Álvaro Blázquez y Tomás Alberich
Los
partidos políticos poseen unas características discursivas
derivadas de un argumentario que, en principio, se pretende que tenga
la máxima eficacia, siempre manteniendo una línea ideológica que
aporta significantes para convencer a una parte importante del
electorado.
La ideología suele partir de valores éticos, mientras
que la eficacia se centra más en la capacidad de convicción. Sin
embargo ambas pueden derivar, en el peor de los casos, en propuestas
falsas, engañosas o que no se tienen intención de cumplir. En el
camino quedan significantes flotantes, que sirven para todo (según
Laclau, caracterizados por su naturaleza ambigua y polisémica) o
significantes vacíos, es decir, los que no pasan de la pura
retórica (o significantes sin significado)
En
esta ocasión, pretendemos realizar un análisis de estos
significantes de una forma sintética y fácil. Para ello, se
ordenarán en dos columnas que serán contrapuestas según su marco
ideológico preponderante. Los principales partidos políticos
nacionales en España son en la actualidad cuatro, pero resulta más
clarificador aglutinarlos en dos opciones o bloques (derechas o izquierdas), precisando después en los
comentarios, si acaso, diferencias entre opciones
políticas concretas.
Todos
los significantes aparecerán contrastados, fijándose en tendencias
discursivas más que en valores absolutos; es decir, que el mérito,
la seguridad y el orden, por mostrar los tres primeros ejemplos,
queden del lado de la derecha, no significa que la izquierda renuncie
a ellos, sino que en sus discursos, estos conceptos aparecen en
muchas más ocasiones en un lado que en otro. Incluso pueden darse
casos de “robo” de significantes; por ejemplo, la libertad
aparece en las últimas décadas apropiado por partidos de derecha,
cuando a mediados de siglo XX este significante estuvo claramente
orientado hacia la izquierda.
También
se utilizarán simples negaciones conceptuales cuando sea necesario.
Por ejemplo, la derecha niega (o desdeña) el machismo o el racismo,
mientras que la izquierda niega la existencia de una ideología de
género. Se trata, en fin, en buscar significantes contrapuestos y
ver cuales de ellos tienen una mejor eficacia discursiva.
IZQUIERDA
|
DERECHA
|
|
|
Igualdad
|
Mérito
|
Rehabilitación
social
|
Seguridad
|
Represión
(contra)
|
Orden
|
Acogida
migrantes
|
Control
inmigración
|
Derechos
|
Libertad
|
Intelectualismo
|
Lenguaje
directo
|
Justicia
fiscal
|
Bajar
impuestos
|
Nacionalismo
poblacional
|
Nacionalismo
territorial
|
Plurinacionalidad
|
Identidad
nacional
|
Políticas
de género
|
Ideología
de género (contra)
|
LGTBIQ+
|
Familia
|
Contra
el Machismo
|
Negación
machismo
|
Contra
el Patriarcado
|
Negación
patriarcado
|
Feminismo
|
Feminismo
liberal
|
Derecho
al aborto
|
Derecho
a la vida
|
Eutanasia
|
Muerte
“natural”
|
Lenguaje
inclusivo
|
Mofa
del lenguaje inclusivo
|
Servicios
sociales
|
“Paguitas”
|
Servicios
públicos “gratuitos”
|
Servicios
públicos concertados
|
Racismo
(contra)
|
Negación
racismo
|
Decrecimiento
|
Crecimiento
|
Ecologismo
|
Crecimiento
sostenible
|
Cambio
climático antropogénico
|
Cambio
climático natural
|
Colapsismo
|
Progreso
tecnológico
|
Vivienda
pública
|
+
Construcción
|
|
|
|
|
|
|
Igualdad
– Mérito. Si la izquierda reivindica la igualdad sin una
definición más concreta, es posible que el mérito tenga un mayor
potencial discursivo: tener lo que cada uno se merece según su
esfuerzo resulta un mensaje muy atractivo. Sin embargo, cuando se
pasa a concretar mejor la igualdad, por ejemplo en la igualdad de
derechos, el significante cobra mucha fuerza. La igualdad sin una
mayor definición puede resultar artificiosa, un concepto clónico,
por lo tanto no tan eficaz como se puede creer. Por último, resaltar
que la derecha ha decidido últimamente apropiarse del concepto de
igualdad (igualdad de todos los españoles) tergiversando el
conflicto catalán que ellos mismos crearon o potenciaron.
