8 de septiembre de 2018

Evidente, no es lo mismo poner lazos que quitarlos

Cualquier persona que haya puesto algún tipo de cartel, pegatina, pancarta o algo en la calle, sabe que no es lo mismo ponerlo que quitarlo. No tiene el mismo mensaje ni la misma fuerza simbólica elaborar y poner algo que arrancarlo o retirarlo. Ni siquiera las repercusiones legales se pueden tipificar de la misma manera.

Cuando se pone algo en el espacio público, primero hay que ver en qué tipo de espacio. Si es en “mobiliario urbano” (un banco, farola, marquesina de bus…) el que lo coloca se arriesga a ser multado según la normativa municipal vigente, especialmente si lo pega o adhiere con algún producto que estropea ese mobiliario o que quitarlo conlleva un tiempo de trabajo de un operario que pagamos todos. Más claro si es, por ejemplo, una pintada, que es punible y está prohibida siempre.
Si algo se coloca en un espacio libre y no estropea nada, la situación es diferente: por ejemplo, colocar carteles en espacios públicos precisamente previstos para este fin (tablones instalados por el Ayuntamiento u otro tipo de soportes para uso libre) o, como es tradición en este país, colocar carteles, avisos o folios publicitarios en tapias, espacios abandonados, paredes de transformadores de electricidad, etc. En todos estos casos no sería sancionable.

Segundo, hay que ver cual es el mensaje que va en ese cartel o publicidad: si es o no ofensivo y para quién. No es lo mismo un cartel anunciando un acto (cultural, social, político, etc.) que uno que incluya insultos, calumnias, llamadas a la violencia, etc.

En la inmensa mayoría de la realidad cotidiana lo que hay son carteles publicitarios de entidades que no se pueden pagar anuncios en medios de comunicación o no quieren. Y también en la inmensa mayoría de los casos no pasa nada. Pero sí pasa si alguien los retira por su cuenta y riesgo.

Comentaba un tertuliano en Radio Nacional: “cualquiera que hemos puesto algún cartel en algún momento, como en las campañas electorales, nos molesta bastante que alguien lo arranque o retire, es evidente…” Le contestaba una tertuliana diciendo “pero eso lo hacíamos cuando no había democracia o en la transición, con la democracia no se hace”. O sea que esta bendita señora puso un cartel en una pared en los años 70, hace cuatro décadas, y no ha vuelto a poner un cartel en la calle en su vida. Y considera ofensivo o al menos incorrecto que alguien lo ponga.

Aquí está parte de la explicación sociológica del escándalo surgido con los lazos amarillos: la mayoría de la población española no ha puesto un cartel social o político en un espacio público en su vida. Ni un cartel ni una pegatina ni nada de nada. Por dios eso es cosa de gente metida en política o perroflautas… La “gente de bien” no hacemos esas cosas.

También sabemos que el carácter ofensivo o no de un mensaje es subjetivo y variable. Por citar un ejemplo: recientemente en el municipio donde vivo se han puesto carteles con un toro ensangrentado junto a un torero y el mensaje “¿Es esta la fiesta que quieres?” solo decía esto, junto al anuncio de una cita, sin más explicaciones y el firmante (Villalba sin sangre). Algo simple y casi neutro, con pregunta socrática. Pues causó “indignación” entre los taurinos y algunos carteles aparecieron rotos o arrancados. Paralelamente en los mismos días decenas de grandes carteles anunciaban las corridas y los festejos taurinos, dentro de las oficiales fiestas patronales. Incluso en sitios prohibidos por la normativa. Pero al parecer estos otros carteles no debían de ofender a nadie.
Por lo tanto, aparentemente para mucha gente es ofensivo que se coloque cualquier mensaje en un espacio público. Pero en la práctica depende de quien lo pone y del mensaje. Del significado o del significante que se le asigne.

A pesar de lo que dijo un dirigente del actual Gobierno (tanto derecho hay a poner lazos como a quitarlos), es evidente que, al romper o retirar un cartel o un lazo, el que está actuando violentamente es el que destroza la obra de otros, no el que lo ha puesto. Se puede considerar que literalmente “se está tomando la justicia por su mano”. Ya que el único que puede retirar algo colocado en el espacio público es el que legalmente tiene encomendada su conservación: el Ayuntamiento, prácticamente en la mayoría de los casos (sobre el vallado, cerramientos, mobiliarios urbanos, muros, playas y caminos públicos, etc.). Y otras instituciones o el dueño de un edificio privado, si es en su fachada o propiedad. El vecino que se siente molesto por lo que han colocado otros, lo único que puede hacer es avisar al Ayto. o poner una denuncia judicial para que se retire. Y si ese vecino vive en un municipio donde la mayoría ha votado, por ejemplo, una Corporación independentista, pues seguramente tendrá que aguantar los lazos amarillos u otras simbologías.

