13 de diciembre de 2019

Pradel Miquel y García Cabeza (eds.): El momento de la ciudadanía. Innovación social y gobernanza urbana. Los libros de la Catarata, Madrid, 2018.


(recensión publicada en la revista Sistema, nº 256, octubre 2019)
“El momento de la ciudadanía” interesante título para una obra que analiza temas que deberían ser referentes en los debates actuales: las nuevas experiencias de innovación social y su relación con los gobiernos municipales.
Enfocan el análisis de esas experiencias en solo cuatro ciudades y a nivel micro, de barrio o territorio, en la última década y sus raíces anteriores. Esta es la primera de sus limitaciones: la obra se circunscribe a Madrid, Barcelona, Bilbao y Zaragoza. Aspecto que tal vez debería de estar citado en el propio subtítulo de la obra.
Esto no le quita valor, son experiencias positivas que se han repetido o copiado en otras ciudades de nuestra geografía. Curiosamente para los autores su análisis es sobre dos grandes ciudades (Barcelona y Madrid) y dos ciudades “medianas”, Zaragoza y Bilbao. Perspectiva diferente para los que consideramos que las cuatro son grandes capitales y que como tales tienen problemáticas específicas, no necesariamente compartidas por la mayoría de los núcleos urbanos españoles.
Es una obra colectiva (citaremos a los autores en sus capítulos) y se divide en dos partes prácticamente a mitades iguales: sus primeras cien páginas están dedicadas a la presentación, introducción, metodología y análisis de los aspectos comunes de las cuatro ciudades, mientras que la segunda parte, de equivalente extensión, incluye la descripción y análisis de las experiencias de cada localidad.
El conjunto es por lo tanto breve. A nuestro parecer, visto el global, la primera parte es excesiva y algo repetitiva, mientras que la segunda, análisis de lo concreto, se nos queda escasa.
En la primera parte tenemos un primer capítulo de introducción que realmente resume todo el libro e incluye la definición de algunos de los conceptos empleados a largo de la obra.

Uno de ellos, fundamental, es el concepto de “sociedad civil”. Los autores conocen que ha sido usado con múltiples acepciones, generando un amplio debate. Se inclinan por definirla como “la sociedad organizada fuera del Estado con pluralidad de intereses”, definición amplia, exacta y concreta. No tanto lo que indican a continuación: que ellos van a prestar atención particularmente “a las acciones de aquellos grupos de la sociedad civil que se guían por valores progresistas y luchan por fortalecer la justicia social y los mecanismos redistributivos”. Esto, pienso, debilita la acertada primera definición citada. Es decir, parece que nos quedamos con la parte de la sociedad civil que más nos gusta y que más nos interesa y que, como en otros conceptos (Tercer Sector, ONG…), se confunde lo que queremos con lo realmente existente. Lo positivo es que en este caso los autores lo dicen expresamente, a diferencia de otros análisis.
Otro concepto interesante es el de “innovación social” definido como un proceso fruto de las iniciativas locales que afrontan las necesidades de los ciudadanos no satisfechas por el mercado y tampoco por el Estado.
Otros conceptos utilizados son el de “intervencionismo multinivel”, para referirse a la intervención desde diferentes administraciones públicas, habitualmente entre nivel local- municipal, regional y estatal. Y, en algunos casos, el de la Diputación Provincial. Y, finalmente citar que se corresponde o complementa con otro concepto profusamente utilizado: el de bottom-linked para referirse a las redes de relación-enlaces desde la base social.
De los casos analizados concluyen que en las ciudades españolas se han desarrollado modelos de gobernanza que combinan las políticas orientadas a la integración social y a la competitividad económica y se considera estos dos aspectos se pueden reforzar mutuamente. Contrariamente a lo que en muchas ocasiones pregona el pensamiento neoliberal que indica que se debe de optar entre cohesión social o competitividad como políticas excluyentes. El caso de Bilbao, como el conjunto del País Vasco, sería el más claro en apostar por ambos simultáneamente.
También hay que hacer notar, con los autores, que en el presente siglo se ha sustituido el objetivo de perseguir la justicia social por solo conseguir la cohesión social. Los seculares objetivos de justicia social se han ido sustituyendo por prioridades de cohesión social y sobre todo de mejora en la competitividad con más recursos europeos e inversiones.
Se constata que los procesos de globalización actuaron como estímulo para que llegaran a las ciudades inversiones de los sectores más competitivos y también especulativos. Esas inversiones afectaron de manera negativa a ciudadanos desfavorecidos, como ocurre con el proceso de gentrificación de grandes ciudades, unido a la financiarización de la propia economía. Además “La nueva economía basada en la flexibilidad no requiere de altas cuotas de cohesión social razón por la cual se puede dar crecimiento económico sin integración social”. Conclusión: nos hemos olvidado de la justicia social y, como mucho y solo en algunos casos, se persigue la cohesión social.
Otro punto, que se repite en la introducción y en cada apartado de la obra, es la insuficiente transferencia financiera, autonómica y nacional, hacia los ayuntamientos. Se señala que ha sido compensada, muy parcialmente, por la financiación de la Unión Europea, que ha permitido a algunas administraciones locales y a algunos actores de la sociedad civil poner en marcha iniciativas innovadoras. De nuevo hay que hacer notar que cuando se habla de ciudades se está hablando de grandes ciudades.
 Miquel Pradel

