3 de marzo de 2021

Reuniones, participación ciudadana y social ¿telemática, presencial? (y III)

 La pandemia se aprovecha para reducir la Participación Ciudadana

Recordábamos hace casi un año que “la primera víctima cuando llega la guerra es la verdad” (H. Johnson, 1917). La lógica bélica se había instalado con la pandemia y el inicio del obligado confinamiento, con la multiplicación de los bulos por un lado y la disciplina con la verdad oficial por el otro. Ahora podemos decir que la segunda víctima de la pandemia ha sido la participación ciudadana, junto a una crisis económica extrema.

Desde hace tiempo se ha constatado que la desafección de la población con respecto a la política y el paralelo deterioro de la democracia aumentan con la falta de democracia directa, con la escasez de cauces para la participación pública, para la mera comunicación de la ciudadanía con el mundo político y para el control de las instituciones por los representados. Con la escasez de encuentros y debates presenciales este deterioro ha aumentado. Numerosos alcaldes y equipos de gobierno, a diferentes niveles de la Administración, aprovechan para disminuir la participación ciudadana en sus municipios, distritos o localidades. Precisamente las nuevas tecnologías y redes virtuales pueden facilitar la participación en lo público y el control sobre las instituciones, pero no se están aprovechando para esto, más bien para lo contrario.

Por ejemplo, es habitual que la sesión plenaria de un Ayuntamiento se pueda seguir en directo por el canal correspondiente, pero el turno de ruegos y preguntas con los vecinos, establecido al final de cada Pleno, se ha eliminado sin más explicación. Las cacicadas se multiplican. Con la pandemia, la realización de los Plenos de los ayuntamientos se realizan sin público, por “seguridad”, no solo los telemáticos, también los que se realizan con presencia de los concejales se desarrollan impidiendo la asistencia y participación de la ciudadanía. Se ha aprovechado para eliminar la parte final de participación vecinal en cada Pleno, cuando hubiera sido muy fácil crear canales de participación nuevos, al menos para que los vecinos pudiesen presentar preguntas (por correo-e, WhatsApp o SMS) para ser contestadas al final del mismo Pleno.

No se está respetando ni la tradición de cada municipio, ni lo que consiguieron los movimientos ciudadanos incluir en la legislación municipal en los años 80, tímidamente: una de las reivindicaciones que se explicita en el Reglamento de Organización, Funcionamiento y Régimen Jurídico de las Entidades Locales (ROF), artículo 88.3, y en el apartado de esta norma denominado precisamente Estatuto del Vecino, art. 228.2 “Terminada la sesión del Pleno, el Alcalde puede establecer un turno de ruegos y preguntas por el público asistente sobre temas concretos de interés municipal. Corresponde al Alcalde ordenar y cerrar este turno” (Real Decreto 2568/1986).

Aparte de la norma jurídica vigente, podemos recordar una definición de participación ciudadana: conjunto de actividades, procesos y técnicas por los que la población interviene en los asuntos públicos que le afectan. En sociedades complejas “la participación ciudadana tiene como fin que los habitantes de un lugar sean más sujetos sociales, con más capacidad para transformar el medio en que viven y de control sobre sus órganos políticos, económicos y administrativos” (Guía fácil de la participación ciudadana, manual de gestión).

Por otra parte tenemos la participación social, que es un concepto más amplio y difuso, relacionado con la acción colectiva: cualquier acto, fenómeno o proceso colectivo de participación de la sociedad. Por ejemplo, las actividades culturales, festivas, deportivas, los colectivos informales, etc.

Tanto la participación ciudadana como la social son positivas para la salud democrática de las sociedades y para la salud mental de las personas. Y ambas están disminuyendo en la nueva era del coronavirus. El ser humano es un animal social por naturaleza, no puede existir sin relaciones sociales. Es cierto que la participación social está reproduciéndose con nuevas formas telemáticas, reinventándose cada día en nuevas redes sociales virtuales. Pero recordemos que los gobiernos y las administraciones públicas se deben preocupar de dar un paso más allá de la simple participación social y deben fomentar la participación ciudadana, para avanzar en una sociedad con más y mejor democracia.