Solo pido un minuto de reflexión, de empatía, de ponerse en el lugar del otro: piense que Usted ha puesto un cartel, un lazo o lo que sea en la calle, para protestar o solicitar algo. Y que a continuación ve que alguien le está arrancando o rompiendo lo que usted a hecho (¿Qué cara que se le pone?).
Eso no quita que, si se utiliza el derecho a la libertad de expresión u otros derechos de forma abusiva, incidiendo en presionar a una parte de la población en cualquier sentido, es normal y lógico que haya protestas. También los molestados pueden colocar otras simbologías o banderas. Pero quitarlos y, peor, hacer publicidad a favor de su retirada, es un acto violento. Como lo han hecho los líderes del partido Ciudadanos (C’s) animando a hacerlo (apología de la violencia) y de desobediencia a la autoridad, que es la única que podría retirar los lazos o cualquier otra instalación.

C’s no lo ha denunciado su instalación a los tribunales, seguramente porque sabe que lo perdería. Después de meses pensándolo… lo ha comunicado a un Defensor del Pueblo, pero han emitido diferentes recomendaciones el de España (Madrid) y el de Barcelona.

Un apunte: recordar que los lazos amarillos no son para reivindicar la independencia, ni solo de “independentistas”. Son para denunciar el encarcelamiento de políticos catalanes, sin juicio ni razón de orden público que lo sustente. Sin razón moral ni política. Algo que considera injusto la mayoría de la población que vive en Catalunya. En el caso de los lazos amarillos no se puede considerar nunca que el “lenguaje” o el mensaje sea ofensivo o insultante.

La mayoría silenciosa en parte se identifica con aquello de que la gente “de bien” no quiere entrar en una guerra de banderas ni de símbolos. Es auto-apolítica pero le molesta la política de denuncia: si no fuera así no le molestarían los lazos amarillos. Realmente no es apolítica: es antipolítica solo contra lo que consideran antiespañol, o es simplemente de derechas.

C’s trabaja para quitarle el voto de la ultraderecha españolista al PP y parece que se le da bien. Lo malo es que provoca, aparte de violencia, que el PP se fascitice aún más y que, dado el españolismo de ambos, el PSOE gire hacia ellos. Como siempre ha ocurrido. El PSOE parece no darse cuenta de que, haga lo que haga, le acusaran de izquierdista y antiespañol. Con una derecha echada al monte de los ultras, el PSOE, para ocupar el centro-centro derecha, se derechizará más.
Pero a esta gente tan molestada no le molestan otras cosas:
Las banderas de media hectárea en la entrada de algunos pueblos o en la plaza de Colón (Madrid) colocadas por el PP y/o C’s parece que no molestan a nadie. Bandera constitucional sí, borbónica también.

El que el espacio público esté tomado por banderas, estandartes y procesiones católicas varias semanas al año, parece que no molesta pero sí: apenas un 14% de la población española se declara católica practicante. Según los diferentes estudios y encuestas alrededor del 70% de la población se considera católica pero, de estos, solo alrededor del 20% va a misa (aunque sea una vez al mes). Es decir que seguramente a más del 85% de los españoles les molesta que no puedan circular libremente esas semanas, y a una importante parte les molestará ver todos los edificios públicos haciendo proselitismo confesional, engalanados por una ideología. Se pueden sentir molestos por procesiones que desfilan por todo el municipio con participación institucional de alcaldes, concejales, policía y fuerzas armadas. Pero no hay manifestaciones ni quejas al defensor del pueblo para que se limiten o reduzcan.

Los lazos amarillos molestan, pero en muchos rastros, rastrillos y mercados municipales se instala algún puesto con banderas franquistas, de la Falange, incluso venden libremente insignias, escudos nazis y retratos de Franco, Mussolini, Hitler, etc. esto ¿molesta? Los Ayuntamientos que lo permiten ¿tienen algo que decir?

Grandes pancartas de “refugies well come”, banderas arcoíris, etc. colocadas en las fachadas de ayuntamientos… a unos les molestan a otros les parecen estupendas y necesarias.
En conclusión. Es comprensible que a mucha gente en Catalunya le moleste tanto lazo amarillo por todos lados y tanta bandera independentista. Tienen la vía de la protesta y la de la denuncia judicial. A otros nos molestan otras cosas. Algunas de las citadas y especialmente que se mantenga en prisión a gente sin juicio, por defender unas ideas.



1 comentario:

  1. Es difícil no estar de acuerdo con el contenido de este artículo. Aunque está implícito en su contenido yo añadiría que somos muchos en toda España, aunque tal vez no seamos mayoría como en Cataluña, los que estamos en contra de mantener en prisión preventiva a los políticos independentistas. Sin duda una de las razones por las que la Diada de 2018 volverá a reunir manifestaciones masivas será esta prisión injustificada.

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