6 de junio de 2025

Aranceles o globalización neoliberal, elijan

 

Hay que saber de economía para que no nos engañen los economistas. Joan Robinson.


1. Los aranceles

Un arancel es un impuesto y de lo que se está debatiendo desde hace meses es del “arancel de aduanas”, los derechos a pagar por la importación de mercancías de procedencia extranjera, es decir un impuesto a las importaciones. Lo que se compra al extranjero se grava con un impuesto que hay que pagar para que el producto pueda pasar por la aduana y que lo recibe el Estado. Todos pagamos impuestos cada vez que compramos algo, normalmente el IVA, que en el tipo general es del 21%.

Los aranceles se inventaron para proteger las economías locales, a la vez que suponen un ingreso para el recaudador. En la obra clásica Diccionario de Economía (Alianza Editorial) se define que el arancel de aduanas “Protege la producción nacional, y de su aplicación se derivan ingresos para el presupuesto”, obra dirigida por un progresista Ramón Tamames publicada allá por 1988, cuando el autor era reconocido como uno de los mejores economistas. En su breve definición se señalan las dos consecuencias principales que provocan los aranceles: proteger la producción nacional frente la competencia extranjera y producir ingresos para el Estado, como cualquier impuesto público.

Un poco de historia. En la Edad Media europea se fueron implantando aranceles en las múltiples aduanas de las fronteras existentes, primero para proteger a los artesanos de cada lugar (comarca o territorio feudal), después a la industria de cada región o país. Todos los Estados impusieron aranceles al alza, hasta que llegamos a mediados del siglo XX. Por un lado se crea la Comunidad Económica Europea para eliminarlos paulatinamente entre sus países miembros, creando un área de libre comercio que aspiraba a ser mucho más que una unión económica. Así comienza la construcción de la Unión Europea, como una zona libre de aranceles que fuera creando también una armonización política y social. Las diferencias salariales y de derechos laborales y sociales se fueron reduciendo entre los países miembros de la Unión. Fue positivo para el desarrollo socioeconómico del conjunto, no exento de desajustes. El objetivo de la armonización y de reducir los desajustes obligó a la creación de múltiples normas reguladoras para compensar las diferencias entre países. Por ejemplo, la Política Agraria Común (PAC), creada nada menos que en 1962, regula todo lo que se puede o no producir en cada país, es una planificación económica estricta, hasta unos niveles más propios de una economía planificada que del libre mercado capitalista.

Las uniones de libre comercio producen, entre otros efectos, una acelerada especialización económica. Por ejemplo, España entró en la UE bajo unas condiciones estrictas sobre lo que su agro-ganadería podía producir, para que sobre todo la de Francia no se hundiera. Francia impuso esas condiciones para aprobar la entrada de España. Aun así es evidente que, visto en perspectiva histórica, esa mini globalización europea ha sido beneficiosa para el conjunto de sus países miembros, para el desarrollo del Estado social y para las clases trabajadoras de la Unión.

Pero ¿qué pasa si creamos zonas de libre comercio, sin aranceles, por ejemplo con Marruecos y más aún con el resto de África, Asia etc? La economía agraria e industrial de España y buena parte de la UE desaparecería ¿Puede competir una empresa agrícola o industrial española con una marroquí que paga a sus empleados una quinta o sexta parte por su trabajo? Imposible. Incluso si miramos el salario medio en 2024: en España es de 1.323 euros, en Marruecos 288. Por no hablar del volumen de la economía sumergida en ambos países, más del triple en Marruecos según algunos estudios, ni de los controles sobre el uso de plaguicidas, herbicidas, etc. Por mucho que nuestro ministro de Agricultura se empeñe en convencernos de que todo lo que entra en España pasa los debidos controles fitosanitarios ¿cuantas inspecciones y controles hay en las fronteras, cuántos inspectores hay in situ?

2. La globalización

¿Qué ha pasado en el mundo desde los pasados años setenta? Estados Unidos lanzó la eliminación de aranceles como parte de las estrategias dominantes del neoliberalismo. La globalización sería positiva para todos, nos dijeron. El tándem ultraliberal Reagan-Thatcher propuso la eliminación de aduanas económicas y la reducción de los Estados al mínimo posible. Los controles fronterizos solo para evitar la emigración masiva. Todo el poder para las empresas. Las más grandes se comerán a las pequeñas, las economías fuertes a las débiles. Las multinacionales pasaron a ser transnacionales, con poder e implantación mundial. En el corto plazo los Estados fuertes, norteamericano, británico, occidentales, aumentaron su poder.

Hay que hacer un inciso para explicar la globalización. Como proceso de intercomunicación mundial, es un fenómeno histórico natural: mestizaje, fusión y contaminación entre culturas, economías, tecnología... Es un proceso que se ha dado lenta y paulatinamente desde siempre en la historia de las civilizaciones. El incremento constante del comercio y la comunicación entre países y continentes conllevó beneficios culturales y para el avance de la ciencia, y perjuicios para las sociedades más simples y minoritarias, muchas han desaparecido.

Pero la globalización moderna aceleró enormemente estos procesos. Hasta el punto de que podemos decir que la globalización neoliberal imperante desde los años setenta/ochenta es un proceso nuevo, diferente a lo que había existido, que quiere imponer sus reglas de mercado como únicas y que se está dando en al menos cinco ámbitos diferentes: 1. En la Cultura. Es la neoglobalización más antigua, como proceso de exportación del modelo de vida norteamericano a través de su potente industria cultural: películas, música, bebidas, comida rápida... el american way of life como forma de vida y conjunto de valores y creencias que Hollywood vendió como lo mejor del mundo y a imitar por todos. 2. Económica. Desregulación y deslocalización del capital financiero especulativo y, en menor medida, de la industria que seguía teniendo aranceles pero cada vez menores. Libertad para el movimiento de capitales pero no de los recursos humanos, no de las personas. 3. Tecnológica y científica. Especialmente de las tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) que en el siglo actual conforman un mismo cuerpo con la anterior. 4. Del crimen organizado. Tráfico de drogas ilegales, de armamento (legal e ilegal), tráfico ilegal de mercancías -el de obras de arte y de falsificaciones es el que más dinero mueve después de los anteriores- y tráfico ilegal de personas. 5. Y la globalización política y social, de los derechos humanos, de la democracia, del poder de la ciudadanía, que es la que menos se da o que menos se respeta. Regulada por organismos y acuerdos internacionales con escasísimo poder (ONU, OMS. Corte Penal Internacional, protocolo de Kioto...).

En los años 70 las teorías de Milton Friedman y de la Escuela de Chicago se extendieron y los nuevos lobbies norteamericanos e internacionales transmitieron incluso el mensaje de que en las sociedades occidentales había un “exceso de democracia” que había propiciado levantamientos como los de movimientos sociales de mayo de 1968 y la extensión de las ideas “social-comunistas”. La batalla de las ideas había comenzado con las propuestas de los think-tanks que fueron en el sentido de “1) obligar a los norteamericanos y al mundo entero a regresar a los parámetros del capitalismo salvaje; 2) imponer un retorno a los ‘genuinos valores americanos’ de corte puritano… Se estaba tramando la revolución de los muy ricos, como la bautizó Galbraith… A la altura de 1980 los neoliberales se hicieron con las riendas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, dejando fuera de combate a varias generaciones de socialdemócratas” (Garcia–Rosales y Penella 2011:21-27 1).

Estas propuestas neoliberales triunfan en los años 80 y se imponen como hegemónicas a nivel mundial, partidarias de la globalización, la desregulación de los mercados y la flexibilidad laboral: menos normas, menos rigideces comerciales y menos regulaciones a todos los niveles, que incluye libertad de despido, menos derechos laborales y sociales y privatizaciones. En palabras de Zygmunt Bauman es la modernidad líquida, menos Estado y más mercado. Los derechos legales, antes sólidos como rocas, se licuan y se nos escapan entre los dedos de la mano cuando tratamos de atraparlos. Podríamos añadir que ahora, en muchos países, se han hecho gaseosos y se esfuman en el aire.