El capítulo dos se dedica a la metodología empleada en el estudio. Se explica que se han realizado entrevistas a los actores promotores de las iniciativas de innovación social, como técnica principal utilizada y, de modo complementario, realizaron “talleres de debate” o “talleres de discusión”, que no explican como técnica de investigación y que, por lo que indican, se asemejaría a lo que comúnmente denominamos técnica de “grupos de discusión”, pero realizados solo con representantes de entidades sociales. No dicen cuántas entrevistas han realizado, ni tampoco de otras técnicas que citan como utilizadas: “la observación participante, la etnografía, las historias de vida, talleres de discusión, entre otras técnicas cualitativas”.
En total son 26 las experiencias analizadas en el proyecto de investigación que han denominado INNOSOGO: siete en Barcelona y Zaragoza y seis en Bilbao y en Madrid. Los ejes utilizados en sus análisis comunes son: 1, si las experiencias son más o menos institucionales o si se han acercado más a las instituciones y colaboran más o menos con estas; 2, otro eje transversal sería si en cada una de las experiencias de innovación se derivan valores más o menos contrahegemónicos, es decir, si están promoviendo una alternativa de modelos y prácticas transformadores o se integran y articulan en los modelos existentes; 3, valoran de forma independiente hasta qué punto cada una de ellas tiene autonomía financiera y, 4, cuál es su modelo de organización y autogobierno: si es más o menos horizontal o vertical y más o menos profesionalizado. Todos ellos ejes transversales muy interesantes.
Los capítulos tres y cuatro tocan también aspectos generales del conjunto de las experiencias analizadas y, desde mi punto de vista, podrían haber sido colocados al final de la obra y de manera más breve. Porque, como decía anteriormente, es la segunda parte del libro, capítulos cinco al octavo, donde realmente se entra en la descripción y se relata y analiza de manera concreta cada una de las experiencias, y es donde el lector más interesado se queda con ganas de saber más sobre cada una de ellas y sobre las características y conclusiones de cada una de las ciudades.
En las experiencias actuales analizadas, es común en las cuatro ciudades ver como son herederas, por un lado, de los movimientos sociales de los años 70, con predominancia clara de las asociaciones de vecinos de la época y que han sobrevivido a sus diferentes crisis y, por otra parte, de los movimientos de indignados, concretados en el 15M desde el 2011. Como ocurre en otros libros colectivos, con autores diferentes para cada capítulo, se repiten algunas ideas en exceso y una de ellas es la influencia del movimiento 15M en todas las nuevas experiencias.
Los impactos producidos por estas iniciativas “se resisten a ser medidos en términos estrictamente cuantitativos”. También se indica que “es posible realizar una estimación más o menos aproximada de cuántas personas se han beneficiado de un proyecto de inserción laboral, han recibido asistencia sanitaria a pesar de tener negado este derecho, a participar en un proyecto impulsado por el centro social... Sin embargo otros impactos, no tan tangibles ni identificables a primera vista, pueden resultar más importantes especialmente en el medio plazo”. Afirmaciones certeras pero que en la práctica se echa en falta ese relato cuantitativo “posible” pero no incluido. En la mayoría de las experiencias apenas figuran datos sobre cuántas personas se han visto beneficiadas. Sí se suele citar el número de entidades o colectivos participantes, lo cual es en sí mismo un dato de valor. Un mayor aporte cuantitativo nos permitiría conocer si las experiencias son buenos ejemplos a seguir, pero que se quedan dentro de lo marginal, o hasta que punto han influido en el conjunto de la sociedad. Aspectos que se podrían combinar y contrastar con los datos a partir de encuestas de opinión, como por ejemplo se hizo en su momento para saber la opinión de la población española sobre el movimiento 15M y sus reivindicaciones.
Algunos casos de movimientos sociales, como por ejemplo la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), ha tenido una influencia clara sobre el conjunto de la sociedad y sobre la percepción social del problema de los desahucios. Pero, más allá de este caso o del propio 15M en su momento, nos preguntamos si la percepción social sobre las iniciativas que se citan de empleo, economía solidaria o sobre los centros sociales autogestionados (ocupados o pactados con instituciones) ha cambiado o hasta qué punto lo ha hecho en los últimos años ¿ha cambiado esa percepción en la mayoría de la población?
Marisol Garcia Cabeza

