26 de enero de 2017

Desigualdad, clases sociales y sociedad de los tres tercios (1ª parte de tres)

Resumen
Las clases sociales son la expresión de la contradicción socioeconómica en el capitalismo y una de las fracturas sociales que existen en la humanidad. En la fase actual, caracterizada por la financiarización y la especulación en el marco de la globalización neoliberal que comienza en la década de 1970, el incremento de las desigualdades socioeconómicas ha dado lugar a sociedades duales, en las que una parte de la sociedad está integrada mientras otra parte queda fuera, conformando lo que se denomina “sociedad de los excluidos”. Si cruzamos esta dualidad con los datos y características de los cambios sociales de las últimas décadas, acentuados desde el comienzo de la Gran Recesión (2007), concluimos que es una sociedad muy fragmentada en múltiples grupos y clases sociales pero que podemos sintetizar en tres grandes bloques: clase alta-oligarquía, clases medias trabajadoras y precariados más excluidos.

Incluimos a continuación, en tres entradas, extractos del artículo publicado en la Revista Sistema, nº 245, enero 2017. Referencia:
Autores: Tomás Alberich y Teresa Amezcua

1. Introducción
El hilo argumental del artículo es el siguiente. Las personas y los colectivos sociales vivimos en medio de contradicciones y fracturas sociales. Estas han existido siempre en la historia de las civilizaciones pero han variado en intensidad y formas a lo largo de los tiempos. La contradicción que denominamos “socioeconómica” es solo una de las ocho que consideramos principales. En el capitalismo la contradicción socioeconómica se ve expresada por el choque entre diferentes clases sociales. Una clase social se crea cuando se dan una serie de características comunes en un grupo de población que la definen (objetivas y subjetivas).
Las contradicciones también han variado en las diferentes fases del sistema capitalista que principalmente son tres: capitalismo de producción, de consumo y financiero-especulativo. El capitalismo de consumo y el pacto social de la posguerra (después de la 2ª Guerra Mundial) conllevó el desarrollo del Estado de Bienestar y de la economía de servicios. El aumento de los medios disponibles para las clases trabajadoras y la diversificación profesional y productiva propiciaron así el desarrollo de una amplia clase media, con la que paulatinamente se va autoidentificando la mayoría de la población de los países industrializados.
En la tercera fase, desde los años 70-80 del siglo XX, el capitalismo se ha desarrollado paralelamente a la expansión de la globalización neoliberal y la sociedad-red, con gran incremento de los avances tecnológicos y un paralelo aumento de las desigualdades. El incremento de la desigualdad se da en todas las situaciones posibles: posicionamientos económicos, formativo-culturales y de participación social-estatus (y los tres delimitan diferentes tipos de consumos). También se produce un mayor fraccionamiento interno de las clases, aumentando la diversidad de posiciones respecto a la producción y de la diversificación de los grupos profesionales. Este fraccionamiento, junto con el aumento de los recursos disponibles y la mayor importancia dada a otras contradicciones (de género, edad, etnia, cultura), conlleva que cada vez más población deje de identificarse con las clases sociales tradicionales, como “clase obrera” o “clase trabajadora”.

Paralelamente, los cambios en los sistemas de producción mundial, tecnológicos y deslocalizadores, provocan que cada vez más población le “sobre” al sistema, o se sitúe en el borde social, ocupando posiciones marginales o de simple “ejército de reserva” (parados y precarios).
Se ha pasado así sucesivamente de una sociedad de “lucha de clases” (aparente o real) en el entorno de la contradicción principal de burguesía-proletariado (siglo XIX, parte del XX), a una sociedad de clases medias (con poca población marginada del sistema productivo, por arriba y por abajo, s. XX) y, finalmente, a una sociedad dual, de integrados y excluidos (pocos o muchos según los países).
Pero la sociedad no se puede “resumir” en solo dos grandes categorías, los que están dentro y los que están fuera. Los datos sobre desigualdad nos están indicando que estamos en una sociedad de tres tercios: una minoría que acumula cada vez más poder económico-político y de estatus (oligarquía y élites); un segundo bloque de las clases medias trabajadoras, que siguen siendo numerosas pero que han reducido sus recursos y expectativas (desde 2007); y el tercer tercio, marginado, incluye desde el precariado (trabajador empobrecido) hasta el excluido total.