En la España de Felipe González de los años 80 se cerraron los astilleros, los Altos Hornos, las siderurgias… España que se dedique al turismo y poco más. Pasar de la producción manufacturera a una economía de servicios le llamaron “reconversión industrial”, pero la industria no se estaba reconvirtiendo simplemente se cerraba, se pasaba a la nada. En Europa solo Alemania fabricará algo, lo demás lo compraremos fuera, donde haya mano de obra barata.

Alberto Garzón: “se impuso la lógica del mercado como principio rector, cuya máxima expresión fue la famosa frase de Carlos Solchaga, ministro de industria de aquellos años, según la cual «la mejor política industrial es la que no existe». Como consecuencia de aquella ceguera, España protagonizó uno de los procesos de privatización más intensos de Europa … pero esto resultó ser prácticamente una excepción en Europa. Por ejemplo, Austria, Finlandia, Alemania, Italia y Suecia son países que tienen más de 10 empresas públicas energéticas… Salta a la vista que privatizar empresas públicas no fue una obligación, sino una elección política” (Necesitamos una empresa energética pública).

Los procesos de globalización/privatización, como dos caras de la misma moneda, fue contestado por los movimientos sociales de todos los países del capitalismo avanzado. Desde los agricultores franceses hasta los obreros industriales de medio mundo protestaban por un proceso que disminuía sus beneficios y hacia peligrar la existencia de múltiples puestos de trabajo. Se les bautizó como movimientos antiglobalización y en 1999, en la cumbre de Seatle de la OMC y los organismos financieros internacionales, paralizaron la ciudad y obligaron a suspender las reuniones. Las protestas continuaron por años a favor de Otro Mundo es Posible.

Monereo lo describe más claramente: “En todas partes la globalización transformó las relaciones de poder entre las naciones y las clases, impuso una nueva división del trabajo y formas flexibles de gestión de la fuerza laboral, propició la descentralización productiva y debilitó enormemente el poder contractual de los sindicatos, allí donde tenían peso e influencia; es decir, en las economías centrales. Dicho de otra forma, la globalización generó coaliciones de ganadores y perdedores tanto social como territorialmente; las desigualdades sociales se incrementaron y las viejas identidades de las clases subalternas se fueron disolviendo en un espacio público cada vez más colonizado por un individualismo que se hizo de masas, por el descrédito del socialismo (en cualquiera de sus acepciones) y rechazo de la política como instrumento de transformación social … Todo esto terminó con la crisis financiera internacional de 2008 … Biden no es la democracia; Trump no es el fascismo. Donald Trump es efecto y no causa de esta crisis. Quien no parta de aquí, difícilmente entenderá el conflicto que asola al Occidente colectivo” (La Guerra civil del occidente colectivo | Manolo Monereo).

Estar en contra de la globalización neoliberal era apostar por las economías de proximidad, solo posibles con el mantenimiento de aranceles y aduanas económicas, y manifestarse en contra de las zonas de libre comercio, como la creada entre México, EEUU y Canadá.

El proceso de globalización neoliberal se aceleró a principios de siglo cuando se apuntó China, apostó por el libre comercio y entró en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Se pasó a una nueva fase. En pocos años China, la India y el sudeste asiático se convirtieron en la fábrica del mundo. Los gurús neoliberales occidentales no podían imaginar que un enorme país, con un Estado fuerte, gobernado autoritariamente por un partido comunista, se convirtiera en pocos años en el mayor abanderado de la globalización neoliberal capitalista en lo internacional. No les cabía en la cabeza.

Las economías nacionales se resintieron, las empresas, pequeñas y grandes, no podían competir con los gigantes de Asia en un mercado desregularizado. El desarrollo tecnológico mundial empezaba a cambiar de sitio. El asentamiento occidental, como productor-controlador propietario del desarrollo del conocimiento científico y de la industria más sofisticada, dejaba de estar en EEUU (Silicon Valley) y Europa para competir en situación de desigualdad con los gigantes orientales. China no se limitaba a fabricar barato, competía en todos los sectores.

En 1998 se crea en Francia la conocida entidad ATTAC, siglas de “Asociación por la Tributación de las Transacciones Financieras y la Acción Ciudadana”, en el año 2000 en España, para precisamente promover que se cargara con un impuesto a las transacciones financieras internacionales, con un objetivo doble: reducir la hiperespeculación en estas transacciones y obtener unos ingresos para los Estados para reducir la desigualdad. A partir de la propuesta conocida como Tasa Tobin se calculaba que grabando con un impuesto del 0,1% a estos intercambios financieros se podría acabar con el hambre en el mundo (la presión promovida por movimientos y asociaciones como ATTAC consiguieron que se aplicara en algunos países según casos, a empresas españolas solo a las que tienen una capitalización bursátil superior a mil millones de euros, con un tipo impositivo del 0,2%).

Aun en 2014 y 2015 se seguían promoviendo nuevas áreas sin aranceles y de libre comercio, que provocaron campañas internacionales en contra, como la realizada en contestación al nuevo Tratado Transatlántico de Libre Comercio e Inversión (TTIP), con movilizaciones y mesas en la calle, promovidas en España por las asambleas del 15M o sus sucesores ¿ya se nos ha olvidado todo esto?

El TTIP era una huida hacia adelante, en la misma dirección neoliberal que había demostrado ya sus fracasos, especialmente desde la Gran Crisis de 2007/8. Desde hace lustros en USA se es consciente de que no podían seguir sacando réditos a la globalización y trata de recomponerse y revertir la situación.

Ahora llegamos a la nueva era Trump, con un aparente mundo al revés. Hace unas semanas la televisión estatal china emitía en sus informativos los videos de Reagan a favor de la globalización y en contra de los aranceles, mientras las cadenas norteamericanas repetían machaconamente los mensajes de su Gobierno en el sentido contrario.

3. La complejidad de la globalización y sus desastres ecológicos

Hay que considerar que la globalización y la hiperespecialización territorial produce efectos contradictorios:

- Ecológicos catastróficos en múltiples ámbitos. El transporte: decenas de miles de aviones y barcos transportando diariamente mercancías de un continente a otro. Hasta el punto, lo vimos con la pandemia, de que en Europa no se fabricaban apenas mascarillas, venían de China, y todo lo demás también. Desde los palitos para el chupa-chups hasta las gominolas, pasando por todo lo que lleve plástico ¿Las nueces? de California. En los súper tenemos lentejas de EEUU ¿La fruta? buena parte de América. Alberto Garzón ha recordado que “todo el comercio internacional se desenvuelve sobre la base de energía abundante y barata, especialmente gracias a los combustibles fósiles”, pero los análisis críticos en este sentido son escasísimos.  

Cuerpo, ministro de Economía, indicaba en entrevista reciente que el comercio entre América y Europa factura 4.400 millones de euros ¡cada día! Y que este comercio es fundamental para la economía mundial. Desde luego ¿Y para la salud medioambiental? Copiando a Friedman y la fabricación de un simple lápiz, Cuerpo nos explicaba en el Parlamento donde se ha fabricado cada parte de sus gafas: el cristal en un país, las varillas en otro, los tornillos en otro, el plástico en otro. Fantástico ¡viva la globalización y el libre mercado! Le faltó gritar.

Para fabricar un automóvil europeo o norteamericano intervienen empresas de cinco o seis países en los que, en diferentes fábricas, cada una produce algo que envía a miles de kilómetros de distancia para seguir con la producción, y el montaje se realizará en otro país… Más consecuencias para el medio ambiente.