Rehabilitación social y Prevención - Seguridad
– La seguridad es un
significante político clave. Si la existencia del Estado se
justifica por algo es por esa renuncia de los ciudadanos a defenderse
por sí mismos mediante la violencia. Los diferentes servicios
públicos, también de una vital importancia, son incluidos muy
posteriormente en la historia. Muchos gobiernos de derecha y extrema
derecha (Bolsonaro, Trump) ganaron elecciones sobre todo por la
percepción (que a veces puede no ser real) de falta de seguridad,
sobre todo en grandes metrópolis. La rehabilitación social de la
delincuencia es un avance civilizatorio indudable, pero a mucha gente
le sigue importando más una buena seguridad que una rehabilitación
de “dudosos” resultados.
Represión
(contra) – orden. La represión hoy en día en un
país como España tiene un calado importante en lugares como
Cataluña, con cientos de presos políticos, y el País Vasco, con un
tremendo conflicto reciente. La represión política en otras
regiones es sentida por una parte muy reducida de la población (tras
manifestaciones, con sentencias injustas, etc). La importancia de la
represión del Estado (policial, judicial) es mínima, por lo tanto
el significante represión no remueve precisamente muchas
conciencias. El concepto de orden abarca un significado más amplio
que de la seguridad, es de carácter conservador clásico; sin
embargo una de las estrategias de la derecha implica también alterar
ese orden, secuestrando instituciones como la justicia o ninguneando
otras que no controla.
Acogida
de migrantes - Control de la inmigración. Un tema ya importante
en España, pero crucial en Europa. Según datos de CIBOD en 2023,
dentro de la UE solo en España existe un gobierno de izquierdas,
pues en Alemania, Eslovenia y Malta existen gobiernos calificados
como de centro-izquierda. En el resto (22 países) gobiernan o
grandes coaliciones, o equipos de centro derecha y derecha. Este
panorama se debe, en otros factores, al impacto de una inmigración
que, por otro lado, es muy necesaria en muchos de estos países. En
España, incluso el Gobierno estatal lleva años intentando frenar la
inmigración mediante acuerdos con Marruecos, sabedor de que la
entrada masiva de migrantes es muy impopular. Es evidente que hay un
tanto por ciento muy alto de población que desea un control más o
menos contundente de los movimientos migratorios, por lo tanto la
izquierda suele perder mucha capacidad de convicción en este campo.
Derechos
- libertad. Como significados contrapuestos resultan bastante
paradójicos. En principio, la defensa de los derechos ciudadanos
debería constituir un argumento mucho más potente que el ambiguo
significante de la libertad, sobre todo cuando este cae un manos de
la derecha, donde parece que, más que libertad, lo que se reivindica
es “mi” libertad sin importar la de otros, o directamente la
impunidad. Sin embargo, analizando resultados electorales como los de
Madrid, donde la “libertad” (sin ni siquiera añadir un programa
explicativo) fue una indudable bandera de enganche, parece que la
eficacia de este significante desnudo fue exitoso.
Intelectualismo
- Lenguaje directo. El lenguaje intelectual, muy ligado a la
Universidad, posee una riqueza y una lucidez encomiable cuando se
expresa bien elaborado, pero es poco eficaz en el debate político.
