(recensión
publicada en la revista Sistema, nº 256, octubre 2019)
“El
momento de la ciudadanía” interesante título para una obra que
analiza temas que deberían ser referentes en los debates actuales:
las nuevas experiencias de innovación social y su relación con los
gobiernos municipales.
Enfocan
el análisis de esas experiencias en solo cuatro ciudades y a nivel
micro, de barrio o territorio, en la última década y sus raíces
anteriores. Esta es la primera de sus limitaciones: la obra se
circunscribe a Madrid, Barcelona, Bilbao y Zaragoza. Aspecto que tal
vez debería de estar citado en el propio subtítulo de la obra.
Esto
no le quita valor, son experiencias positivas que se han repetido o
copiado en otras ciudades de nuestra geografía. Curiosamente para
los autores su análisis es sobre dos grandes ciudades (Barcelona y
Madrid) y dos ciudades “medianas”, Zaragoza y Bilbao. Perspectiva
diferente para los que consideramos que las cuatro son grandes
capitales y que como tales tienen problemáticas específicas, no
necesariamente compartidas por la mayoría de los núcleos urbanos
españoles.
Es
una obra colectiva (citaremos a los autores en sus capítulos) y se
divide en dos partes prácticamente a mitades iguales: sus primeras
cien páginas están dedicadas a la presentación, introducción,
metodología y análisis de los aspectos comunes de las cuatro
ciudades, mientras que la segunda parte, de equivalente extensión,
incluye la descripción y análisis de las experiencias de cada
localidad.
El
conjunto es por lo tanto breve. A nuestro parecer, visto el global,
la primera parte es excesiva y algo repetitiva, mientras que la
segunda, análisis de lo concreto, se nos queda escasa.
En
la primera parte tenemos un primer capítulo de introducción que
realmente resume todo el libro e incluye la definición de algunos de
los conceptos empleados a largo de la obra.
Uno
de ellos, fundamental, es el concepto de “sociedad civil”. Los
autores conocen que ha sido usado con múltiples acepciones,
generando un amplio debate. Se inclinan por definirla como “la
sociedad organizada fuera del Estado con pluralidad de intereses”,
definición amplia, exacta y concreta. No tanto lo que indican a
continuación: que ellos van a prestar atención particularmente “a
las acciones de aquellos grupos de la sociedad civil que se guían
por valores progresistas y luchan por fortalecer la justicia social y
los mecanismos redistributivos”. Esto, pienso, debilita la acertada
primera definición citada. Es decir, parece que nos quedamos con la
parte de la sociedad civil que más nos gusta y que más nos interesa
y que, como en otros conceptos (Tercer Sector, ONG…), se confunde
lo que queremos con lo realmente existente. Lo positivo es que en
este caso los autores lo dicen expresamente, a diferencia de otros
análisis.
Otro
concepto interesante es el de “innovación social” definido como
un proceso fruto de las iniciativas locales que afrontan las
necesidades de los ciudadanos no satisfechas por el mercado y tampoco
por el Estado.
Otros
conceptos utilizados son el de “intervencionismo multinivel”,
para referirse a la intervención desde diferentes administraciones
públicas, habitualmente entre nivel local- municipal, regional y
estatal. Y, en algunos casos, el de la Diputación Provincial. Y,
finalmente citar que se corresponde o complementa con otro concepto
profusamente utilizado: el de bottom-linked para referirse a
las redes de relación-enlaces desde la base social.
De
los casos analizados concluyen que en las ciudades españolas se han
desarrollado modelos de gobernanza que combinan las políticas
orientadas a la integración social y a la competitividad económica
y se considera estos dos aspectos se pueden reforzar mutuamente.
Contrariamente a lo que en muchas ocasiones pregona el pensamiento
neoliberal que indica que se debe de optar entre cohesión social o
competitividad como políticas excluyentes. El caso de Bilbao, como
el conjunto del País Vasco, sería el más claro en apostar por
ambos simultáneamente.