Las experiencias se clasifican en tres tipos diferentes: las de empleo, donde se ubican experiencias de nuevas cooperativas y plataformas de la economía social y solidaria; las de participación, donde se incluyen también algunas sectoriales, como Yo sí Sanidad Universal, ateneos de diferente tipo y espacios de carácter sociocultural, como el centro social Luis Buñuel de Zaragoza, y, tres, las relativas a recursos, donde tienen importancia las iniciativas sobre vivienda, alimentos y pobreza energética, y donde se incluye la Alianza contra la Pobreza Energética de Barcelona, el Banco de Alimentos 15M de Tetuán (Madrid) o REAS como red de economía alternativa y solidaria en Madrid y en otras ciudades. En este último ejemplo, como en otros, las iniciativas ciudadanas se mueven simultáneamente en varios de los tipos señalados.
En el caso de Madrid (escrito por Fernando Díaz y Mª Luisa Lourés) se destila implícitamente del relato la consideración de que el cambio de gobierno local de 2015 es irreversible. Uno de los apartados se titula “Madrid el ocaso de un modelo de gobernanza neoliberal”. La larga tradición conservadora de los gobiernos locales madrileños parece que llegó a su fin en 2015. La triste realidad es que ese cambio progresista se ha visto truncado en la mayoría de las denominadas “ciudades del cambio” españolas en 2019. Barcelona sería una de las pocas excepciones que confirman la regla.
La importancia de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid, como en los casos de Barcelona y de Zaragoza está claro: esa relación entre las federaciones de asociaciones vecinales, de barrios denominan en Zaragoza, los cambios en la ciudad y los cambios desde y con el 15M. La importancia del barrio y del territorio más próximo en la construcción de las nuevas iniciativas de innovación está presente permanentemente. Pero hay que matizar que en Madrid los gobiernos conservadores han seguido una política de enfrentamiento con las nuevas y viejas iniciativas sociales. No es el caso de las otras tres ciudades. La gran importancia de las asociaciones vecinales sí es común en un aspecto fundamental: en el apoyo prestado a las nuevas iniciativas de innovación social. Los espacios (sede social) y las redes vecinales de buena parte de las asociaciones tradicionales han sido base imprescindible para el despegue de las iniciativas. Podemos añadir que, en la mayoría de los casos, viejos recelos y temores a la “competencia” entre nuevas y antiguas asociaciones han sido superados.
Bilbao (Santiago Eizaguirre) es el único caso en el que en 2015 no hay un cambio de gobierno local: no es una de las “ciudades del cambio”, ya que no hay ese cambio político que se da en las otras tres ciudades analizadas. Sobresale la capital vizcaína por su tradición en el carácter pactista y de búsqueda del consenso social, a diferencia de las otras ciudades. Contradice con su práctica la asunción del principio neoliberal en favor del Estado mínimo, según el cual “en los contextos de bienestar provisores, la sociedad civil no tiene estímulos para ser creativa e innovadora” (p.140).
En Barcelona (Ana Belén y Marc Pradel) el pacto con las asociaciones vecinales y sus federaciones ha sido una constante en el desarrollo de la ciudad, especialmente desde los años noventa con las apuestas por los grandes proyectos (Olimpiadas), los planes estratégicos y las grandes inversiones que han conformado el desarrollo de la ciudad.
Zaragoza (Lídia García y Marisol García) ha copiado y seguido la estela de Barcelona en cuanto a grandes proyectos (Expo), planes estratégicos y tradicional pactismo institucional con las asociaciones vecinales de barrio.
Como anotación política conclusiva indicar que es curioso cómo, desde la misma presentación e introducción de la obra, se dice que en los casos de Barcelona, Madrid y Zaragoza en 2015 se produce un cambio de gobierno, en favor de “plataformas ciudadanas surgidas de la sociedad civil apoyadas por los partidos políticos de izquierda”. Nada que objetar a esta afirmación. Pero si resulta chocante que a lo largo de toda la obra se cite a algunos partidos y a otros no. Se cita repetidamente a los gobiernos anteriores del Partido Popular, del PSOE, etc. a los gobiernos conservadores, progresistas… Pero en ningún caso se cita a los partidos que forman parte o han propiciado directamente la construcción de los nuevos gobiernos de 2015.

