y que actúan con otras lógicas, son
entidades privadas pero sin ánimo de lucro. Mayoritariamente buscan
situaciones que no se reducen a más Estado o más Mercado, ni
tampoco a soluciones intermedias, como economías mixtas, mercado con
protección estatal, etc.
En nuestras sociedades los
problemas no se resuelven simplemente con más poder para las
administraciones públicas (más Estado) o más poder para el capital
(más libertad de mercado). Como lo demuestra el hecho de que, por
ejemplo, los problemas de contaminación, falta de derechos de las
mujeres, de las minorías, etc. han persistido tanto en sociedades
con gran poder público del Estado, como en las neoliberales, de gran
poder del mercado.
Las ocho contradicciones
citadas (ver a partir de Galtung el enlace citado al principio)
coexisten en una sociedad compleja que se estructura en base a tres
polos de atracción. Es decir, por debajo de los polos tradicionales
–Estado y Mercado, ambos ostentan diferentes parcelas de poder-
podemos representar un tercero, el del mundo de los de “abajo”:
el del Ciudadano y el Tercer Sector.
Nerfin y Villasante nos
hablan de un triángulo imaginario, cuyos vértices son representados
por el Príncipe, el Mercader y el Ciudadano. Los mundos político,
económico y social-ciudadano están entremezclados, pero no por ello
dejan de existir organizaciones colectivas más netamente políticas,
económico-privadas lucrativas o sociales (de las asociaciones
formales e informales). En los
vértices de este triángulo imaginario en el que está representada
la sociedad estarían (por ejemplo, en el caso del Estado español),
el Estado central por un lado, a la izquierda; las grandes empresas,
corporaciones, multinacionales,… por otro, a la derecha, y en el
vértice inferior “los de abajo”, los movimientos sociales más
transformadores y alternativos, a favor de más democracia y de
construir un Tercer Sistema.
Figura 1. Estado,
Mercado y Ciudadano, la estructura social
(Elaboración propia, a
partir de Nerfin y Villasante)
Con la referencia de este
triángulo imaginario es posible una nueva representación que se
corresponda más con la complejidad de nuestra sociedad: tres
círculos de influencia, entrelazados y mezclados, que varían en
tamaño según cada sociedad en función de la importancia del mundo
político, económico y social.
Cada vértice del
triángulo es un punto central del que parten ondas de influencia,
que se entrecruzan con las que parten de los otros dos puntos, pero
pierden fuerza según aumenta la distancia al punto central. Así,
los mundos político-estatal, económico-privado y social -ciudadano-
están entrecruzados, pero no por ello dejan de existir
organizaciones más netamente políticas, económico-privadas o
sociales.
Figura 2. Tendencias de
Estado, Mercado y Ciudadano.
(Elaboración propia)
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