También
hay que hacer notar, con los autores, que en el presente siglo se ha
sustituido el objetivo de perseguir la justicia social por solo
conseguir la cohesión social. Los seculares objetivos de justicia
social se han ido sustituyendo por prioridades de cohesión social y
sobre todo de mejora en la competitividad con más recursos europeos
e inversiones.
Se
constata que los procesos de globalización actuaron como estímulo
para que llegaran a las ciudades inversiones de los sectores más
competitivos y también especulativos. Esas inversiones afectaron de
manera negativa a ciudadanos desfavorecidos, como ocurre con el
proceso de gentrificación de grandes ciudades, unido a la
financiarización de la propia economía. Además “La nueva
economía basada en la flexibilidad no requiere de altas cuotas de
cohesión social razón por la cual se puede dar crecimiento
económico sin integración social”. Conclusión: nos hemos
olvidado de la justicia social y, como mucho y solo en algunos casos,
se persigue la cohesión social.
Otro
punto, que se repite en la introducción y en cada apartado de la
obra, es la insuficiente transferencia financiera, autonómica y
nacional, hacia los ayuntamientos. Se señala que ha sido compensada,
muy parcialmente, por la financiación de la Unión Europea, que ha
permitido a algunas administraciones locales y a algunos actores de
la sociedad civil poner en marcha iniciativas innovadoras. De nuevo
hay que hacer notar que cuando se habla de ciudades se está
hablando de grandes ciudades.
Miquel Pradel |
El
capítulo dos se dedica a la metodología empleada en el estudio. Se
explica que se han realizado entrevistas a los actores promotores de
las iniciativas de innovación social, como técnica principal
utilizada y, de modo complementario, realizaron “talleres de
debate” o “talleres de discusión”, que no explican como
técnica de investigación y que, por lo que indican, se asemejaría
a lo que comúnmente denominamos técnica de “grupos de discusión”,
pero realizados solo con representantes de entidades sociales. No
dicen cuántas entrevistas han realizado, ni tampoco de otras
técnicas que citan como utilizadas: “la observación participante,
la etnografía, las historias de vida, talleres de discusión, entre
otras técnicas cualitativas”.
En
total son 26 las experiencias analizadas en el proyecto de
investigación que han denominado INNOSOGO: siete en Barcelona y
Zaragoza y seis en Bilbao y en Madrid. Los ejes utilizados en sus
análisis comunes son: 1, si las experiencias son más o menos
institucionales o si se han acercado más a las instituciones y
colaboran más o menos con estas; 2, otro eje transversal sería si
en cada una de las experiencias de innovación se derivan valores más
o menos contrahegemónicos, es decir, si están promoviendo una
alternativa de modelos y prácticas transformadores o se integran y
articulan en los modelos existentes; 3, valoran de forma
independiente hasta qué punto cada una de ellas tiene autonomía
financiera y, 4, cuál es su modelo de organización y autogobierno:
si es más o menos horizontal o vertical y más o menos
profesionalizado. Todos ellos ejes transversales muy interesantes.
Los
capítulos tres y cuatro tocan también aspectos generales del
conjunto de las experiencias analizadas y, desde mi punto de vista,
podrían haber sido colocados al final de la obra y de manera más
breve. Porque, como decía anteriormente, es la segunda parte del
libro, capítulos cinco al octavo, donde realmente se entra en la
descripción y se relata y analiza de manera concreta cada una de las
experiencias, y es donde el lector más interesado se queda con ganas
de saber más sobre cada una de ellas y sobre las características y
conclusiones de cada una de las ciudades.
En
las experiencias actuales analizadas, es común en las cuatro
ciudades ver como son herederas, por un lado, de los movimientos
sociales de los años 70, con predominancia clara de las asociaciones
de vecinos de la época y que han sobrevivido a sus diferentes crisis
y, por otra parte, de los movimientos de indignados, concretados en
el 15M desde el 2011. Como ocurre en otros libros colectivos, con
autores diferentes para cada capítulo, se repiten algunas ideas en
exceso y una de ellas es la influencia del movimiento 15M en todas
las nuevas experiencias.