2. Contradicciones, fracturas y desigualdad
En toda sociedad hay personas y grupos con intereses diferentes que fácilmente pueden ser contrapuestos y entrar en confrontación. Los movimientos sociales y políticos nacen como respuesta a las contradicciones sociales, como reacción a los choques entre fuerzas que tienen intereses antagónicos, o con el fin de conseguir la satisfacción de unos intereses o demandas que son solo los de una parte de la sociedad. Pero ¿qué es lo que ha ocurrido en el análisis social? Siempre ha habido contradicciones y conflictos sociales, y pensadores que analizaban cuál era la contradicción principal en cada momento y situación, tratando de explicar los conflictos sociales a partir de esa fractura o fracturas determinantes (económica, sexual, ecológica...).
Según Karl Marx, la contradicción principal y determinante en la sociedad humana es la económica, la derivada de grupos y clases sociales que luchan por sus propios intereses económicos, con arreglo a la posición que ocupan cada uno en el sistema y en relación con la propiedad de los medios de producción. Por su parte, Sigmund Freud planteaba que todo se podía explicar desde la sexualidad, estudiando la evolución de las contradicciones de cada persona desde el punto de vista sexual y de género, observando que los conflictos colectivos también pueden derivar de pulsiones sexuales reprimidas desde la infancia, por ejemplo por el complejo de Edipo.
Por su parte, Johan Galtung1 nos habla de siete fracturas o contradicciones sociales: 1) La contradicción con la naturaleza, 2) la de género, 3) por la edad, 4) contradicción racial y por el color de la piel, 5) el gran bloque de las contradicciones socioeconómicas, 6) las contradicciones culturales (incluye la religión), y 7) las espaciales-territoriales y las espacio-nacionales que, sumadas a las anteriores, tantas guerras han provocado. La contradicción política no figura aparte porque está en todas. A éstas habría que añadir, desde nuestro punto de vista, una octava contradicción “vital”, entre la vida y la muerte o entre la enfermedad y la salud o, desde la apreciación cultural de lo que se considera “normal” y lo que se considera “diferente” funcionalmente, relativa a la discapacidad o diversidad funcional. Así podemos hablar de un total de ocho fracturas, contradicciones que están presentes en las sociedades humanas y nos explicarían, en última instancia, el porqué del surgimiento de los diferentes movimientos sociales y políticos.
David Harvey2, geógrafo y teórico social británico, considera que la sociedad capitalista desarrollada conlleva en sí misma hasta diecisiete contradicciones de imposible o muy difícil solución dentro del sistema. Es decir que su superación pone en cuestión la esencia misma del capitalismo y daría lugar a otro tipo de sociedad (que no describe). Las contradicciones están íntimamente interrelacionadas entre sí, dependen unas de otras.
Siguiendo a Galtung y otros autores, la diferencia fundamental con Harvey es que consideramos que las contradicciones en nuestra sociedad no tienen sólo una base o raíz económica. Y tampoco algunas de ellas tienen una causa determinada por el sistema capitalista. Para ello debemos analizar la lógica de cada contradicción, su interdependencia y su existencia o no en otras sociedades. Por poner un ejemplo, el patriarcado, como el machismo actual, existe tanto en familias burguesas como en las clases trabajadoras, y ha existido en prácticamente en todos los diversos sistemas socioeconómicos de los últimos siglos. Igual nos ocurre si analizamos la contradicción por la edad (respecto a los derechos de la infancia o de los ancianos). Al afirmar que las contradicciones son cada una independiente en su raíz, no significa que en la práctica concreta no estén entremezcladas e inter-influenciadas. Siguiendo con el ejemplo, la violencia machista se vivirá de manera diferente según la situación económica de cada familia y de cada comunidad, como la ecológica, la cultural, etc. Pero no es la desigualdad económica la causa ni la que “determina” a las demás. La economía influirá en la contradicción pero no es lo determinante para que aparezca.
Consideramos por tanto que el concepto de contradicción es más amplio y holístico que el de desigualdad, aunque haya casos en que signifiquen prácticamente lo mismo. Por ejemplo, en el caso de las relaciones entre la humanidad y la naturaleza, parece más apropiado hablar de contradicciones o fracturas entre ambos que de “desigualdad” en sus relaciones.
José Félix Tezanos3 nos indica la situación en el siglo actual, señalando con respecto a las identidades que los españoles se identifican en primer lugar con las personas de la misma generación, en segundo término con quienes comparten gustos, lazos socioculturales y aficiones y, en tercer lugar, con las personas del mismo sexo. De ahí que las identificaciones de clase hayan pasado de estar entre 24 a 17% en la década de los ochenta a un 8,5 a 7% en 2011. Son otros factores, otras fracturas, las que crean esa sensación de identidad, que Tezanos identifica según un patrón que denomina de la tres “g”: la generación, el gusto y el género (derivadas de las contradicciones de edad, cultura y género), junto con el aumento de la identidad local (municipio).

