1 de octubre de 2015

Elogio de la soledad [y del silencio]

No hables si no vas a decir algo más bello que el silencio

El hombre es un ser social por naturaleza. Aristóteles señalaba que el hombre que es capaz de vivir fuera de una sociedad es un bruto o un dios. Conecta con la idea clásica griega de que la persona a la que no le interesan los asuntos públicos, o lo que es lo mismo, la política de la comunidad, es un idiota (un apolítico). 

“El hombre es un ser social. Siempre ha vivido en sociedad como un hecho natural, casi sin reparar en ello, al igual que el pez no repara en el agua, o los seres vivos terrestres no reparamos en el aire...” J. F. Tezanos (2006:37)

Los humanos nos consideramos a nosotros mismos como “animales superiores” y ahora sabemos que somos el resultado de una doble evolución: la biológica y la social. Las dos han sido imprescindibles e inseparables para llegar al homo sapiens.

 Pero la idea de Aristóteles también nos sugiere dos cosas más: si vives totalmente alejado de la sociedad te conviertes en un bruto, en un ser que es un “animal” como decimos a veces. Vivir aislado puede ser por casualidad, por accidente, como el mito de Robinson Crusoe. O puede ser por voluntad propia, como hacían los ascetas, los místicos (pasados o actuales) que deciden alejarse de la comunidad, para meditar y vivir libremente su vida interior.


Esto evidentemente es muy difícil. De hecho en la concepción aristotélica deduzco que también había una cierta envidia: solo los dioses serían capaces de vivir en soledad, sin necesitar a nadie. Solos y felices. Aristóteles nos estaba expresando las tremendas dificultades de ni siquiera intentar ser un asceta total.

Es conocido que una persona puede estar un mes o más sin ingerir ni un solo alimento, permanecer en huelga de hambre total (solo agua) y cuando lo deje podrá volver paulatinamente a realizar una vida normal. Sin embargo si ese ese mismo tiempo (un mes o más) una persona permanece aislada es fácil que el desequilibrio que sufre su mente sea devastador. No volverá a ser el mismo. Bien por accidente o en el caso de presos en celdas de castigo con aislamiento total, los humanos sufren un deterioro cognitivo irrecuperable. En conclusión: necesitamos la comunicación humana igual o más que la propia alimentación.
Sin embargo vamos ahora a nuestra realidad cotidiana. Estamos en el caso opuesto. Estamos híper-saturados de comunicación y de relaciones. Raramente podemos estar algo de tiempo disfrutando de nuestra soledad y en silencio. Las nuevas redes sociales y de las TIC han venido a empeorar la situación. Tan positivas para otras cosas, incluido el romper aislamientos. Por supuesto la soledad impuesta (o autoimpuesta) es aislamiento negativo y puede convivir con una falsa comunicación.

Para la mayoría de la población (a todas las edades) la saturación es total: permanecemos todo el día “conectados”. Trabajo-obligaciones y familia-amistades nos absorben la casi totalidad de la existencia. En una sociedad hipercompetitiva, el resto del tiempo no relacionado directamente con el trabajo, el del descanso o alrededores (transporte, comida,...) también nos lo pasamos conectados, en “comunicación” o seudo-comunicación superficial con el resto del mundo (oyendo la radio, la televisión, internet, wasapeando,...). Así, nuestra mente raras veces descansa.

¿Qué pasa con este exceso de ruido y comunicación? Sabemos que cuerpo y mente son uno. Que si uno o dos sentidos trabajan durante todo el día (el oído y/o la vista), el resto también está activo, trabajando o en tensión. Aunque no nos demos cuenta. A veces nos duele la cabeza o los músculos se resienten (especialmente los relacionados con la espalda) y no sabemos por qué. Pensemos que hemos hecho las últimas 12 o 16 horas: estar conectados y atentos a toda esa información y comunicación.  Es comunicación porque respondemos a la información, es en los dos sentidos: al chatear, wasapear o hablar estamos respondiendo activamente a la información recibida. Por eso nos engancha más, porque, a diferencia de simplemente ver (tv), nos sentimos protagonistas activos de una actividad.

Es tanta la absorción por el medio humano circundante (real o virtual) que cuando estamos solos y en silencio sentimos algo raro. Incluso nos molesta. Nos “falta algo”. El silencia total nos llega a irritar.
... ...
¿QUÉ HACER? ALGUNOS PENSAMIENTOS PARA SER, PARA NOSOTROS MISMOS?

Practica el arte de no hablar un día a la semana. O, al menos, unas horas. Según tus ocupaciones podrás hacer más o menos. Aprenderás del silencio. Estar un día sin hablar con nadie es un camino hacia la sabiduría interior.