Los
impactos producidos por estas iniciativas “se resisten a ser
medidos en términos estrictamente cuantitativos”. También se
indica que “es posible realizar una estimación más o menos
aproximada de cuántas personas se han beneficiado de un proyecto de
inserción laboral, han recibido asistencia sanitaria a pesar de
tener negado este derecho, a participar en un proyecto impulsado por
el centro social... Sin embargo otros impactos, no tan tangibles ni
identificables a primera vista, pueden resultar más importantes
especialmente en el medio plazo”. Afirmaciones certeras pero que en
la práctica se echa en falta ese relato cuantitativo “posible”
pero no incluido. En la mayoría de las experiencias apenas figuran
datos sobre cuántas personas se han visto beneficiadas. Sí se suele
citar el número de entidades o colectivos participantes, lo cual es
en sí mismo un dato de valor. Un mayor aporte cuantitativo nos
permitiría conocer si las experiencias son buenos ejemplos a seguir,
pero que se quedan dentro de lo marginal, o hasta que punto han
influido en el conjunto de la sociedad. Aspectos que se podrían
combinar y contrastar con los datos a partir de encuestas de opinión,
como por ejemplo se hizo en su momento para saber la opinión de la
población española sobre el movimiento 15M y sus reivindicaciones.
Algunos
casos de movimientos sociales, como por ejemplo la Plataforma de
Afectados por la Hipoteca (PAH), ha tenido una influencia clara sobre
el conjunto de la sociedad y sobre la percepción social del problema
de los desahucios. Pero, más allá de este caso o del propio 15M en
su momento, nos preguntamos si la percepción social sobre las
iniciativas que se citan de empleo, economía solidaria o sobre los
centros sociales autogestionados (ocupados o pactados con
instituciones) ha cambiado o hasta qué punto lo ha hecho en los
últimos años ¿ha cambiado esa percepción en la mayoría de la
población?
Marisol Garcia Cabeza |
Las
experiencias se clasifican en tres tipos diferentes: las de empleo,
donde se ubican experiencias de nuevas cooperativas y plataformas de
la economía social y solidaria; las de participación, donde se
incluyen también algunas sectoriales, como Yo sí Sanidad Universal,
ateneos de diferente tipo y espacios de carácter sociocultural, como
el centro social Luis Buñuel de Zaragoza, y, tres, las relativas a
recursos, donde tienen importancia las iniciativas sobre vivienda,
alimentos y pobreza energética, y donde se incluye la Alianza contra
la Pobreza Energética de Barcelona, el Banco de Alimentos 15M de
Tetuán (Madrid) o REAS como red de economía alternativa y solidaria
en Madrid y en otras ciudades. En este último ejemplo, como en
otros, las iniciativas ciudadanas se mueven simultáneamente en
varios de los tipos señalados.
En
el caso de Madrid (escrito por Fernando Díaz y Mª Luisa Lourés) se
destila implícitamente del relato la consideración de que el cambio
de gobierno local de 2015 es irreversible. Uno de los apartados se
titula “Madrid el ocaso de un modelo de gobernanza neoliberal”.
La larga tradición conservadora de los gobiernos locales madrileños
parece que llegó a su fin en 2015. La triste realidad es que ese
cambio progresista se ha visto truncado en la mayoría de las
denominadas “ciudades del cambio” españolas en 2019. Barcelona
sería una de las pocas excepciones que confirman la regla.
La
importancia de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de
Madrid, como en los casos de Barcelona y de Zaragoza está claro: esa
relación entre las federaciones de asociaciones vecinales, de
barrios denominan en Zaragoza, los cambios en la ciudad y los cambios
desde y con el 15M. La importancia del barrio y del territorio más
próximo en la construcción de las nuevas iniciativas de innovación
está presente permanentemente. Pero hay que matizar que en Madrid
los gobiernos conservadores han seguido una política de
enfrentamiento con las nuevas y viejas iniciativas sociales. No es el
caso de las otras tres ciudades. La gran importancia de las
asociaciones vecinales sí es común en un aspecto fundamental: en el
apoyo prestado a las nuevas iniciativas de innovación social. Los
espacios (sede social) y las redes vecinales de buena parte de las
asociaciones tradicionales han sido base imprescindible para el
despegue de las iniciativas. Podemos añadir que, en la mayoría de
los casos, viejos recelos y temores a la “competencia” entre
nuevas y antiguas asociaciones han sido superados.