El lenguaje directo, siempre con un mayor riesgo de ser demagógico y
sobre todo simplista, es claramente utilizado por la derecha como
estrategia electoral. La izquierda, por lo tanto, debe buscar un
lenguaje sintético y con fuerza, que huya a la vez del simplismo y
la demagogia, por ejemplo, centrándose en una mejor gestión y en
mucha menos corrupción que la derecha. Por lo que no se debería
dejar de utilizar el lenguaje directo, por ser claro y entendible,
incluso popular-populista en el buen sentido. Por poner un ejemplo:
es más exacto decir que hay que buscar “soluciones habitacionales”
para toda la población, pero si se dice “viviendas”, o “el
derecho a la vivienda” se entenderá mejor.
Justicia
fiscal – Bajada de impuestos. En una ocasión, J. L. Rodríguez
Zapatero afirmó que bajar impuestos, si esto es posible, puede ser
de izquierdas. Tenía razón. De hecho, su gobierno ha sido el único
que devolvió una partida de ingresos recaudados a los españoles. En
todo caso, la izquierda suele explicar bien por qué los impuestos
actuales son necesarios y, sobre todo, afirmar que de lo que se trata
es que paguen más los que más tienen. Sin embargo, existe un sector
de trabajadores cualificados, profesionales y autónomos que, a pesar
de reducciones de impuestos otorgados para el principio de la
actividad, se siente castigados por una alta imposición que les
lleva a considerar que soportan un Estado confiscatorio. Este
sentimiento es aprovechado por la derecha, que en España no se ha
caracterizado precisamente por bajar impuestos, sino más bien por
todo lo contrario, aunque no existe un recuerdo claro de esta
evidencia.
Hay
una diferencia clara en la forma de ver y sentir los impuestos entre
un asalariado y un autónomo. Éste puede elegir, por ejemplo, lo que
paga para tener más o menos pensión, el asalariado en parte también
pero, de partida, se lo da hecho la empresa, le entrega la nómina y,
salvo que solicite un aumento de las retenciones -caso bastante
marginal- no tiene que hacer nada. El autónomo se ve más obligado a
cargar directamente con sus propios impuestos, una visibilización
que genera más rechazo en el pago.
Nacionalismo
poblacional – nacionalismo territorial. Mientras el
nacionalismo poblacional, es decir, un nacionalismo que se apoya en
el sentimiento identitario común de un pueblo asentado sobre un
territorio, es reivindicado por la izquierda y cierta derecha
moderada o centrista; el nacionalismo territorial, es decir, aquel
que solo le interesa la posesión de un territorio, sin importar los
sentimientos identitarios de la población perteneciente a éste, es
más propio de partidos de extrema derecha y, en cierta medida,
también de izquierdas jacobinas, que siempre han estado presentes,
sobre todo en Francia. Turquía, Israel o Birmania son ejemplo de
estados territoriales, donde la población no mayoritaria es
fuertemente reprimida; los nacionalismos escoceses, portugueses o
daneses, por poner tres de muchos ejemplos, al ser poblacionales no
representan una amenaza a otros pueblos.
Plurinacionalidad
– identidad nacional. De modo más concreto, la
plurinacionalidad, planteada en cierta manera por la Constitución
Española al referirse a regiones y nacionalidades, es
recogida por la izquierda, mientras que la derecha reclama
directamente la identidad española por encima de cualquier otro
sentimiento identitario de carácter regional o europeo.
Sentimentalmente es mayoritario, y por lo tanto más eficaz, este
último, salvo en el
País Vasco y Cataluña.
Políticas
de género
– Ideología de género (contra).
Las políticas de género se refieren a la protección, respeto y
también reivindicación de las mujeres y a los diferentes colectivos
LGTBI,
algo que la derecha define como una ideología que enfrenta a la
mujer contra el hombre y que incluso
“fomenta” la
homosexualidad. Por lo general, la derecha está contra la educación
sexual en los colegios, la cual debe dejarse en manos de los padres
o, incluso, de la Iglesia.
