21 de abril de 2014

PRIMARIAS: ni Podemos ni Queremos (o como equivocarse de nuevo y con facilidad)



Así, cuando llega a este mundo, el individuo encuentra objetos y personas. Algunos eligen lo más fácil: amar los objetos. (...) 
Aquel que ve en todo hombre un enemigo lo convierte, naturalmente, en un enemigo.
Emilio López Medina (La ambición, libro de aforismos. 2013:8,12)

Con la proximidad de las elecciones al Parlamento Europeo del 25 de mayo se han reabierto los viejos debates sobre cómo elaborar las listas electorales, a la vez que han surgido numerosas candidaturas nuevas, frescas, renovadoras, oportunas y/o oportunistas agrupaciones. Al hilo de un panorama político cambiante y una expectativa de voto nuevo, con un creciente rechazo al bipartidismo, especialmente desde el comienzo de la crisis-estafa actual y del surgimiento de los movimientos de indignados de 2011. 

Por primera vez en la historia reciente de España, desde la transición y las primeras elecciones libres de finales de los años setenta, está en juego que la suma de los dos partidos estatales mayoritarios apenas ronde el 50% del electorado. El neoliberal-conservador y el liberal-socialdemócrata, Partido Popular y PSOE, pueden perder su hegemonía aplastante y, de hecho, puede superarse un estatus quo político permanentemente conservador, que ha supuesto durante más de tres décadas que el 80 a 90% de la representación política salida de las urnas sea PP-PSOE, favorecida por una ley electoral hecha a su medida. 
Hay que tener en cuenta la excepcionalidad de las elecciones europeas, en las que la circunscripción electoral no es la provincia si no todo el Estado, con lo cual la consecuencia directa es que la Ley D’Hont apenas influye y el sistema es más justo: son las únicas elecciones que se rigen en España por un sistema prácticamente proporcional puro, donde todos los votos valen igual. Habrá que ver si su resultado y la posible ruptura con el bipartidismo se confirman en las siguientes convocatorias electorales. 
En esta situación nueva y un tanto excepcional han surgido nuevas formaciones y candidaturas. A la izquierda de PSOE tenemos a Izquierda Unida-Izquierda Plural (que se presenta con Iniciativa per Cataluña y coaligada con otras formaciones independientes de Galicia, Canarias, etc.) y las nuevas opciones políticas denominadas: Podemos, Partido X (Falciani) y Red-del juez E. Silva, por citar solo a las más conocidas. Además de la coalición Equo con Compromís (del País Valenciano). Tal vez demasiadas opciones de izquierdas, con propuestas programáticas muy parecidas, en las que los personalismos parecen impedir mayor unión. El debate sobre cómo llegar a acuerdos y conformar las listas, con sus típicos rifi-rafes internos, ha vuelto a la actualidad. Algunos han visto “enemigos” o competidores por todas partes o los han querido tratar como tales. 
Ni comparto la idea de que “la ciudadanía haga las listas” (declaraciones de Podemos y Partido X), ni es asumible decir que “las primarias marginan a las minorías” (declaraciones de Cayo Lara, feb.14, no desmentidas). Dependerá del método utilizado en la realización de las primarias el que se margine o no a las minorías. 
“Podemos” ha pasado en pocos días de ser un movimiento-plataforma ciudadana a registrarse como un partido político más. Podemos se presentaba públicamente como: un movimiento social a favor de darle la voz a la ciudadanía, con el objetivo de unir a la izquierda,... “constituido por diferentes movimientos sociales”, una fuerza para elaborar un programa nuevo, popular... Ha pasado de todo esto a registrarse como un partido político para presentarse a las elecciones europeas. Decir que en poco más de un mes “la ciudadanía haga las listas y el programa”  parece bastante demagógico. Decir que van a ser los ciudadanos los que van a decidirlo todo y directamente en el nuevo partido es desmesurado. Más cuando desde el principio se presenta como una iniciativa de tres o cuatro compañeros bien situados mediáticamente y que sabemos que serán los que figuren en los primeros puestos. No se pueden tener tantas prisas.
Podemos, a partir de estas debilidades y fortalezas (populismo, buena política de comunicación-apoyo de un grupo mediático, organización nueva en construcción que quiere ser autogestionada...) puede constituirse como un nuevo partido con posibilidades electorales, también por contar en su seno con una estructura política estatal, bien organizada, la de un partido político preexistente, Izquierda Anticapitalista, aunque se quiera mantener un tanto oculta.
Cuando veo declaraciones del tipo de que fulanito “está pensando en la posibilidad de aceptar ser cabeza de lista al Parlamento Europeo por la candidatura....” me dan ganas de salir corriendo. Y estas declaraciones son las que hemos visto de Pablo Iglesias (Podemos) y de Couso (para figurar en la lista de IU). Que buenos son que nos van a hacer el favor de “aceptar” ser  eurodiputados. 

