Ya nada será lo mismo. Se ha
movilizado al personal de emergencias de todas las administraciones públicas, a
las fuerzas armadas y se movilizarán hasta 200.000 millones de euros,
solo en España. Las mayores movilizaciones de la historia. Se adopta el
lenguaje bélico y se confina en sus casas a más de cien millones de personas,
solo en Europa. Y va a más. Es lo más parecido a vivir en una guerra para las
generaciones actuales. No se vivía algo parecido en los últimos ochenta años, desde
la guerra civil española y la
Segunda Guerra Mundial. Churchill vuelve a ser el político
más citado en todos los discursos, con sus decenas de frases famosas, lo que nos
espera: sangre, sudor y lágrimas… para animar.
Nadie lo había previsto o
casi nadie. Realmente epidemiólogos y expertos, en diferentes campos, sí habían
hablado de estas amenazas, pero una cosa es hablar y otra muy diferente es
preparar a un Estado y a una sociedad para este tipo de situaciones, posibles
pero poco probables, que difícilmente pueden ocurrir. En las charlas de la
“universidad en la calle” (hacia 2012) en Collado Villalba (organizada con el
15M), Antonio Tenorio, experto de la
Unidad de Virus Emergentes del Centro Nacional de Microbiología,
impartió una interesante conferencia sobre el tema. Explicando los peligros de
los nuevos virus y su fácil retransmisión mundial, al hilo de la globalización
y de las barbaridades que se estaban haciendo en algunos aspectos del consumo,
como la que produjo el virus de las vacas locas. Salimos diciendo ¿acojona
eh?... mejor no pensarlo... La realidad, como tantas veces, supera lo imaginado,
ha superado las peores previsiones. Antonio sigue explicándolo actualmente:
“La
aparición de infecciones va en aumento y su contagio es cada vez más rápido.
Las razones están asociadas al desarrollo de una economía de sobreexplotación
de recursos. Algunos ejemplos que lo explican sería la propia deforestación y
el cambio climático que hace que los animales silvestres se acerquen a las
poblaciones. También la manipulación de animales silvestres para comerlos, o
extraer sus cuernos, etc. El hacinamiento de animales en las granjas―gripe
aviar, peste porcina...―el caso de las vacas locas por haberles dado restos de
vacas muertas como alimento…”
Esta situación de guerra
produce un desafío para todas las administraciones públicas, a todos los
niveles y para toda la ciudadanía. También para las acciones de solidaridad,
que se tienen que producir, incluso para los más desfavorecidos y desvalidos, sin
“tocarse”. Todos, también los partidos en sus denuncias y reivindicaciones y las
asociaciones de solidaridad (mal llamadas ONG), tienen que organizar sus
campañas sin verse ¿Cómo ayudar a los demás solo a través de Internet? ¿Qué
haríamos en la reclusión sin Internet?
Luchamos
por una sociedad sin clases ¡y sin reuniones! (Villasante, años noventa)
¡Objetivo conseguido! Al
fin una sociedad sin reuniones. De momento. Un tiempo parado. Un tiempo donde aparentemente
nos sobra todo el tiempo del mundo.
Nos pasamos la vida sin
tiempo. Siempre quejándonos de que no tenemos tiempo para leer, para estudiar,
para estar con la familia, para divertirse y hacer lo que queramos, con los
tiempos encorsetados y programados, incluso en las vacaciones. Sin tiempo para
estar solos, para pensar, para meditar. Vivimos apresurados, con prisas para
todo. Cada vez que tenemos que quedar para reunirnos o simplemente vernos tenemos
que consultar nuestras apretadas agendas, repletas de múltiples reuniones y
compromisos. Pues ahora nos han regalado todo el tiempo del mundo. Tiempo a
raudales. A paladas. Miras la agenda para los próximos días y ves un desierto.
Para las próximas semanas y ves un interrogante. Múltiples citas tachadas o
entre interrogantes -si el virus nos deja haremos esto a aquello.