El punto más débil de la izquierda en estos significantes está en
el transexualismo, un colectivo muy minoritario (no más de diez mil
personas) al que se otorga el derecho de cambiar de sexo de forma
gratuita en algunas
comunidades autónomas,
incluso a menores de edad. Libros como “Nadie nace en un cuerpo
equivocado” -un éxito
de ventas-, denuncia, entre otras consideraciones, la hormonación
continua como un error y un peligro para la salud. En
este último campo, el discurso de la izquierda pierde mucha
eficacia.
LGTBIQ+
- Familia. La derecha
defiende la familia tradicional (muy mayoritaria como es sabido) y
también las uniones homosexuales tras aceptarlas después de fuertes
protestas en los años 90. La izquierda también defiende la familia
heterosexual, pero no con tanto ahínco, no como modelo preferencial.
El contraste entre una palabra tan identificable como familia y las
complicadas siglas LGTBI (o
incluso LGTBIQ+),
que poca gente sabe realmente
que significan, perjudica a
la izquierda.
Machismo
(contra) – “Negación” del machismo. Aunque el machismo ha
descendido en términos generales en la sociedad española, éste
sigue sin duda existiendo, pero aquí la derecha tiene una buena
escapatoria, achacando más comportamientos machistas a los
colectivos migrantes, lo cual es desgraciadamente cierto. El que
exista un porcentaje ligeramente superior de comportamientos
machistas entre la población inmigrante no soluciona nada, ni
explica la violencia machista en España, pero tampoco se debe negar
por la izquierda.
Contra
el patriarcado - Negación del patriarcado.
Se entiende por patriarcado
el dominio del hombre en todas las instituciones de un país, desde
la familia hasta el Estado,
aparte de empresas y organizaciones religiosas. Se puede decir que en
España no existe ya un patriarcado en lo público, y
sí en algunos ámbitos familiares, aunque cada vez menos. Desciende
también, aunque no suficientemente, en la gran empresa. Solo en
instituciones privadas como la Iglesia
Católica
y en la mayoría de las
religiones, existe un
patriarcado claro y nítido, privadas
pero con protección y abundantes subvenciones públicas.
Es decir, ni se puede decir que España es una sociedad patriarcal,
ni negar que éste existe en algunos ámbitos de la sociedad. En
general, podría afirmarse que
la denuncia del patriarcado resulta poco eficaz, pues es una realidad
que
las mujeres cada vez ganan más terreno en todos
los ámbitos
sociales.
Feminismo
– feminismo liberal. Por
feminismo liberal se entiende un feminismo no vinculado al movimiento
LGTBIQ+, contrario a las cuotas y partidario de que las mujeres
compitan con los hombres en igualdad de condiciones -evidentemente
un planteamiento muy “teórico”. En cuanto al feminismo clásico
o progresista, muchas expertas coinciden en definir una cuarta ola
que comenzó claramente en España en el año 2016
(huelga general feminista en
2018,
MeToo en EEUU, Vivas nos queremos en
Iberoamérica),
lo cual no quiere decir
que no hubiera activismo feminista antes de esa fecha). Esta cuarta
ola incide en la violencia de género, en la protección económica
de las mujeres maltratadas, pero también en conceptos equívocos
como la brecha salarial, reivindicada en conjunto, pero que muchas
feministas lo han presentado como desigualdad de salario por un mismo
puesto de trabajo, cuando esta desigualdad es casi inapreciable según
datos existentes, especialmente
en las Administraciones públicas.
Parece que la brecha
salarial y otro concepto como el
“techo de cristal” se
refiere sobre todo a puestos de responsabilidad en las empresas,
donde las diferencias
persisten. También
han existido algunas declaraciones que condenan
al
género
masculino por el simple hecho de pertenecer a él, junto
con otros aspectos que han
generado una reacción importante en una parte de la sociedad. Por
ello, es posible que ciertos postulados del feminismo actual, y sobre
todo algunas de sus representantes políticas, haga perder votos a la
izquierda.