Bilbao
(Santiago Eizaguirre) es el único caso en el que en 2015 no hay un
cambio de gobierno local: no es una de las “ciudades del cambio”,
ya que no hay ese cambio político que se da en las otras tres
ciudades analizadas. Sobresale la capital vizcaína por su tradición
en el carácter pactista y de búsqueda del consenso social, a
diferencia de las otras ciudades. Contradice con su práctica la
asunción del principio neoliberal en favor del Estado mínimo, según
el cual “en los contextos de bienestar provisores, la sociedad
civil no tiene estímulos para ser creativa e innovadora” (p.140).
En
Barcelona (Ana Belén y Marc Pradel) el pacto con las asociaciones
vecinales y sus federaciones ha sido una constante en el desarrollo
de la ciudad, especialmente desde los años noventa con las apuestas
por los grandes proyectos (Olimpiadas), los planes estratégicos y
las grandes inversiones que han conformado el desarrollo de la
ciudad.
Zaragoza
(Lídia García y Marisol García) ha copiado y seguido la estela de
Barcelona en cuanto a grandes proyectos (Expo), planes estratégicos
y tradicional pactismo institucional con las asociaciones vecinales
de barrio.
Como
anotación política conclusiva indicar que es curioso cómo, desde
la misma presentación e introducción de la obra, se dice que en los
casos de Barcelona, Madrid y Zaragoza en 2015 se produce un cambio de
gobierno, en favor de “plataformas ciudadanas surgidas de la
sociedad civil apoyadas por los partidos políticos de izquierda”.
Nada que objetar a esta afirmación. Pero si resulta chocante que a
lo largo de toda la obra se cite a algunos partidos y a otros no. Se
cita repetidamente a los gobiernos anteriores del Partido Popular,
del PSOE, etc. a los gobiernos conservadores, progresistas…
Pero en ningún caso se cita a los partidos que forman parte o han
propiciado directamente la construcción de los nuevos gobiernos de
2015.
Recuerda
a algunas publicaciones (como por ejemplo ocurrió con Madrid15M)
en que en sus artículos con frecuencia se citaba críticamente al
PSOE y al Partido Popular, pero que nunca, ni para bien ni para mal,
se citaba a partidos como Podemos o Izquierda Unida. En este caso el
libro que comentamos volvemos a lo dicho al principio: se cita
positivamente a la sociedad civil, al Tercer Sector y a las
“plataformas ciudadanas” que promovieron cambios políticos
locales en 2015. Plataformas y sociedad civil progresista,
“independiente” y organizada. Parece que se las quiere puras y
neutras en el tablero político. De hecho, visto el tema, llegamos al
final y encontramos un útil índice temático, en el que, por si
había dudas, revisamos las citas a partidos: en los dos mayoritarios
tradicionales figuran tres o cuatro citas cada uno, pero ni una sola
cita a los partidos de las nuevas “plataformas ciudadanas”. Para
los autores Podemos no existe, IU no existe, Iniciativa per
Catalunya, Catalunya/Barcelona en Comú, etc., tampoco ¿Se puede
realizar un análisis de la “gobernanza urbana” (subtítulo del
libro) sin hablar de los partidos políticos realmente existentes?
Los
cambios recientes dejan un tanto obsoletas algunas expresiones
políticas del libro, ya que el trabajo de campo fue realizado en
2016/17. La realidad del cambio político es que algunas de las
reflexiones serían otras con las elecciones de mayo de 2019. En
cualquier caso, esto no quita interés al trabajo de investigación
realizado. Faltaba un relato de conjunto sobre las movilizaciones
concretas de los nuevos movimientos sociales desde la pasada década
y, especialmente, de su cristalización en las innovadoras
iniciativas experimentadas en la década actual. Esta obra constituye
así un buen y breve relato de importantes iniciativas sociales en
estas cuatro grandes ciudades.
Tomás
Alberich
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