- Cierre de las empresas nacionales que no están en el reparto mundial, que no les toca producir eso que fabricaban porque otros lo harán por menos precio, ya que los trabajadores de esos países cobran la décima parte o menos que sus colegas europeos, en su equivalente en euros. Influido también por el valor de cambio de sus monedas nacionales.

- Por contra, también es evidente que cuando se crea una zona de libre comercio entre varios países, favorece la creación de empresas productivas, de capital extranjero generalmente, en los países más débiles económicamente. Esto favorece la economía de estos países menos desarrollados, al menos en el corto plazo. La zona de libre comercio entre México y EEUU favoreció la creación de miles de empresas manufactureras, del textil y otros sectores, en México. Favoreciendo el desarrollo económico de este país y el cierre de empresas en el norte. En la balanza hay que tener en cuenta este factor.

Pero mientras existan enormes diferencias en los niveles de renta, en el valor de cada moneda y en los derechos sociolaborales entre unos países y otros, el libre mercado desregularizado provoca el cierre de empresas y provocará la disminución de derechos en el país más desarrollado.

Primera conclusión: los aranceles son necesarios mientras no exista una armonización mundial de los ingresos económicos, de los derechos sociales y laborales y una armonización del valor de cambio de las monedas nacionales. Estos procesos de igualación social y equiparación mundial son positivos y pueden ocurrir a nivel planetario, pero no parece que se vayan a dar antes de tres o cuatro décadas, o en un siglo o nunca, que es básicamente lo mismo. Mientras estos procesos de armonización económica y de derechos a nivel mundial no lleguen, los aranceles son necesarios, imprescindibles, si no queremos hundir las economías nacionales y locales y con ellas nuestros derechos.

En un artículo reciente Andrés Villena relataba como el economista Michael Pettis en su estudio ‘Las guerras comerciales son guerras de clase’ (ed. Capitán Swing), “ofrece un enfoque y una solución bien distintos de la propuesta en los debates mayoritarios: China debe repartir el excedente empresarial de su economía aumentando el valor de sus pensiones públicas, de los servicios de bienestar, que aún no son universales, de los salarios y de unas inversiones que se hacen imprescindibles en un periodo de incertidumbre radical y transformación industrial forzada por el clima y por otras amenazas” (Guerras comerciales que encubren guerras de clase).

- Las amenazas de Trump con una guerra comercial mundial han provocado que se prevea una posible recesión económica y el descenso en el comercio mundial -beneficioso para el medio ambiente-, lo que a su vez ha provocado una inmediata rebaja en el precio del petróleo. Si va a haber menos comercio habrá menos demanda de petróleo, lo cual es bueno para el medioambiente y malo para las empresas petroleras. A menos demanda la respuesta es bajar los precios para amortiguar lo anterior: se anima a su consumo al ser más barato -vender más para mantener los ingresos de las petroleras. Con lo cual volvemos al mismo punto: los posibles beneficios al medioambiente con la disminución del comercio mundial se anulan o amortiguan con un petroleo barato.

4. Trump ¿idiota, payaso, fanfarrón o astuto inteligente? ¿o todo a la vez?

Según lo visto en los últimos meses, la mayoría de las izquierdas están ancladas en un análisis simplista, liberal y cortoplacista de la guerra comercial arancelaria. Es difícil encontrar análisis que vayan más allá de decir que los aranceles son malos y Trump malo malísimo.

Las guerras, también las comerciales, son malas en sí mismas. Vale, de acuerdo. Pero profundicemos un poco. La solución no es en absoluto una zona de libre comercio mundial y/o todos contra USA, como propone asiduamente el exministro socialista Miguel Sebastián. En este tema, el consenso entre las derechas y las socialdemocracias nacionales e internacionales es abrumador.

Decir que Trump tiene razón en algo puede parecer una provocación. Acostumbrarse a historias de buenos y malos es lo más fácil para no profundizar en el análisis. Trump no es ni supervillano ni idiota. Decir que es fascista, neofascista o posfascista, no va a alejar a sus seguidores y votantes, al igual que decirlo de Vox no le ha quitado votos.

Es cierto que el mundo no estaba preparado, y los más adultos menos lo estamos, para asumir que el Presidente de la potencia militar y económica más grande y armada de la historia es un machista fanfarrón mal hablado, matón de colegio, que insulta a cualquiera, sea dirigente político o institucional de todo país, sea amigo o enemigo (me besan el culo, la UE nos estafa…).

Inevitablemente Donald Trump tiene razón en algunas cosas, como cuando dice que América, es decir USA, ha venido perdiendo poder económico, militar, político y cultural en las últimas décadas, sobre todo en este siglo. Ahora intenta que EEUU recupere poder mundial con políticas agresivas en todos los frentes, con políticas rupturistas y sin precedentes en la historia, principalmente en tres ámbitos: guerra comercial (aranceles y restricciones, un giro copernicano al comercio mundial y por tanto a la economía), agresión al medio ambiente (facilitando la extracción de combustibles fósiles) y rearme a todos los niveles, aumentando la inestabilidad mundial y en Oriente próximo (Israel no ha dejado de ser punta de lanza de la penetración del Imperio en Asia) y reducción de los DDHH también en el interior (racismo, expulsión de migrantes...). A pesar del previsible aumento puntual de los ingresos por los aranceles, la economía estadounidense se sigue basando en un hiperendeudamiento público y privado muy por encima de sus posibilidades, insostenible en el largo plazo.

Abundando en ejemplos, Trump ha asestado un golpe de muerte a la Organización Mundial del Comercio (OMC). J.F. Collin (Viento Sur): “Recordamos que la OMC nació de la voluntad estadounidense de imponer la globalización económica al resto del mundo. Después de lograrlo, los gobiernos estadounidenses demuestran ahora que no tienen absolutamente nada que ver con esta organización y los tratados que han impuesto a todos sus socios, que pisotean sin restricciones … el capitalismo no es un inocente juego de libre empresa y libre comercio, sino un sistema depredador de la humanidad y el planeta guiado por codiciosos. Necesita ser regulado. Siempre lo ha estado y siempre lo estará. Al menos mientras existan los Estados”.

Luis Ángel Hierro (en Público.es) profundizaba en esta línea: “Trump está siguiendo la lógica de organizar la economía norteamericana para una hipotética guerra global contra China … La política autárquica es una política de producción no de precios; el objetivo es tener capacidad de producir, no conseguir los bienes más baratos. En la lógica de la economía para la guerra son perfectamente coherentes los aranceles de Trump, ya que los aranceles lo que pretenden es reducir las compras del exterior, la dependencia externa, y ampliar la producción nacional”.

5. Los aranceles son positivos, en su justa medida

Lo difícil es eso, encontrar la medida justa. Dependerá de cada caso, pero aranceles a la importación por debajo del 15 o 20% perjudican gravemente a todas las economías, también a las de la UE, a sus empresas y a sus trabajadores. Serían admisibles solo sobre algunas materias primas y productos imprescindibles para la propia producción nacional o regional. Por encima del 40% ralentizan y paralizarían buena parte del comercio internacional.

Los aranceles entre USA y la UE han estado entre el 3 y el 5% durante décadas. Es una barbaridad que está cambiando y va a cambiar sustancialmente. Aunque algunos magnates, como Elon Musk y los accionistas de Amazón o Apple, trabajen para que los aranceles sean lo más cercano a cero. El primer ministro británico Keir Starmer ha sido el primero en pactar pero con un arancel universal del 10% a las exportaciones hacia EEUU y abriendo el mercado de Reino Unido a la carne de vacuno. Al menos eso fue lo pactado en abril, cada mes las posiciones han podido cambiar varias veces.