Durante el confinamiento estricto de marzo-abril de 2020 estuvo justificado que no se convocaran órganos de participación pública y que se negara la presencia de lxs vecinxs en los Plenos. También que, momentáneamente, no se celebraran reuniones de otros órganos esenciales, como los Consejos de Participación Ciudadana sectoriales (de Urbanismo, Medio Ambiente, Cultura, Mujer, Servicios Sociales, el Consejo Económico y Social, etc.) que hay reconocidos en cada municipio. Durante esta situación excepcional -que recordemos apenas duró dos meses-, todos los órganos institucionales y la estructura administrativa pública tuvo que transformarse y adaptarse a la nueva situación, haciéndolo de forma bastante rápida y exitosa en la mayoría de los casos, con la utilización masiva de las nuevas tecnologías para la comunicación colectiva y la celebración de las reuniones de forma telemática.

El problema es que se ha aprovechado esta situación excepcional para reducir aún más la participación ciudadana local y regional, utilizando la pandemia como excusa para dejar de convocar esos órganos de participación o hacerlo de manera más dilatada en el tiempo. Esta paralización o ralentización lo que produce es una mayor desafección vecinal hacia el mundo de la política y con la política institucional.

Estos procesos de reducción de la poca participación ciudadana que existía, son evidentes en el caso de municipios de la región madrileña y seguramente en otras CC.AA. En el caso de la ciudad de Madrid, el gobierno de PP-Cs ha planteado un cambio de normativa que incluye la desaparición de los Foros Locales de Distrito y de las mesas temáticas, para ser sustituidos por órganos encorsetados llamados de “proximidad”. Las mesas temáticas son los órganos sectoriales de base más próximos al vecindario, que se crearon como primer paso para animar y facilitar la participación vecinal, al tratar los problemas concretos de cada barrio y distrito según temas sectoriales (cultura, educación, fiestas, urbanismo y obras, medio ambiente, etc.). Son o eran la puerta de entrada vecinal a la participación ciudadana, facilitar la entrada a la participación pública en la institución local, como lo son los consejos de participación, de barrio o de pueblo, en muchas otras localidades de menor tamaño que la capital. Ver también la ofensiva contra laboratorios ciudadanos de participación https://www.publico.es/culturas/ayuntamiento-madrid-medialab-prado-futuro-incierto-proyectos-culturales-innovadores-participativos-madrid.html

Aprovechando la situación y en contra de la normativa aún vigente, ya hay concejales madrileños -presidentes de Distrito- que no asisten a los plenarios del Foro Local, ni toman en consideración los trabajos de las mesas temáticas. Estas se están reuniendo menos y en formato on-line, y han perdido componentes por la dificultad que supone para muchas personas (analfabetas digitales), estando algunas a un paso de su disolución.

Recordemos que esta estructura participativa fue una ampliación llevada a cabo por el gobierno local de Ahora Madrid en el mandato anterior (2015/19), del que se podría decir que fue un resurgir esperanzador de la participación plural entre colectivos, que tenían un funcionamiento anterior más individualista (obligados por la no convocatoria de órganos colectivos de participación). Aunque existía bastante margen para la mejora de estos nuevos órganos (Foros y mesas), fue al menos un tímido avance, paso que tuvo unos logros que animaban a seguir con una participación ciudadana renovada, fue un recomienzo que ahora se anula por el gobierno local de PP-Cs.

La cultura

La situación cambiante de la pandemia, con sus sucesivas olas, ha creado una situación de inestabilidad que se aprovecha para anular cualquier programación y planificación institucional. Desde mayo pasado, numerosas actividades culturales, artísticas y sociales son programadas y anuladas sucesivamente, provocando que la participación social también se vea reducida. Hubiera sido más lógico programar directamente pensando que estamos en pandemia y que en esta situación vamos a seguir bastante tiempo, como señalaban los epidemiólogos, organizando las actividades públicas con las debidas medidas de seguridad. Ha sido desde este mes de febrero, después del desastre de querer “salvar la navidad”, cuando parece que por fin se ha asumido la nueva realidad en la programación cultural pública, después de un año de pandemia. Planificando en el medio plazo y programando solo algunas actividades y con todas las medidas de seguridad.