Derecho
al aborto – derecho a la vida. Las
interrupciones voluntarias de embarazos es un tema éticamente muy
complejo, pero que los países más avanzados del mundo resolvieron
ya en los años 70 permitiendo a las mujeres tener asistencia médica
libre e incluso gratuita para abortar. Sin embargo, movimientos
conservadores y cristianos sacan una y otra vez este tema que la
derecha política intenta rentabilizar. En
todo caso, en
este campo la izquierda tiene más eficacia.
Eutanasia
– muerte “natural” . En
este tema la izquierda tiene gran ventaja, pues reivindica la
libertad del individuo, quedando la derecha en clara contradicción
con sus postulados “liberales” o
de libre elección personal.
Lenguaje
inclusivo – mofa del lenguaje inclusivo.
El lenguaje inclusivo es, en principio, recomendable. En cuanto a
profesiones, es acertado decir, por ejemplo, la “jueza” en vez de
“la juez”, incluso doblar el género en casos como “señoras y
señores”, etc. Pero ir doblando el género
a lo largo de una frase crea
un efecto agotador, y peor incluso es hablar solo en género femenino
o inventarse palabras o géneros nuevos. El efecto conseguido es casi
ridículo, y no es de
extrañar que la derecha se mofe de ello. Se
ha llegado a decir públicamente aberraciones lingüísticas
como “cuerpos y cuerpas”
o “autoridades y
autoridadas”, entre otras lindezas. Utilizar
el lenguaje solo en femenino, como genérico, identifica a una
minoría izquierdista. Produce
un autoseñalamiento minoritario. No
parece adecuado utilizar
constantemente el “nosotras” en ruedas de prensa o debates entre
representantes políticos, cuando lo correcto sería
decir el nombre de la entidad política que representas. Por ejemplo,
lo correcto: “Partido X
defiende el derecho a la vivienda para toda la población española”,
no decir: “Nosotras defendemos el derecho a la vivienda para
todas”, con esta última frase se identificará solo una parte de
la gente.
Servicios
sociales – paguitas. Hasta
el ultraliberal Antonio Escohotado llegó a afirmar que hay gente que
no puede mantenerse por sí misma debido a una serie de
acontecimientos adversos, él lo llamaba sencillamente
“mala suerte”:
enfermedades,
orfandades, entornos familiares tóxicos, fuertes carencias
económicas, etc. Aunque es cierto que no puede achacarse estas
causas digamos “externas” en un cien por cien de los casos, éstas
si que son muy mayoritarias.
Cabe preguntarse también por qué la derecha
no incluye en las paguitas a sus comisionistas, falsos asesores, etc.
El Estado se deja en apoyos económicos unos 6 mil millones de euros
al año, descontando pensiones cotizadas y desempleo. Lo que sí
sería interesante para la izquierda es plantearse un trato de “tú
a tú” con el Estado, es decir, si el Estado ayuda, que el
ciudadano también devuelva esa ayuda en forma de trabajos para la
sociedad. Se llegaría así a la formula de trabajo para todos, que
defiende cierta izquierda como alternativa a la renta básica. Aunque
evidentemente esa devolución de ayudas no puede ser automática,
exige mecanismos complejos y ajustar tiempos vacíos que deben ser
cubiertos por una ayuda básica universal.
Servicios
públicos gratuitos – servicios concertados.
La derecha afirma que la
externalización (privatización), por ejemplo de la gestión de
hospitales públicos, implica un funcionamiento más eficaz, al igual
que los colegios concertados aportan mejor calidad de enseñanza. Lo
único cierto es que los colegios concertados poseen si
acaso unas mejores
instalaciones, aparte de
cobrar
doblemente, del Estado y a las familias, y
que los hospitales de gestión privada cuestan más dinero a las
arcas públicas por existir una intermediación y
un beneficio empresarial.
Si un hospital público funciona mejor que uno de gestión
privatizada, sería bueno preguntarse, ¿con qué recursos se dota
ese hospital público?