3. El concepto de clase social
En la construcción de una clase social es suficiente con tener en cuenta tres aspectos: “los principales elementos que tiende a configurar una clase pueden agruparse en tres grandes bloques: uno de carácter objetivo, otro referido al plano de la subjetividad recíproca y un tercero concerniente a la esfera de la acción social”4. El 1º hace referencia a la situación económica en el mercado, el 2º implica las interpretaciones y valoraciones, definidas como “ellos–nosotros” y el 3º se relaciona con la solidaridad y la acción colectiva de clase.
Otra de las características a tener en cuenta es que a una clase social se pertenece de por sí, aunque no se quiera. Hay entidades a las que uno pertenece obligatoriamente desde el nacimiento, como son la familia-hogar y el Estado. Otras son de (relativa) libre adscripción o pertenencia, como las asociaciones, las organizaciones sociales o las empresas en el sistema de mercado. En la clase social se es miembro si se cumplen las características citadas anteriormente. Otra cosa es que en el capitalismo a lo largo de la vida una minoría pueda cambiar de clase, como también ocurre (ocasionalmente) con la pertenencia a un Estado. No ocurría así con otras formas históricas de pertenencia socioeconómica, como eran las castas o los estamentos medievales.

Para entenderlo mejor, a las clases sociales hay que aplicarles precisamente lo que fue uno de los conceptos más importantes popularizados por Marx5: “No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”. El ser material, las condiciones de trabajo y de vida, serán lo que principalmente determinará nuestra conciencia y, por tanto, la subjetividad (individual y colectiva) y, después, influirá para la acción social. Pero no todas las personas sometidas a una misma situación socioeconómica objetiva desarrollan las mismas características subjetivas, ni todas ellas dan el paso a las acciones de solidaridad de clase. Veamos ahora cuáles son los principales cambios en el sistema capitalista para así poder enfocar mejor el análisis de clase de las sociedades contemporáneas.