Vamos a acabar empachados
de tiempo. La mayoría, porque una minoría sigue desplazándose a trabajar todos
los días y algunos doblando turnos. La mayoría tenemos una mezcla de tiempo de
sobra, de mezcla de aburrimiento y de estrés. Porque tengo mucho tiempo pero a
la vez tengo muchas cosas que hacer y ¡no me da tiempo!: teletrabajo, cuidar a
los hijos o a mayores, jugar con ellos, controlar los deberes, que estemos
activos para no estar todo el día con la tele o los videojuegos, que hagamos
deporte sin salir… y que no nos volvamos locos con el encierro. Vivimos en una
contradicción permanente que reproducimos con el confinamiento. La forma de
vivir el tiempo ha cambiado.
Ahora ciudades vacías.
Cuando sales a la calle parece que hay que pedir perdón por atreverse a salir.
Los pocos con los que te cruzas te miran raro, entre esquiva mirada zombi -que
miran sin mirar- y los de mirada acusadora, como diciendo yo si tengo que
salir pero este ¡porqué está en la calle! Y ya si ven a alguien con aspecto
de deportista o corriendo es lo último. Qué si eso no se puede hacer, que “hay
que ser más responsable…” (si vas con un perro nada, a pasear que la ciudad es
tuya. En Italia sí se permite el deporte individual exterior).
¿Cómo sería esta guerra sin
internet?
Hay guerras y guerras. Imaginemos
cómo fue para nuestros abuelos y bisabuelos vivir la guerra aislados, con
hambre y sin internet, dependiendo solo de la información de la radio y de los
rumores vecinales. Peor, imaginemos el diario de Ana Frank. Dos años escondidos
en una buhardilla.
La nueva realidad que
vivimos nos empuja a una sensación como cuando observamos un cielo estrellado:
nos reconocemos diminutos ante la inmensidad del Universo. Las preocupaciones y
disputas cotidianas nos parecen insignificantes, incluso estúpidas. Más cuando
ahora vemos movimientos de táctica política, acusaciones pobres que buscan la
rentabilidad política en el corto plazo, posiciones penosas de los que con más
razón tendrían que estar callados.
La sanidad española y
madrileña ¿la mejor del mundo?
“A
raíz de esta crisis mucha gente está entendiendo para qué sirve una sanidad (pública)
cuyo objetivo no son los beneficios sino, por encima de cualquier otra
consideración, la salud de la población” (Guillén del Barrio, marzo 2020)
¿La mejor del mundo? se ha
visto que no. Ni del mundo ni de Europa. Nuestra sanidad distaba mucho de estar
preparada para una crisis. Además padecemos los miles de camas menos en los
hospitales y los recortes en la sanidad madrileña, desde 2011, a la vez que se
dedicaban más recursos a la privada y a la privada-concertada, dejaron la
sanidad en una situación de gran vulnerabilidad. Millones de euros reducidos a
la sanidad pública por los sucesivos gobiernos corruptos del Partido Popular
han pasado ahora su factura, multiplicada. Pretender que no iban a tener
consecuencias es infantil e irresponsable. Esto no ha evitado que, ahora, el PP
saque pecho, y “reivindique” más recursos para la sanidad. Sí, sí, así, y sin
sonrojarse siquiera. El PPnP, Partido Peor no Posible.
Un cambio de la Historia
No es un cambio histórico,
como otros que hemos vivido. Es que nos han cambiado la Historia.
Hemos vivido cambios
políticos transcendentales, guerra de Irak, atentados del 11M, abdicación de un
corrupto presunto en su hijo… Ahora es diferente. A partir de ahora, en los
años futuros, hablaremos de épocas, de la de antes y de la de después del
Virus, con mayúscula, como la Historia. Hablaremos de cómo era nuestra vida
antes del Virus y cómo es “en la actualidad”, esa que existe en España desde el
pasado viernes 13. Como cuando decimos en el siglo XX o en el XXI, o “en los
tiempos de la dictadura de Franco”, o “antes de la democracia”, ahora diremos
antes de la pandemia o después.