Tenemos así dos posturas un tanto extremas:
1ª ¿Qué significa que “la ciudadanía haga las listas”, “hacemos unas primarias abiertas a todos”...?. Para decidir quién encabeza una lista electoral lo lógico es que sean las personas que participan en esa opción política las que decidan. Si yo colaboro con una organización concreta parece lógico y democrático que tenga capacidad directa para decidir quien la dirige, en igualdad de condiciones con todos los que participan en esa opción política. Se puede discutir si solo deben decidir las personas afiliadas o también personas apuntadas, censadas como simpatizante-colaborador/a, adscritas, etc. Pero no parece muy lógico que sobre un tema fundamental, como es quién va a estar en las listas electorales (desde el “cabeza” hasta el último puesto) y por tanto en las instituciones, vayan a decidirlo personas que no tienen nada que ver con esa formación política, desde los que no votan hasta los que son sus enemigos declarados. Si esto es manipulable a nivel nacional (por los medios de comunicación), imaginémonos lo que puede ser a nivel local-regional. Decir que somos tan demócratas que nuestras listas están abiertas a todos y las decide “el pueblo” es pura demagogia. La capacidad y el poder de decisión exigen un mínimo de compromiso. Al menos firmar (físicamente o por firma electrónica) la aceptación de: apoyar/estar con esa formación, formar parte de un censo oficial del partido, aceptar el método y la cesión de datos (con arreglo a la legislación). Aconsejable también que haya que aportar un mínimo económico, aunque sea simbólico, como ha realizado el Psoe valenciano. Votar y decidir mediante un simple sms o un correo @ como han hecho algunos es insuficiente y etéreo. 
2ª. Si no se hacen primarias y la lista electoral la realiza la dirección del partido o coalición (como ha hecho IU) se reproducen los problemas internos. Legalidad y legitimidad no se discuten. La dirección democráticamente elegida en un Congreso o Asamblea congresual está legitimada para decidir las listas, con arreglo a sus Estatutos. Pero los tiempos cambian y, al menos en esto, a mejor. Las nuevas tecnologías facilitan que una votación interna se pueda realizar de manera transparente y rápida. 

Si la ciudadanía en general está alejada de los partidos políticos es, entre otras razones, porque se consideran unas organizaciones cerradas y poco transparentes. Donde domina la disciplina y se da la corrupción o corruptelas, amiguismos internos, etc. Esto es una apreciación injusta sobre muchas organizaciones, pero real (ver encuestas del CIS). 
Si no se realizan primarias los problemas internos se multiplican (y aumenta la imagen de que todos van a pillar puestos) y se resuelven, en última instancia, mediante el pacto entre la cúpula de las diversas familias y corrientes. Para estas elecciones y por citar solo a IU: la organización de Madrid emitió un duro comunicado sobre su marginación en las listas y el partido interno Izquierda Abierta (dirigido por Llamazares) estuvo a punto de acudir a los tribunales a denunciar las decisiones de la dirección federal de IU. Izquierda Unida lleva debatiendo sobre las primarias más de 20 años. Adoptándolas parcialmente en algunos casos y realizándolas a nivel local, mediante asambleas y voto decisorio para las candidaturas municipales. 

los conflictos internos se resuelven solo en dos direcciones: o más democracia o más autoritarismo

La experiencia nos dice que los conflictos internos de las organizaciones se resuelven solo en dos direcciones: o con más democracia (con primarias y con decisiones frecuentes votadas directamente por todas las personas afiliadas o censadas) o con más autoritarismo (más poder para la cúpula y los aparatos internos, más secretismo, pactos de familias...). 
Las primarias, está claro, no van a solucionar todos los conflictos. Ocurre como con su complemento natural, las listas abiertas en las elecciones (o listas no bloqueadas, que la ciudadanía, aquí sí, pueda elegir a quien vota dentro de la lista presentada por cada partido). Como bien indicó en su día Tomás Villasante, tienen el problema de que la “campaña” electoral se multiplica por dos: los candidatos la hacen para que se les vote (para o) dentro de una lista y también hacer campaña oficial por el partido al que se presentan. Otro problema de las primarias, fácil de solventar, es que se debe de elegir un método interno directo y proporcional, que no margine a las minorías. Las diferentes candidaturas internas (en grupo o personalmente) deben tener medios para poder dirigirse a todos sus votantes, acceso a los censos. Y la lista definitiva completa (no solo el cabeza) saldrá del reparto proporcional puro de todos los votos. 
Todos estos peligros o problemáticas son por tanto superables técnicamente y los beneficios son mayores que los perjuicios. Mientras no exista un cambio legislativo que permita las listas abiertas es aún más necesario que existan primarias internas. No se puede demandar más democracia y más participación ciudadana para fuera, para el Estado y las Administraciones Públicas, y reducirla o encorsetarla hacia dentro.    
(Alberich, abril 2014)

 

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