Detrás de todo esto existen empresas,
agentes privados y
fondos de inversión que
esperan hacerse cargo de negocios seguros, sin riesgo, a costa de las
arcas públicas. Ese es
un argumento principal para la izquierda.
En
las cuentas públicas de las Comunidades Autónomas hay una gran
mentira: indican lo que dedican a “sanidad” y a “educación”,
y anuncian cada año que gastan más dinero en estas áreas, pero
raramente se consigue saber realmente a que dedican más dinero: al
pago de
sanidad y educación privadas y privadas-concertadas, y
menos o igual a
las públicas.
Racismo
– Negación del racismo. La
izquierda debería tener claro que España no es un Estado
racista, como lo fue
Sudáfrica o lo es Israel. A
nivel social, puede existir más xenofobia (temor o
fobia al extranjero) que
racismo, algo limitado a actitudes dentro de alguna hinchada
futbolera o de
grupos de
extrema derecha. Aunque
racismo y xenofobia son
términos fácilmente
intercambiables, se
ha denunciado con frecuencia que existe “racismo institucional”.
La
izquierda debería tener más cuidado en no utilizar estas palabras
tan gruesas. Es cierto que, por ejemplo, las fuerzas policiales
inciden más en los controles callejeros sobre grupos étnicos, pero
también lo es que personas maltratadas las hay en todos los grupos
sociales.
Decrecimiento
– Crecimiento. El concepto de
decrecimiento queda muy limitado, dentro de la izquierda, al mundo
ecologista, basado en que no hay recursos infinitos en un planeta
finito. Este término es poco escuchado en los grandes medios de
comunicación, por lo que apenas genera debate. La percepción básica
popular es que un decrecimiento en el país nos hará más pobres.
Habría que explicar muy bien que, en realidad, hay sectores que
deberían decrecer (ej: turismo de grandes
cruceros, consumo
farmacéutico, agroindustria, sector financiero, etc) mientras que
otros sectores podrían crecer (atención sanitaria, educación
pública, agroecología, etc). En
todo caso, no es un significante amable de sostener. Hoy
en día “decrecimiento” se identifica fácilmente
con crisis económica. Sería recomendable seguir utilizando
significantes como “estado de bienestar” o “sostenibilidad”,
por muy tópico que este pueda ser.
Ecologismo
– Crecimiento sostenible. Los
significantes son parecidos a los anteriores, solo que más
ampliados. Lo que claramente puede justificar un crecimiento
económico es un aumento apreciable de población, la cual sea
receptora de ese crecimiento, no solo de unos pocos. Lo único que
podría achacarse al ecologismo es, a veces, una compenetración
insuficiente con el mundo rural y algún exceso sobreproteccionista
puntual, mientras que el crecimiento sostenible acaba siendo un
significante vacío utilizado
por grandes intereses
económicos.
Cambio
climático antropogénico - Cambio climático natural. Una
vez aceptado el cambio climático por todo el arco político, la
extrema derecha recoge el escepticismo de algunos científicos
afirmando que éste es de carácter natural, con el argumento de que
somos nosotros los que debemos adaptarnos al clima y no el clima a
nuestros deseos o necesidades. La clave del debate, sin embargo,
sigue siendo la misma ¿es el CO2
(y otros gases) responsables de un efecto invernadero excesivo o no?
El aumento medido del CO2
actual es de 417 pmm, más de un 50% respecto a niveles
preindustriales. Es evidente que esto tiene sus efectos en
el clima (veranos hasta dos
meses más largos), mayores
sequías, etc. Algo que tiene un carácter muy empírico (y, aún
así, se pone en cuestión) por lo que sí es un significante muy
positivo para la izquierda.