A nivel asociativo, además de reuniones ejecutivas estatutarias y de equipos de trabajo, están las más informales y las del ámbito cultural, por ejemplo las tertulias. Es imposible la realización a distancia de una tertulia, ya que exige cercanía y el lenguaje no verbal cobra más importancia. Una tertulia telemática no es una tertulia, es otra cosa, se convierte en una videoconferencia o en los citados webinar, muy interesantes pero con otro carácter, de diferente nivel de participación y público destinatario. Una tertulia, sea sobre el tema que sea -cultural, social, etc.- es un intercambio de ideas donde los asistentes son también participantes (no meros espectadores) y charlan distendidamente, incluso aunque por su número alguien tenga que ejercer funciones de moderador/a o de dar la palabra. Es necesario un ambiente relajado, de libertad y de cierta confianza para que se le pueda llamar tertulia.

En el ámbito cultural también hay que recordar que no es lo mismo la participación telemática que la realidad virtual. Las conferencias telefónicas entre tres o más personas simultáneamente fueron un primer avance en este campo. Luego han venido las videoconferencias que han sido un salto fundamental, pero no es disparatado pensar que el siguiente paso sea la llegada de las conferencias con realidad virtual, en las que, provistos cada participante de las gafas especiales o escafandras que se usan para estos menesteres o “cascos”, cada persona participante de la reunión se vea dentro del mismo espacio que el resto e interactúe con los demás como si de una reunión presencial se tratase. Hasta ahora se han realizado este tipo de experiencias en actos culturales pasivos, ver y sentir al que actúa, o sentir el espectáculo en 3D, pero están por desarrollar en espacios de trabajo, y que sean habituales en actos culturales activos y sociales.

A modo de conclusión

Como esto va para largo más vale que nos preparemos psicológicamente y que no asumamos acríticamente lo que nos llega, como si las cosas no pudieran ser de otra manera. La nueva realidad seguirá transformándose y de muy diversas maneras.

Para finalizar (esta serie de tres artículos), la recomendación sería que las reuniones de trabajo con poca gente, para temas muy concretos y tasados, sean en el ámbito laboral, asociativo o institucional (equipos y comisiones de trabajo), lo mejor es que sean telemáticas (a través de zoom, teams, jitsi, etc.), combinadas cada cierto tiempo con sesiones presenciales. Sobre todo si los participantes están en el mismo espacio físico (laboral) o en un espacio próximo (barrio, pueblo). Esto es válido también para la formación, excepto la de enseñanza obligatoria y en general toda la educación para menores de 18 años que debe ser principalmente presencial, con una parte a distancia incrementada según subimos de edad y ciclo.

Las conferencias, congresos, actividades culturales y las sesiones plenarias de instituciones (plenos de ayuntamientos, parlamentos, conferencias interinstitucionales…) deberían apostar por sesiones presenciales siempre, grabadas y con visibilización pública en directo, ya que se pretende que se vean por el mayor número posible de gente. Además mejora la trasparencia, tanto institucional como de las organizaciones y empresas. Técnicamente se puede facilitar no solo la visualización si no también la participación externa, las intervenciones, preguntas, etc. Pero su realización simultánea presencial facilita la comunicación directa, tiene otras ventajas que ya hemos comentado y en otros niveles diferentes al telemático. Por supuesto puede haber actividades y situaciones intermedias.

Otras conclusiones serían:

  • Hemos hablado de urbanitas y comportamientos sociales en zonas metropolitanas, pero hay que recordar que una importante minoría de población vive en zonas rurales, con deficientes conexiones inalámbricas, de internet, etc.

  • Ayuntamientos y otras instituciones, públicas y privadas, aprovechan la pandemia para reducir la participación ciudadana. La transparencia es esencial para posibilitar la participación. Tanto en un caso (participación) como en el otro (transparencia) no se están utilizando suficientemente las nuevas tecnologías, principalmente porque no se quiere -aquello que decimos de que “no hay voluntad política”.

  • Las ciencias sociales también tienen que adaptarse, la psicología social y la sociología especialmente, en las investigaciones el análisis cuantitativo cobra de nuevo mayor importancia (análisis métrico estadístico, tráfico en las redes, comportamientos-conexiones etc.). El análisis cualitativo tiene que adaptarse a investigaciones de comportamientos en/a través de/ la pantalla.

Sobre los temas tratados, interesante ver este artículo:
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