Es una de las tácticas de Trump: cambios y giros del guion, crear incertidumbre constante. Lo cual es malo para los mercados y la bolsa, los inversiones quieren seguridad. Las tácticas de Trump son propias de una economía de guerra, provocar miedo entre la población -así protestará menos- o asustar con una guerra comercial constante, sabiéndose el más fuerte en el enfrentamiento. Si la guerra comercial no le sale bien pasará a la otra. A corto plazo es evidente que provoca malestar e inflación en el mercado interior norteamericano. Y si la economía va a peor la única forma de mantener apoyos es la guerra, los llamamientos a unirse frente al enemigo exterior. No parece que esta vaya a ser la vía, al menos por ahora. Pero de momento provoca miedo en todos los ámbitos, ese es uno de sus objetivos.

Buscando análisis críticos sobre el tema, alejados del discurso hegemónico del libre comercio, he encontrado algún artículo y posicionamiento pero cuesta trabajo encontrarlos. Algunos ya los he citado. El panorama simplista, descriptivo y superficial contra los aranceles, es mayoritario, aplastante. Posturas críticas al libre comercio son minoritarias y marginadas en los medios. Esperemos que vayan a más.

Por ejemplo está la postura de Ecologistas en Acción de Andalucía: “El confinamiento debido a la COVID puso de manifiesto la vulnerabilidad que implica la orientación exportadora y la dependencia de importaciones… Necesitamos superar el debate entre liberalismo y proteccionismo económico con un nuevo modelo de producción y comercio con justicia ecosocial donde los aranceles pueden ser útiles si nos ayudan a relocalizar diversificando las producciones locales… la solución -a la guerra comercial trumpista- no es una huida hacia delante buscando mercados internacionales alternativos para profundizar la globalización económica con sus nefastas consecuencias de desigualdad social y destrucción ambiental” (Aranceles, ¿una oportunidad para reorientar el modelo productivo agrario andaluz pasando de la exportación a la Soberanía Alimentaria? • Ecologistas en Acción). Efectivamente, la solución no está en más globalización o en una nueva globalización económica total, mientras no exista en todo lo demás.

¿Estamos en un cambio de ciclo o en el fin de la democracia como la entendemos?

Terminamos con la opinión de Josep Ramoneda, un tanto pesimista y que abre debates para otros análisis “¿En esta nueva etapa, la democracia seguirá siendo factible? Esa es la cuestión de fondo ¿Qué significa que los acompañantes de Trump digan que su libertad es incompatible con la democracia? ¿Debemos entender que la democracia liberal es una etapa que corresponde a un periodo determinado y que ahora entramos en otra fase en la que esa democracia está en fase de extinción? En el capitalismo industrial existía un espacio físico en el que las partes se encontraban. Y eso ahora está difuminado … el señor Elon Musk dispone de un poder que no había tenido ningún otro empresario en el capitalismo” (https://www.eldiario.es/cultura/josep-ramoneda-elon-musk-dispone-no-habia-tenido-empresario-capitalismo-cat_128_11802598.html).

Artículo publicado íntegramente en:  

https://www.elviejotopo.com/topoexpress/aranceles-o-globalizacion-elijan/

Tomás Alberich Nistal

1 Garcia–Rosales, C. y Penella, M. (2011): Palabras para indignados. Madrid, Mandala Ediciones.

5 de mayo de 2025

Los aranceles son positivos, en su justa medida

 Empecemos por el principio ¿qué es un arancel y para qué sirve? Un arancel es un impuesto, una “tarifa oficial determinante de los derechos que se han de pagar en varios servicios, como costas judiciales, aduanas, etc.” (diccionario RAE). Aquí de lo que se está hablando es del “arancel de aduanas” definido como los derechos a pagar por la importación de mercancías de procedencia extranjera. Es un impuesto a las importaciones. Lo que se compra al extranjero se grava con un impuesto que hay que pagar para que el producto pueda pasar por la aduana y que lo recibe el Estado. Todos pagamos impuestos cada vez que compramos algo, normalmente el IVA, que en el tipo general es del 21%.

Los aranceles se inventaron para proteger las economías locales a la vez que suponen un ingreso para el recaudador. En el clásico Diccionario de Economía (Alianza Editorial) se indica que el arancel de aduanas “Protege la producción nacional, y de su aplicación se derivan ingresos para el presupuesto”, obra de Ramón Tamames publicada allá por 1988, cuando su autor aún era progresista y uno de los mejores economistas de nuestro país.

Un poco de historia. En la Edad Media europea se fueron implantando, primero para proteger a los artesanos de cada lugar, después a la industria de cada región o país. Todos los Estados regularon aranceles al alza hasta que llegamos a mediados del siglo XX. Por un lado la Comunidad Económica Europea se crea para eliminarlos entre sus países miembros, creando un área de libre comercio que aspiraba a ser mucho más que eso. Así comienza la construcción de la Unión Europea, como una zona libre de aranceles que fuera creando también una armonización política y social. Las diferencias salariales, de derechos laborales y sociales, se fueron reduciendo entre los países miembros de la Unión. Fue positivo para el desarrollo socioeconómico del conjunto, no exento de desajustes.

Las uniones de libre comercio producen, entre otros efectos, una acelerada especialización económica. Por ejemplo, España entró en la UE bajo unas condiciones estrictas sobre lo que su agro-ganadería podía producir, para que sobre todo la de Francia no se hundiera.

Pero ¿qué pasa si creamos zonas de libre comercio, sin aranceles, por ejemplo con Marruecos y más aún con el resto de África, Asia etc? La economía agraria e industrial de España y buena parte de la UE desaparecería ¿Puede competir una empresa agrícola española con una marroquí que paga a sus empleados una sexta parte por su trabajo? Imposible. Incluso si miramos el salario medio en 2024: en España es de 1.323 euros, en Marruecos 288. Por no hablar del volumen de la economía sumergida en ambos países, más del triple en Marruecos según algunos estudios, ni de los controles sobre uso de plagicidas, herbicidas, etc. Por mucho que nuestro ministro de Agricultura se empeñe en convencernos de que todo lo que entra en España pasa los debidos controles fitosanitarios ¿cuántos inspectores hay in situ?

¿Qué ha pasado en el mundo desde los pasados años setenta? Estados Unidos lanzó la eliminación de aranceles como parte de las estrategias dominantes del neoliberalismo. La globalización sería positiva para todos, nos dijeron. El tándem ultraliberal Reagan-Thatcher propuso la eliminación de aduanas económicas y la reducción de los Estados al mínimo posible. Los controles fronterizos solo para evitar la emigración masiva. Todo el poder para las empresas. Las más grandes se comerán a las pequeñas sin problema. Las economías fuertes a las débiles. Las multinacionales pasaron a ser transnacionales, con poder e implantación mundial. En el corto plazo los Estados fuertes, norteamericano, británico, occidentales... aumentaron su poder.

Hay que hacer un inciso para explicar la globalización. Como proceso de intercomunicación mundial es un proceso natural en la historia de las civilizaciones humanas e inevitable. El incremento constante del comercio y la comunicación entre países y continentes conllevó beneficios culturales, para el avance de la ciencia, la tecnología, etc. y perjuicios para las sociedades más simples y minoritarias, muchas han desaparecido.

La globalización moderna aceleró enormemente estos procesos. En los años 70 las teorías de Milton Friedman y de la Escuela de Chicago se extendieron y los nuevos lobbies norteamericanos e internacionales transmitían el mensaje de que en las sociedades occidentales había un “exceso de democracia” que había propiciado levantamientos como los de movimientos sociales de mayo de 1968 y la extensión de las ideas “social-comunistas”. La batalla de las ideas había comenzado con las propuestas de los think-tanks que fueron en el sentido de “1) obligar a los norteamericanos y al mundo entero a regresar a los parámetros del capitalismo salvaje; 2) imponer un retorno a los ‘genuinos valores americanos’ de corte puritano… Se estaba tramando la revolución de los muy ricos, como la bautizó Galbraith… A la altura de 1980 los neoliberales se hicieron con las riendas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, dejando fuera de combate a varias generaciones de socialdemócratas” (Garcia–Rosales y Penella 2011:21-27). Estas propuestas neoliberales triunfan a partir de los años 80 y se imponen como hegemónicas a nivel mundial, partidarias de la globalización, la desregulación de los mercados y la flexibilidad laboral: menos normas, menos rigideces comerciales y menos regulaciones a todos los niveles, que incluye libertad de despido, menos derechos laborales y sociales, privatizaciones… En palabras de Zygmunt Bauman es la modernidad líquida, menos Estado y más mercado. Los derechos legales, antes sólidos como rocas, se licuan y se nos escapan entre los dedos de la mano cuando tratamos de atraparlos. Podríamos añadir que ahora, en muchos países, se han hecho gaseosos y se esfuman en el aire.