Aparentemente tan fácil como barato. Pero no: no es fácil. De hecho muchas personas dirán que no pueden hacerlo por impedimentos familiares o del trabajo, profesionales. Pero, estos obstáculos, reconozcámoslo, son salvables, si de verdad queremos hacerlo.

Se trata de dedicar un día entero de descanso a uno mismo. Realmente lo absurdo de las relaciones sociales es llegar a esto: que nos parezca casi imposible, una hazaña titánica, conseguir dedicar a uno mismo un día entero de descanso. Cuando se supone que este debe ser eso: un día que podemos dedicar a lo que nos dé la gana.
Podemos empezar, al menos, con un día al mes.
Incluso, si nos es imposible, si no podemos estar 24h sin hablar (ni escribir) con nadie, podemos, al menos, realizar de vez en cuando una excursión o paseo en solitario. Lo que yo practico (aparte de estar días enteros en casi soledad) es una larga caminata o excursión por el campo o por las montañas. A sitios conocidos. No debemos arriesgarnos a realizar una larga excursión montañera por sitios nuevos, en los que no hayamos estado antes o que desconozcamos el terreno. Es realmente muy fácil despistarse y perderse... (también lo digo por propia experiencia).

En esa “salida” podremos practicar lo que ahora nos parece lo más difícil, el arte de la desconexión tecnológica: llevar el móvil pero tenerlo apagado o en “modo avión”. Así podremos hacer otros usos (como hacer fotos) y tener la “seguridad” de llevarlo a nuestro lado por si nos pasa algo. Para superar nuestra propia inseguridad de que estar solos con nosotros mismos es algo “peligroso”.
El “voto de silencio” es una práctica obligada en muchas religiones y una vía espiritual imprescindible en el viaje interior.

RESPIRACIÓN Y LOS SONIDOS DEL SILENCIO

Estar tranquilamente, descansando, sin hacer nada, estar solo consigo mismo tal vez sea la acción más difícil de hacer hoy día. O, seguramente, la menos practicada. Un ejercicio muy, muy práctico es simplemente sentarse, relajarse y respirar… A ser posible en un silencio total. Estar en silencio es, después de estar sin hacer nada, la segunda cosa más difícil hoy. Y lo dice un enamorado de la música, que es algo maravilloso, pero que también podemos/debemos desconectar de vez en cuando. La música solo es superada por la ausencia total de ruidos.

Si no tienes nada interesante que decir lo mejor es permanecer callado. Dice un proverbio árabe: abre tu boca y habla, pero solo si vas a decir algo más bello que el silencio.
“Tu respiración es tu mayor amigo. Recurre a él siempre que tengas problemas y encontrarás consuelo y guía” (Tony de Mello, 1989:28, citando a un maestro oriental)
Los sonidos del silencio son esos: los que oyes cuando respiras. Los únicos que oímos cuando conseguimos relajarnos, aislarnos del ruido, pensar/concentrarnos en nuestra propia respiración, y meditar y dejar de oír…
_________________________________________________________________
(anexo)

VIPASSANA

Vipassana significa ver las cosas tal como son. Es una de las técnicas de meditación más antiguas de la India. Es el proceso de la autopurificación mediante la auto-observación. La meditación Vipassana puede enseñarse tanto en centros budistas como laicos.
Es un método de auto-observación y meditación budista. Se comienza observando la respiración natural para concentrar la mente y luego, con la conciencia agudizada, se procede a observar la naturaleza cambiante del cuerpo y de la mente y se experimentan las verdades universales de la impermanencia, el sufrimiento y la ausencia de ego (https://es.wikipedia.org/wiki/Vipassana). Un curso de 10 días de Vipassana supone e incluye:
·         Abandonar (temporalmente, sólo durante la duración del curso) todos los ritos o ceremonias de otras religiones.
·         Mantener el Silencio Noble durante la duración del curso. Es decir, evitar cualquier tipo de comunicación con los demás estudiantes, ya sea hablada, escrita o por gestos. Sólo está permitido comunicarse con el profesor en caso de problemas con la comida, de salud, etc.
·         Evitar cualquier tipo de contacto físico. Evitar cualquier forma de ejercicio físico, incluido yoga. Pasear para estirar las piernas sí está permitido.
·         Vestir con ropa simple, modesta y cómoda. No leer, escribir o escuchar música.
·         Renunciar a todo contacto con el exterior, salvo en caso de emergencia. Al empezar el curso tienes que entregar tu teléfono móvil y no puedes recogerlo hasta el último día, y está prohibido abandonar el centro durante los 10 días que estás allí.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Ampliación y referencias:
Tezanos, J. F. (2006): La explicación sociológica: una introducción a la Sociología. Madrid: UNED.
De Mello, Antonio (1989): Sadhana, un camino de oración. Santander: Sal Terrae Ed.

No hay comentarios:

Publicar un comentario