Ya nada será igual, ya nada
será lo mismo. Pensamos, aún hoy todavía, que esto es una dura crisis, pero
pasajera, puntual. Que, tarde o temprano, volveremos todos a hacer lo mismo, a la
misma vida de antes. Así se nos dice incluso por parte de algunos políticos,
para que nos tranquilicemos y animemos. Hay que resistir para vencer, saldremos
de esta, España saldrá de esta crisis…
Y efectivamente, España,
Europa y el mundo saldrá de esta crisis. Pero, me temo, que no volveremos a lo
mismo. No se volverá al mismo punto.
La crisis socioeconómica que
comenzó en 2007 ha
durado más de 10 años. Después de esta década, no es que hayamos salido de la
crisis, es que nos hemos acostumbrado a la nueva situación. Antes o después
tenía que ocurrir que ya no se habla de que estamos en crisis. Pero nuestra
sociedad ha cambiado irremediablemente. A peor en la mayoría de los casos. Desde
la Gran Recesión
tenemos menos derechos laborales y sociales. Más facilidad de despido, más contratos
precarios, sobreexplotación. Desigualdad y multimillonarios a más. Seguridad
personal a menos. Lo de que “nuestros hijos vivirán mejor que nosotros” pasó a
la historia. La situación ha cambiado irreversiblemente.
El punto álgido de la
crisis vírica lo alcanzaremos en España dentro de pocos días -dicen los
expertos, semanas a lo sumo. La crisis mortal del coronavirus durará dos o tres
meses. Después habrá vacunas y medicinas. Durante uno a dos años tendremos restricciones
de movimientos, precauciones higiénicas y sociales, tanto impuestas como
voluntarias. El miedo es libre y muchas de nuestras relaciones sociales ya han cambiado
desde la pasada semana. Se dejará de tener una participación tan masiva en manifestaciones
de todos apretaditos, fiestas patronales de todos en mogollón, fiestas rave o
discotequeras… El sueño del individualismo con control total del Estado conseguido,
ni el Orwell de 1984 lo hubiera imaginado. Las relaciones sociales
principalmente por Internet. Fáciles de controlar, todas rastreables por los
Estados y las grandes corporaciones.
Recomendado, releer o ver: La
doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre, de
Naomi Klein. Explica muy bien cómo en momentos de crisis la gente tiende a
centrarse en las emergencias diarias de supervivencia. En la supervivencia
individual. Es lógico. En la salida de la crisis el individualismo habrá
aumentado. Algunas redes de relaciones y de redes de solidaridad también. Es
decir, se pueden dar los dos fenómenos simultáneamente: van a aumentar aun más
las desigualdades, la precariedad y la pobreza, y con ellas el individualismo
de supervivencia. Pero también seguramente -nada está escrito- crecerán las
redes de solidaridad y autoayuda, y nuevos colectivos y movimientos sociales.
Como ocurrió con la gran crisis de 2007/8 que a continuación vino el 15M, las
despensas solidarias, las mareas ciudadanas, etc.
Algunas costumbres volverán
poco a poco, año a año. En algunos aspectos sí retornaremos a la vida social
mediterránea, pero en otros no. Lo de los abrazos a desconocidos va a ser que
no. Lo de besarse o darse la mano en las presentaciones puede pasar a la
historia. Italia y España son proporcionalmente los más afectados del mundo por
el coronavirus ¿es casualidad o ha influido nuestro estilo de vida?
Las ciudades volverán a
tener vida social y pública, evidentemente, pero ya nada será igual. La
primavera ha llegado. Los campos están radiantes, pero no nos dejan verlos. Y
pronto volveremos a tostarnos al sol. La contaminación por los suelos, la
naturaleza, extrañada, se pregunta qué estará pasando y aprovecha para crecer,
lo invade todo. Y llegará el verano. E iremos, unos pocos y con mil
precauciones, a las piscinas comunitarias. Y a las playas. Y apreciaremos, más
que nunca, lo que es estar vivo, lo que es poder respirar y estar al aire libre
y lo que es la vida social.
también publicado en: https://blogs.publico.es/otrasmiradas/30630/el-virus-que-cambio-la-historia-esto-es-la-guerra-ya-nada-sera-igual/
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