En la España felipista de los años 80 se cerraron los astilleros, los Altos Hornos, las siderurgias... España que se dedique al turismo y poco más. En Europa solo Alemania fabricará algo, lo demás se lo compraremos a China.

Este proceso fue contestado por los movimientos sociales antiglobalización en todos los países del capitalismo avanzado. Desde los agricultores franceses hasta los obreros industriales de medio mundo protestaban por un proceso que disminuiría sus beneficios. En Seatle en 1999 paralizaron la ciudad y las reuniones de la OMC. Las protestas continuaron por años a favor de Otro Mundo es Posible. Estar en contra de esta globalización neoliberal era apostar por las economías de proximidad, solo posibles con el mantenimiento de aranceles y aduanas económicas. Y en contra de zonas de libre comercio, como la creada entre México, EEUU y Canadá.

Al proceso de globalización se apuntó China, cuando apostó por el libre comercio y entró en la Organización Mundial del Comercio (OMC). En pocos años China, la India etc. se convirtieron en la fábrica del mundo. Los gurús neoliberales occidentales no podían imaginar que un enorme país, gobernado autoritariamente por un partido comunista, se convirtiera en pocos años en el mayor abanderado de la globalización. No les cabía en la cabeza.

Las economías nacionales se resintieron y sus empresas, no solo las pequeñas, no pueden competir con los gigantes de Asia en un mercado desregularizado. Ahora con Trump parece que tenemos el mundo al revés. Hace unos días la televisión estatal china emitía los videos de Reagan a favor de la globalización y en contra de los aranceles, mientras las norteamericanas repetían machaconamente los mensajes de su gobierno en el sentido contrario.

El tema es complejo, hay que considerar que la globalización y la hiperespecialización territorial produce efectos contradictorios:

- Ecológicos catastróficos. Decenas de miles de aviones y barcos transportando diariamente mercancías de un continente a otro. Hasta el punto, lo vimos con la pandemia, que en Europa no se fabricaban apenas mascarillas, venían de China, y todo lo demás también. Desde los palitos para el chupa-chups hasta las gominolas, pasando por todo lo que lleve plástico ¿Las nueces? de California. En los súper tenemos lentejas de EEUU ¿La fruta? buena parte de América. Alberto Garzón ha recordado que “todo el comercio internacional se desenvuelve sobre la base de energía abundante y barata, especialmente gracias a los combustibles fósiles”, pero los análisis críticos en este sentido son escasísimos.  

Para fabricar un automóvil europeo intervienen empresas de cinco o seis países en los que, en diferentes fábricas, cada una produce algo que envía a miles de kilómetros de distancia para seguir con la producción, y el montaje se realizará en otro país… Más consecuencias para el medio ambiente.

Cuerpo, ministro de Economía, indicaba en entrevista reciente que el comercio entre América y Europa factura 4.400 millones de euros ¡cada día! Y que esto es muy importante para la economía mundial. Desde luego ¿y para la salud medioambiental? Copiando a Friedman nos explicaba donde se han fabricado cada parte de sus gafas: el cristal en un país, las varillas en otro, los tornillos en otro, el plástico en otro. Fantástico.

- Cierre de las empresas nacionales que no están en el reparto mundial, que no les toca producir eso que fabricaban porque otros lo harán por menos precio, ya que los trabajadores de esos países cobran la décima parte o menos que sus colegas europeos, en su equivalente en euros. El valor de cambio de sus monedas nacionales también influye, claro.

- Por contra, también es evidente que cuando se crea una zona de libre comercio entre varios países, favorece la creación de empresas productivas, de capital extranjero generalmente, en los países más débiles económicamente y en derechos. Esto favorece la economía de estos países, al menos en el corto plazo. La zona de libre comercio entre México y EEUU favoreció la creación de miles de empresas manufactureras, del textil y otros sectores, en México. Favoreciendo el desarrollo económico de este país. En la balanza hay que tener en cuenta este factor.

Pero mientras existan enormes diferencias en los niveles de renta, en el valor de cada moneda y en los derechos sociolaborales entre unos países y otros, el libre mercado desregularizado provoca el cierre de empresas y la disminución de derechos en el país más desarrollado.

- Las amenazas de Trump con una guerra comercial mundial han provocado que se prevea una posible recesión económica y el previsible descenso en el comercio mundial, lo que ha provocado una inmediata rebaja en el precio del petróleo. Si va a haber menos comercio habrá menos demanda de petróleo, lo cual es bueno para el medioambiente y malo para las empresas petroleras. A menos demanda la respuesta es bajar los precios, para amortiguar lo anterior y que se consuma más al ser más barato.

Concluimos y terminamos. Según lo visto en las últimas semanas, la mayoría de las izquierdas están ancladas en un análisis simplista, liberal y cortoplacista de la guerra comercial arancelaria. Es difícil encontrar análisis que vayan más allá de decir que los aranceles son malos y Trump malísimo. Las guerras, también las comerciales, son malas en sí mismas. Vale, de acuerdo. Pero profundicemos un poco por favor. La solución no es una zona de libre comercio mundial y todos contra USA, como propone a diario un exministro socialista en la Sexta (M. Sebastián). Los aranceles son positivos, en su justa medida. Lo difícil es encontrar la medida justa. Aranceles a la importación por debajo del 15 o 20% perjudican gravemente a las economías de la UE, a sus empresas y a sus trabajadores. Serían admisibles solo sobre algunas materias primas y productos. Por encima del 40% ralentizan y paralizarían parte del comercio internacional.

Buscando, buscando, he encontrado algún artículo crítico, más serio, minoritario y marginado en los medios. La postura de Ecologistas en Acción de Andalucía: “El confinamiento debido a la COVID puso de manifiesto la vulnerabilidad que implica la orientación exportadora y la dependencia de importaciones… Necesitamos superar el debate entre liberalismo y proteccionismo económico con un nuevo modelo de producción y comercio con justicia ecosocial donde los aranceles pueden ser útiles si nos ayudan a relocalizar diversificando las producciones locales… la solución -a la guerra comercial trumpista- no es una huida hacia delante buscando mercados internacionales alternativos para profundizar la globalización económica con sus nefastas consecuencias de desigualdad social y destrucción ambiental” Aranceles, ¿una oportunidad para reorientar el modelo productivo agrario andaluz pasando de la exportación a la Soberanía Alimentaria? • Ecologistas en Acción

¡Exacto! Por favor, personas de izquierdas, ecologistas y movimientos sociales alterglobalizadores ¡alcen su voz!


-Artículo publicado en la revista Viento Sur: https://vientosur.info/los-aranceles-son-positivos-en-su-justa-medida/



9 de noviembre de 2024

EL LENGUAJE INCLUSIVO A DEBATE. Decálogo de propuestas para la reflexión

 

Tomás Alberich Nistal (sociólogo) y Rosa López Fernández (filóloga)

[Artículo publicado íntegramente en la revista: El Viejo Topo – núm. 442 Noviembre 2024]



El lenguaje no es una creación arbitraria de la mente humana, sino un producto social e histórico que influye en nuestra percepción de la realidad. UNESCO1.