Recuerda a algunas publicaciones (como por ejemplo ocurrió con Madrid15M) en que en sus artículos con frecuencia se citaba críticamente al PSOE y al Partido Popular, pero que nunca, ni para bien ni para mal, se citaba a partidos como Podemos o Izquierda Unida. En este caso el libro que comentamos volvemos a lo dicho al principio: se cita positivamente a la sociedad civil, al Tercer Sector y a las “plataformas ciudadanas” que promovieron cambios políticos locales en 2015. Plataformas y sociedad civil progresista, “independiente” y organizada. Parece que se las quiere puras y neutras en el tablero político. De hecho, visto el tema, llegamos al final y encontramos un útil índice temático, en el que, por si había dudas, revisamos las citas a partidos: en los dos mayoritarios tradicionales figuran tres o cuatro citas cada uno, pero ni una sola cita a los partidos de las nuevas “plataformas ciudadanas”. Para los autores Podemos no existe, IU no existe, Iniciativa per Catalunya, Catalunya/Barcelona en Comú, etc., tampoco ¿Se puede realizar un análisis de la “gobernanza urbana” (subtítulo del libro) sin hablar de los partidos políticos realmente existentes?
Los cambios recientes dejan un tanto obsoletas algunas expresiones políticas del libro, ya que el trabajo de campo fue realizado en 2016/17. La realidad del cambio político es que algunas de las reflexiones serían otras con las elecciones de mayo de 2019. En cualquier caso, esto no quita interés al trabajo de investigación realizado. Faltaba un relato de conjunto sobre las movilizaciones concretas de los nuevos movimientos sociales desde la pasada década y, especialmente, de su cristalización en las innovadoras iniciativas experimentadas en la década actual. Esta obra constituye así un buen y breve relato de importantes iniciativas sociales en estas cuatro grandes ciudades.
Tomás Alberich

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