Colapsismo
– Progreso tecnológico. En
estos significantes hay que resaltar que el colapsismo es un concepto
que pertenece más a la izquierda alternativa, mientras que la fe en
el progreso tecnológico es compartido por la derecha y la izquierda
moderada. Es evidente que el colapsismo no está presente entre las
mayores preocupaciones de las clases populares. Si algún día llega,
cogerá desprevenida por lo
tanto a la mayor parte de la
población. Los políticos de izquierda harían bien en constatar, al
menos, la posibilidad de que podría llegar a corto-medio plazo, pero
sin llegar al catastrofismo, pues este genera angustia y por lo
tanto rechazo entre la población. El
colapso,
como el decrecimiento,
son desgraciadamente
conceptos difícilmente
asumibles por la mayoría. En
alguna ocasión se ha explicado
desde el mundo científico
que el colapso está llegando poco a poco, que es gradual. En
este caso, el propio significado de la palabra “colapso”
es inadecuado.
Vivienda
pública – Más Construcción. La simple fórmula de construir más pisos para
solventar el problema social de la vivienda ya se experimentó
durante el segundo gobierno Aznar y, no solo no se consiguió bajar
los precios, sino que se generó una burbuja inmobiliaria que acabó
en fuerte crisis económica. Aún así, la derecha sigue propugnando
la receta “más construcción”, confiando en la poca memoria de
la gente.
La vivienda social es la fórmula que defiende
la izquierda, pero existe cierto acuerdo en que ésta debe de ser de
alquiler (aunque sea permanente), no en propiedad. La vivienda es una
gran inversión y la gran deuda de la mayoría de las familias. El
Estado, pues, no debería privilegiar con una propiedad privada a
unas ciudadanos con respecto a otros.
La acción pública contra las viviendas vacías
es urgente, definiendo y explicandolo bien: no segundas residencias,
sí las claramente vacías, a partir de la 3ª vivienda perteneciente
a la misma persona o familia. Hoy día se puede controlar fácilmente,
por ejemplo, por el no consumo de suministros. El aumento de
impuestos a este tipo de viviendas es una medida urgente. La
izquierda no puede defender que no existan viviendas vacías y/o que
se expropien, pero sí publicitar que se las castigue con impuestos
progresivos.
Conclusiones
Resulta difícil, aparte de poco recomendable,
evaluar asertivamente qué significantes tienen mayor eficacia,
columna izquierda o columna derecha, sin una buena encuesta que lo
sustente. Pero sí puede ser cierto que la izquierda tiene que, no
solo mejorar algunos de ellos, sino abrazar algunos significantes que
quedan en la otra parte. En concreto, la izquierda podría
reivindicar y explicar más conceptos como la libertad, la
seguridad, el mérito o las cargas fiscales. Hacerlas suyas, a la vez
que vendría bien descargar, al menos un poco, otros significantes
donde el acento puede ser excesivo: migración, racismo, derechos
LGTBI, patriarcado. El único campo que debería ser fuertemente
revisado es el referente al denominado lenguaje “inclusivo”, por
las razones antes expuestas. La derecha abusa y manipula
significantes identitarios (ser español, disfrutar de los bares,
saber salir adelante con el esfuerzo propio, derecho a la seguridad
frente a la delincuencia), mientras que la izquierda cada vez tiende
a caer más en reproches anti-identitarios: porque tú no eres
migrante, no eres transexual, no eres “no binario”, no eres pobre
(en un país donde un 74% de la población no lo es). Por eso, la
izquierda, sin abandonar la defensa de las minorías, sí debería
poner aún más acento en la defensa de los servicios públicos, la
gestión honesta y eficaz, la actuación contra la corrupción
(propia y ajena) y la reforma de instituciones que abusan de su poder
(sobre todo la Justicia).
En todo caso, siempre habrá que tener en
cuenta que las derrotas electorales de la (o las) izquierdas se deben
más a estrategias sucias como la desinformación, los bulos, los
“lawfares” (acoso judicial). Para la derecha, la mentira en sus
diferentes versiones supone un arma esencial, ya que defender de
forma preferente los intereses de las clases altas, siempre muy
minoritarias, supondría evidentemente derrotas electorales
permanentes.