Vamos a tratar un tema o temas realmente polémicos, incluso delicados y de muy difícil solución. Una pregunta central del debate podría ser ¿hablar sólo en masculino o solo en femenino es inclusivo?

La propia pregunta precisa de alguna aclaración lingüística. Cuando decimos solo en masculino o en femenino, nos referimos al empleo del cualquiera de ellos como término no marcado que puede abarcar individuos de ambos sexos. Se denomina uso genérico. En este sentido, solo el masculino genérico está firmemente asentado en el sistema gramatical español, como en otras lenguas. El uso del masculino genérico lo es desde un punto de vista formal (por concordancia) y no referencial, igual que ocurre con palabras como persona o víctima cuyo género gramatical femenino no impide que se refiera tanto a personas o víctimas de cualquier sexo. Es decir, no es lo mismo género gramatical que sexo.

Sin embargo, desde el reclamo del lenguaje inclusivo, se objeta que el masculino genérico invisibiliza a la mujer y que por tanto hay que hacer explícita siempre la relación entre género gramatical y sexo. Realizar esto de forma sistemática tiene implicaciones no sólo en el léxico, sino también en la morfología y la sintaxis de nuestra lengua. En estas estrategias se incluye el uso de la desinencia femenina como genérico -todas las palabras terminadas en a. Este uso, al no devenir del propio sistema de la lengua y por tanto no estar asentado, introduce interpretaciones que excluyen a los varones.

Es decir, que nos hayamos aquí en un conflicto entre las necesidades internas de la lengua, la de mantener una estabilidad en las categorías necesarias para garantizar la coherencia y concordancia y estabilidad de la lengua necesarias para la comunicación, y unas necesidades externas: las de adecuarse a las necesidades comunicativas y a las demandas de una parte de la sociedad y de los movimientos sociales, ya que "a pesar de la relativa estabilidad del lenguaje, sobre todo en cuanto a su estructura gramatical, también las categorías pueden admitir cambios para adecuarse a las necesidades comunicativas, expresivas y de automanifestación de los hablantes" (Giammatteo, 2020) 2.

En esta disputa entre las necesidades intrínsecas de la lengua y las necesidades sociales o sociopolíticas, es donde enmarcamos este artículo. Primero vamos a presentar algunas premisas sobre los usos del lenguaje en general y el uso en el ámbito sociopolítico en particular. Después nos centraremos en las consecuencias de utilizar ciertas estrategias en el lenguaje político y plantearemos algunas recomendaciones o sugerencias. Avisamos que no vamos a decantarnos por opciones claras y determinantes. En las propias guías de lenguaje no sexista, como en la de la UNESCO citada, ya se nos indica que para los problemas de la concordancia no es posible proponer soluciones que sean válidas en todos los casos. En el lenguaje, como en la vida misma, las posturas no tienen porque ser siempre blanco o negro. Perdón por el spoiler.

1. Y por aquí empezamos. El lenguaje busca siempre la economía, es comunicación y también eficacia. En el uso común se impondrá la palabra o expresión más “barata”, la más rápida. ¿Por qué se ha popularizado la palabra spoiler? Básicamente porque es más rápido que decir por ejemplo “perdón por revelar el final de este artículo”. Igual ocurre con escribir “OK” y tantas expresiones importadas. En el lenguaje hablado fácilmente diremos “de acuerdo”, pero en el escrito coloquial y mucho más en whatsapps y demás RRSS ponemos ok, y punto. O decir lawfare… para no tener que escribir o decir “judicialización de la política” o, más exactamente, “manipulación de la judicatura con objetivos políticos”.

No nos estamos refiriendo a la extendida manía de poner términos en inglés, cuando los hay en castellano perfectamente equivalentes, abuso que va a más. Siempre que una palabra o concepto se pueda expresar en español es ridículo, o cuanto menos síntoma de empobrecimiento lingüístico, ponerla en inglés. Por mucho que haya quien lo haga para mostrar un falso conocimiento de idiomas o lo moderno que es.

El lenguaje es un organismo vivo que cambia constantemente, tanto como la comunidad de personas que lo hablan. Adopta palabras nuevas constantemente, esto es imparable y además sano. Pero lo hace con algunas reglas, como la de la economía y la eficacia que decíamos antes. Cuando entra una palabra nueva en el sistema lo hace para cubrir un hueco o desplazar a otras que adquieren matices diferentes. Por ejemplo la palabra “machirulo”, cuyo origen es incierto, "aunque podría tratarse de un acrónimo a partir de macho y chulo o macho y pirulo" (FundéuRAE), hoy ya figura recogida en el diccionario de la Real Academia española de la lengua (RAE). La palabra “señoro” no lo está pero suponemos que pronto figurará, aunque sea utilizada solo en sentido irónico o sarcástico.

2. En estos antecedentes del tema a tratar, conviene también recordar que la inclusividad en el lenguaje no tiene que ser solo en el ámbito del género, también debe serlo en todos los ámbitos y grupos sociales. Caso importante es cuando nos referimos a las personas con alguna discapacidad o en el ámbito de la diversidad funcional. Hasta hace bien poco en la misma Constitución Española y en numerosos documentos oficiales, se las citaba como “inválidos”, minusválidos”, “disminuidos” etc., denominaciones que hoy nos resultan insultantes y totalmente rechazables, tanto en el lenguaje escrito como en el hablado, en cualquier ámbito o circunstancia.

Igualmente ocurre para referirnos a personas racializadas o de otros pueblos, como el gitano, que aún en el siglo pasado se citaban como personas de malvivir y a vigilar por las fuerzas policiales o, tercer ámbito, el de personas LGTBI, cuando se las citaba como “degeneradas”, que realizaban acciones pecaminosas, prohibidas etc. El lenguaje para que sea inclusivo debe ser cuidadoso en todos estos ámbitos.

3. En este artículo nos vamos a centrar más directamente en el debate sobre los cambios en el lenguaje con el objetivo de conseguir que sea inclusivo en el ámbito de los géneros masculino y femenino, y de las personas que no se quieren definir respecto del género (no binarias o con otras denominaciones).

Para que el lenguaje sea totalmente inclusivo para hombres y mujeres en castellano se han ido inventado en las últimas décadas diferentes fórmulas. Primero fue la @ para incluir los dos géneros (por ejemplo tod@s incluye a todos y todas). Luego se consideró más fácil y práctico poner una x (todxs). Estas dos estrategias están limitadas al lenguaje escrito, especialmente en comunicados políticos y sociales donde, para abreviar, se elige frente al uso de otras opciones tipográficas como el uso de la /, como en todos/as.

Bastante después se optó por poner una e (todes). Pero hablar y escribir solo con la e también ha derivado hacia el uso solo para las personas no binarias o que no quieren definirse en ninguno de los géneros, ni masculino ni femenino, lo cual añade más confusión.

Todos los niños, las niñas, les niñes de este país tienen derecho a conocer su propio cuerpo... Tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas, eso sí, en el consentimiento”. Fue la memorable frase de una ministra (sept.2022) por la forma y el fondo. No vamos a entrar en el fondo. Pero está claro que quien utiliza este nuevo género neutro con la e está mostrando, exhibiendo, que pertenece a un determinado ámbito, más bien reducto, sociopolítico. En el futuro ¿hablaremos todes con la e? Pues no lo creemos. Resulta artificioso, difícil y forzado.

4. El femenino genérico en el ámbito político. El uso de estas fórmulas se ha ido extendiendo pero no ha pasado de ser muy minoritario. Igualmente ocurre con la reciente costumbre de la utilización del femenino como genérico. Por más que se empeñen algunos varones en utilizarlo, cada vez que se oye a un político o a cualquier varón decir “nosotras” la mayoría que le escucha lo identificará automáticamente como miembro de un grupo izquierdista o de una minoría, incluso de una minoría radical. Y, lo que es peor, en primera instancia al oírlo despista a buena parte de la audiencia, con lo cual parte del mensaje que va a continuación y quiere transmitir se pierde.

