Cuando era joven daba gusto salir.
Antes salíamos sin bolso, sin nada. Los chicos con más razón.
Solo era necesario llevar una pequeñita cartera con el DNI y algo de dinero en el bolsillo del pantalón, y punto. Como mucho las llaves de casa si no iba a estar tu madre o por si acaso.
Luego cada vez más cosas.
Las gafas de sol que nunca se sabe.
Pañuelos de papel también por si acaso.
Y pasan los años.
La presbicia, añades las gafas de leer. Eso si ya además no cargabas con las de ver en general…
Unos caramelos o pastillas para la tos, que ya tienes unos años y hay que cuidarse, sobre todo si vas a una conferencia o a un concierto, o al cine... que no te de un ataque de tos y hagas el ridículo o te tengas que salir en medio del espectáculo.
Te recomiendan llevar siempre una botellita de agua, hay que hidratarse, el por si acaso te ataca de nuevo... y luego alguna pastilla para lo tuyo, para lo que tengas.
Llegaron los teléfonos móviles.
Más chismes, más aparatejos y gadgets. Seguro que se me olvidan unos cuantos...
Así hasta el infinito. Hombre o mujer, cargas con un bolso abultado.
Y ahora vas y miras a los jóvenes: llevan el móvil y punto. Pagan con el móvil, se identifican, todo. Y ya está. Viven con y en el móvil. No necesitan nada más.
Y tú con el pesado bolso.
Y con la mochila de tu vida a cuestas.
Publicado en diario.es: Hacerse mayor, más gadgets
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