La lengua solo existe en virtud de un contrato implícito de la comunidad, es necesario que asumamos ciertas normas o acuerdos para interpretar los mensajes. Nada impide transgredir las normas, pero las innovaciones solo pasarán a formar parte de la lengua cuando la recurrencia o sistematicidad necesaria para el proceso interpretativo tenga lugar. Esto es lo que persigue el uso sistemático del femenino inclusivo en las comunicaciones públicas de algunas organizaciones políticas. Lo queramos o no, ese uso sistemático solo se da por algunos hablantes o en situaciones concretas identificadas con cierta ideología, no forman parte de la lengua compartida por todos ni en todas las situaciones. De hecho el uso sistemático del femenino genérico resulta difícil utilizarlo en el lenguaje común, con los amigos o la familia, fuera de la tribuna o del lenguaje oficial, y esto ahonda en la brecha entre uno y otro lenguaje y por extensión, entre la imagen que tenemos de las personas que lo utilizan o no.

Además el femenino genérico, al estar marcado, limita el desplazamiento, es decir, si no estamos viendo el contexto, resulta difícil interpretar si "nosotras" se refiere al género marcado o a un uso genérico. Aún si el contexto está claro, el femenino genérico provoca un extrañamiento que desvía la atención de la misma función comunicativa.

Por último, el femenino genérico introduce interpretaciones que provocan que buena parte de los varones se sientan excluidos. Contra este argumento algunos postulados esgrimen que las mujeres llevan mucho tiempo realizando este esfuerzo interpretativo (¿se trata entonces de revancha o venganza?). La solución a un problema no puede ser crear otro problema.

5. Diferente recorrido ha tenido la repetición con el desdoblamiento de géneros: todas y todos, las ciudadanas y los ciudadanos, trabajadores y trabajadoras... que se ha ido convirtiendo en lo habitual en cualquier comparecencia pública. Hace dos décadas podía parecer raro o gracioso cuando empezamos a oír lo de “los vascos y las vascas…” al lendakari de la época de forma machacona, pero hoy a nadie extraña. Esta fórmula puede resultar cansina, incluso agotadora en los discursos pero es la más usada.

Ir doblando el género a lo largo de cada frase crea un efecto agotador. Peor aún inventarse palabras o géneros nuevos, especialmente cuando el genérico incluye la desinencia -e, generando ambigüedades donde antes no las había. El efecto conseguido es ridículo y no es de extrañar que la derecha se mofe de ello. Se ha llegado a decir públicamente aberraciones lingüísticas como “cuerpos y cuerpas”, jóvenes y jóvenas... entre otras lindezas. O extrañezas que provocan rechazo, aun cuando su creación no se apartaría de las reglas que facilita el sistema lingüístico para crear nuevas palabras, como es el caso de miembras.

En literatura, en textos de novelas o poesía, el desdoblamiento resulta inviable. Actualmente en algunos ensayos (de sociología, política,…) ya nos encontramos constantes desdoblamientos, con un efecto cansino. Si cada vez que nos referimos a un grupo poblacional o social tenemos que desdoblar alargamos los textos innecesariamente.

6. Desde hace décadas se han publicado, por diversas administraciones públicas y medios, diferentes recomendaciones para no mantenerse en el uso del masculino como genérico en la lengua española, que es desde el que partimos. En estos manuales se suele recomendar utilizar palabras genéricas para no tener que utilizar las de solo un género. Por ejemplo en el folleto de la UNESCO citado, ya bastante antiguo, en columnas se citan palabras de usos tradicionales y las “posibles soluciones”. En vez de decir el hombre, o los derechos del hombre, se recomienda poner la humanidad, el género humano, los derechos humanos. En vez de decir “hombre de negocios”, poner “los hombres y las mujeres de negocios” o “la gente de negocios”. En vez de “las mujeres de la limpieza” usar “el personal de la limpieza”. Así con múltiples ejemplos muy recomendables.

Pero, por otro lado, la utilización de nombres colectivos o abstractos no sustituyen a nombres de persona: no siempre se puede sustituir niños y niñas por infancia o niñez, porque no son término equivalentes. En ocasiones, se pierden matices y no se gana sino que se pierde en exactitud.

7. Para la RAE ni una sola de todas las fórmulas citadas es admisible. Santiago Muñoz, Director de la RAE: “La posición de la RAE es clara. El desdoblamiento altera la economía del idioma. Y yo añado: y la belleza. Este tipo de variantes la estropean. Es una lengua hermosa y precisa. ¿Por qué tiene que venir usted a estropearla?”. Igualmente desde esta institución se han rechazado el resto de fórmulas planteadas, por considerarlas inadecuadas, con diferentes argumentos. En documento reciente, de 13 febrero de este año, contesta la RAE a la mesa del Congreso de los Diputados: Nota sobre las «Recomendaciones para un uso no sexista del lenguaje en la Administración parlamentaria» (acordadas en la Reunión de la Mesa de las Cortes Generales del 5 de diciembre de 2023): “la recomendación de que se evite la arroba como posible comodín de las vocales -o y -a (l@s parlamentari@s), así como las letras -x (lxs parlamentarixs) y -e (les parlamentaries) en contextos similares. También propone el texto de la Mesa del Congreso (§ II.3) que se evite «el uso de las flexiones de género no recogidas en el Diccionario de la RAE». El mismo texto (§ II.4) recomienda «no abusar de las duplicaciones de género» (los parlamentarios y las parlamentarias). Todo ello supone un avance considerable en relación con algunos textos previos procedentes de la Administración del Estado, lo que constituye, indudablemente, una buena noticia. El punto más conflictivo es la interpretación del llamado «masculino inclusivo», sobre el que persisten discrepancias fundamentales”.

Finalmente el informe concluye “Es más que evidente que cada uno puede expresarse con las fórmulas lingüísticas que libremente elija. En cualquier caso, la RAE ha defendido en sus documentos que no son sexistas muchos usos gramaticales y léxicos del español que las autoridades presentan como tales. Ha sostenido asimismo que no se apoya la igualdad de los hombres y las mujeres de nuestro país pidiendo a los ciudadanos (sean parlamentarios o no) que hagan constantes equilibrios sintácticos, morfológicos y léxicos para evitar opciones lingüísticas que pertenecen a su forma natural de expresarse”.

8. En el lenguaje oficial, legislativo o normativo, concluimos que hay que elegir entre dos males. Utilizar un lenguaje inclusivo pero poco atractivo, con el desdoblamiento de género o sustituido por palabras genéricas, que tienen, en ambos casos, la consecuencia de no ser el lenguaje habitualmente usado por la mayoría. Cuando estás hablando con amistades o la familia casi nadie dice todos y todas, nosotros y nosotras, o población española para no decir ‘españoles y españolas’. Mucho menos se dirá en textos literarios. Por lo tanto, si lo hacemos en el lenguaje de documentos oficiales, se puede considerar que aleja a la población de ese lenguaje y así es señalado también por la RAE. Cuando se lee el BOE puede resultar farragoso y además “aleja” a la población del lenguaje político oficial, lo cual redundaría en un aumento de la brecha entre el mundo político-legislativo y la mayoría social.

El director de la RAE dice: “los juristas, además, somos útiles en la creación de la lengua porque nuestro trabajo consiste en definir situaciones muy inmediatas. Definir es nuestra vida: conceptos, situaciones. Esa es la clave del derecho: la retórica, explicarse bien, con buenas y adecuadas palabras”. Precisamente por este razonamiento no entendemos que se muestren en contra del desdoblamiento o buscar palabras genéricas e inclusivas en las actas del Congreso o en cualquier documento oficial. El lenguaje normativo, que crea derechos y obligaciones, efectivamente debe ser en primer lugar preciso y eficaz. Puede resultar pesado decir “la población residente en Madrid está obligada a…” en vez de “los madrileños están obligados a…”. Pero es más preciso y más inclusivo lo primero que lo segundo. Porque lo 2º: 1, no cita a las madrileñas, 2, puede preguntarse ¿quién es madrileño, el que ha nacido en Madrid, el extranjero que vive en Madrid temporalmente?

Como decíamos, hay que elegir entre dos males: o ser preciso e inclusivo pero con un lenguaje separado del utilizado de forma coloquial, haciendo que a la población el lenguaje oficial le resulte farragoso y difícil; o utilizar un lenguaje sencillo, perdiendo en inclusividad y precisión. Entre estos dos males, nosotros nos inclinamos claramente por elegir la primera opción, ya que pensamos que lo más importante del lenguaje oficial (normas, bandos, lo publicado en los BOE, etc.) es ser preciso y lo más exacto posible, reduciendo al máximo la posibilidad de interpretaciones erróneas y, si además es inclusivo y no sexista, tendrá un valor añadido.

9. Las denominaciones de profesiones y profesionales. Se ha ido popularizando y usando cada vez más la terminación en a para numerosas profesiones. Ya es habitual decir jueza, médica… etc. Aunque aún haya quien, por ejemplo, prefiere escribir “la concejal” en vez de la concejala. Suena tan mal como decir la alcalde en vez de ‘la alcaldesa’. Esto no evita que haya profesiones donde el desdoblamiento es imposible, como: policía, periodista, anestesista, gerente, etc.

En estos aspectos creemos que sí hay un consenso social mayoritario que se va imponiendo. El léxico es más moldeable que la gramática, que afecta al corazón de la lengua, y se adapta más rápidamente a las necesidades sociolingüísticas de los hablantes.

10. Como también anunciábamos, la última moda de utilizar el lenguaje solo en femenino como genérico, identifica solo a una minoría, que es identificada habitualmente como izquierdista o feminista radical. Produce un autoseñalamiento minoritario. Utilizar constantemente el “nosotras” en ruedas de prensa o debates entre representantes políticos, provoca dos efectos, los dos rechazables desde nuestro punto de vista:

a). El “nosotras/os” incide en el discurso del enfrentamiento, de la confrontación: si hay un nosotros/as es porque enfrente hay un ellos o un vosotros. Nosotros somos así, no como vosotros, los otros o los demás… Anima la crispación.

b). Si, además, es solo en femenino, redundará en el discurso habitualmente utilizado por una minoría. Si se desea llegar a la mayoría, si queremos que la mayoría o más gente te vote -se supone-... no utilicemos un lenguaje selecto, ya sea seudointelectual o mini-minoritario.

Se podrá decir que así cambiamos -desde posiciones de liderazgo- el lenguaje positivamente, pero esos cambios serán en todo caso a muy largo plazo. Hoy por hoy son más los problemas que producen que las virtudes que podrían tener, ya que son vistos por la mayoría como una forma artificiosa de imponer un cambio en el lenguaje.


Cuando oímos, por ejemplo en debates electorales entre representantes políticos, decir a una representante de izquierdas “nosotras queremos… nosotras somos partidarias de…”. Sinceramente nos surge una duda: ¿a qué o quienes se refiere?, ¿a las diputadas del grupo en el que está, a las mujeres de su organización política, a su colectivo? El nosotras además de restrictivo desvía la atención de lo principal. Si usted está en ese debate o rueda de prensa en representación de una fuerza política ¿no será más correcto decir: Sumar/Podemos/IU (el nombre que sea) quiere conseguir tal derecho…? Lo útil es nombrar siempre a la fuerza política. El ver a un candidato o candidata, las más de las veces desconocido/a para la mayoría, decir constantemente nosotras aporta la nada. Y redunda, además, en el sectarismo y el lideralismo personalista, no en el liderazgo colectivo. No ayudará a su organización, la está marginando al no nombrarla.

Hemos visto debates donde prácticamente nunca se cita a la organización. Lo cual señala un tercer aspecto: lo importante no son las organizaciones ni los partidos, no es el trabajo colectivo de miles de personas afiliadas, lo importante soy yo y mi estrecho círculo cercano: “nosotras”. Se incide en el tan de moda yoísmo, en una nueva versión, el nosotrosismo.

Acabamos con algunos ejemplos. Creemos que la frase “Sumar defiende el derecho a la vivienda para toda la población”, apela a un público más amplio que decir: “Nosotras defendemos el derecho a la vivienda para todas”, con esta última frase se identificará solo una parte de posibles votantes. Deberíamos diferenciar entre el uso público del lenguaje político cuando queremos llegar a la mayoría y a sumar más votos, del uso del lenguaje interno y coloquial que podemos utilizar dentro de una asociación o colectivo. Otro ejemplo, en el reciente proceso de elección de nueva dirección en IU se presentaron cuatro candidaturas, cada una con un lema o eslogan, todos de carácter general, aludiendo a la defensa de la izquierda, de IU, etc., ninguno con apreciaciones de género menos uno que se proponía como “Arriba las que luchan”. Un error, y “los” que luchan ¿dónde están? ¿Se identificarán con “las” que luchan?

Un último ejemplo. Utilizar en artículos y declaraciones “nosotras” para señalar lo bueno y “ellos” para lo malo. Declaraciones del pasado julio de una ministra, en este caso sobre la persecución de la policía política en tiempos de Rajoy: “nosotras siempre hemos defendido … pero ellos nos han perseguido, etc.”. Pensamos que sería más correcto limitarse a decir que Podemos ha sido perseguido por sus ideas políticas por el Partido Popular. Evitando la utilización de un genérico femenino de forma capciosa, ¿lo femenino es bueno y lo masculino es malo?

Conclusión. Es evidente que existen usos sexistas del lenguaje que hay que evitar y que el feminismo dejará huella en el lenguaje adaptándolo y reflejando una realidad social en la que las mujeres sean cada vez menos discriminadas en la sociedad. Cada uno en nuestro día a día debemos esforzarnos porque así sea. Multitud de guías de diferentes instituciones ofrecen soluciones para utilizar un lenguaje no sexista, tales como el uso de expresiones neutrales en términos de género, cambiar la estructura de la frase, aparte del uso de los pares femeninos y masculinos. La RAE es crítica con la mayoría de estas guías porque parten de la premisa de que el uso del masculino genérico es siempre sexista, lo cual obliga a hacer equilibrios léxicos y sintácticos que a menudo van en detrimento de la claridad y eficacia del lenguaje y que aplicados de forma radical dificultarían el habla.

En el uso del lenguaje inclusivo debe imponerse la racionalidad práctica y utilizar las diferentes herramientas que nos ofrece el lenguaje según el contexto y el uso. No es lo mismo redactar la Constitución, cuyo lenguaje no solamente debe ser preciso sino que tiene un alto valor simbólico, que escribir una novela o charlar con las amistades, siendo conscientes siempre de que en esos equilibrios a veces se escapan matices. Pretender sistemáticamente evitar el masculino genérico genera problemas de concordancia que son imposibles de sistematizar, de solucionar.

Rosa López Fernández y Tomás Alberich Nistal. Septiembre 2024. Artículo publicado en la revista El Viejo Topo, nº 442, noviembre 2024

Se pueden dejar comentarios al artículo de forma libre -sin registrarse- en este mismo blog:

1 Documento Recomendaciones para un uso no sexista del lenguaje. Editado por el Servicio de Lenguas y Documentos de la UNESCO. Sin fecha.

2 Giammatteo, Mabel (2020): El género gramatical en español y la disputa por el género inclusivo”, Cuarenta Naipes, Revista de Cultura y Literatura (Univ. N. de Mar de Plata).