4. Cambios en el sistema económico y aumento de la desigualdad
Las contradicciones han variado en las diferentes fases del sistema capitalista, conformando una sucesión que consideramos que son principalmente tres: capitalismo de producción, de consumo y financiero-especulativo.
El capitalismo, como tal sistema de relaciones (sociales y económicas), evoluciona constantemente. A finales del siglo XIX la producción se socializa, se establece como un conjunto de interacciones entre diferentes agentes. Siguiendo a Duménil y Lévy6, la socialización de la producción tiene tres características: 1) Cada vez requiere utilizar más medios, tanto en capital como en trabajadores, creándose macroempresas con complejos sistemas de organización. 2) Las redes empresariales se amplían, estableciéndose conexiones tanto dentro de la empresa como con otras empresas, entre territorios y países. 3) La interdependencia empresarial se convierte en el sistema de articulación principal de la propiedad de las instituciones privadas, surgiendo grandes corporaciones en las que unas empresas poseen a otras. Duménil y Lévy explican que dentro del sistema capitalista se produce una nueva contradicción, por la que el capital ya no es una propiedad privada de uno o varios individuos, sino compartida por un gran grupo de ellos y gerenciada por otros muchos. Es la contradicción de contradicciones, que resume las fisuras que en el mismo aparecen: “El proceso de socialización entra, así, en contradicción creciente con la propiedad privada de los medios de producción”7.
Los partidarios del capitalismo más liberal eran mayoritarios en las políticas públicas europeas y norteamericanas hasta que estalló la Gran Depresión, crisis económica de los años 1929-30 en Estados Unidos y que posteriormente se extendió a Europa. La producción en cadena y el taylorismo habían permitido un gran aumento de la producción de bienes de consumo, pero la demanda no tenía capacidad de absorber tanta oferta. No había consumo suficiente de lo producido, a causa principalmente de los bajos salarios de la clase trabajadora y la escasa seguridad social. Esta falta de consumo y la especulación artificial de las acciones en bolsa produjo la primera gran crisis del capitalismo internacional que provocó el cierre de miles de empresas y millones de parados. La Gran Depresión ha sido considerada la crisis más importante de la historia, hasta que comienza, también en Estados Unidos, la nueva crisis de 2007, la Gran Recesión.
El capitalismo de producción había mostrado sus insuficiencias, su techo de crecimiento dentro de una economía política liberal. La solución a la crisis de los años 30 viene de las propuestas partidarias del intervencionismo. El sistema económico y de organización social requería que el Estado asegurara a toda la población una protección social mínima (educación, sanidad, vivienda) y la creación de seguros y pensiones (públicas y privadas) para que los trabajadores pudieran dedicar los salarios principalmente al consumo directo. En definitiva, fue el paso paulatino del capitalismo de producción al de consumo y el comienzo del Estado de Bienestar (Welfare State), con un nuevo pacto social (New Deal), entre las clases trabajadoras y la burguesía, que se concreta en subidas de impuestos, más derechos a los trabajadores y fuertes inversiones públicas para salir de la crisis.
El capitalismo de consumo y el pacto social entre trabajadores y empresarios toma un nuevo impulso en la segunda posguerra mundial, que conllevó el mayor desarrollo del Estado de Bienestar y también una forma preventiva de diluir las aspiraciones revolucionarias de una parte de la clase obrera. El aumento de los medios disponibles para las clases trabajadoras y la diversificación profesional y productiva propiciaron el desarrollo de una economía de servicios que propició el crecimiento de la clase media, en cuya categoría social se autoidentifica cada vez más población.
Cada fase del capitalismo asume e incluye a la anterior. La economía productiva sigue siendo la base del capitalismo pero es el consumo el que toma el relevo para que pueda seguir creciendo. Sin consumo no hay producción que valga. El predominante capitalismo de consumo se sustentó en una triple base: endeudamiento fácil (acceso generalizado al crédito que propicia la deuda permanente de empresas y familias), el marketing (que asegura la constante creación de nuevas necesidades sociales que debemos satisfacer mediante la compra de bienes y servicios) y la obsolescencia programada de los productos.
El capitalismo de consumo produjo un inevitable crecimiento del capitalismo de servicios y, para que este se pudiera desarrollar, se incrementó el capitalismo financiero que cobró vida propia convirtiéndose en el predominante.
Saskia Sassen8 ha explicado cómo la financiarización de la economía facilitó su crecimiento y permitió su expansión. Pero el exceso de endeudamiento mediante la financiarización constante y autoalimentada nos llevó a una economía especulativa e inestable.
¿Cómo y cuándo se produjo el cambio al capitalismo especulativo y el declinar del Estado de Bienestar, con la predominancia de la globalización neoliberal? Sabemos que estos cambios sistémicos, como los anteriores, son procesos que no se pueden concretar en una sola fecha, pero sí hay consenso entre los analistas para señalar que se producen explícitamente a partir de la época del tándem Thatcher-Reagan. La revolución de los muy ricos (como la bautizó Galbraith) había empezado antes, pero es en los años setenta cuando se visualiza y en los ochenta cuando triunfa internacionalmente. De hecho Therborn ha calculado que fue precisamente 1980 el año de la máxima expansión del Estado de Bienestar y la fecha concreta del cambio de ciclo. Como afirman Duménil y Lévy, si el New Deal se trataba de un compromiso entre los cuadros y las clases populares, en el neoliberalismo este compromiso o pacto se establece entre los cuadros y la clase capitalista.
Con la crisis actual estos procesos se aceleran y profundizan. Si una de las imágenes que ha quedado para la historia de la Gran Depresión fue el suicidio de algunos especuladores, empresarios hiperendeudados, que se tiraban desde los rascacielos de Nueva York, seguramente una de las imágenes que quede de la Gran Recesión en nuestro país sea la de trabajadores en paro hipotecados y desahuciados, suicidados cuando lo han perdido todo y el Estado se ha olvidado de ellos. El capitalismo había aprendido a protegerse y seguía ganando partidas.

Notas

1 Johan Galtung, “Desafíos y horizontes de los movimientos sociales en el umbral del siglo XXI”, Cuadernos de la Red, nº 2. Red CIMS, Madrid, 1994, págs. 39-40.
2 David Harvey, Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Editorial Iaen, 1ª ed. Quito, 2014, pág. 17.
3 José Félix Tezanos “Tendencias en desigualdad y desvertebración social y sus efectos políticos y económicos” en José Félix Tezanos (ed.), Los nuevos problemas sociales. Duodécimo Foro sobre Tendencias Sociales. Editorial Sistema, Madrid, 2012, pág. 247 y 249, a partir de los datos de: GETS, Encuestas sobre Tendencias Sociales, varios años.
4 Tezanos, ob. cit., pág. 96.
5 Karl Marx, Contribución a la Critica de la Economía Política (Prólogo) (9ª Ed.). Siglo XXI de Editores S.A. Madrid, 2008, pág. 5.
6 Gérard Duménil y Dominique Lévy, La gran bifurcación. Acabar con el neoliberalismo, Fuhem Ecosocial/Catarata, Madrid, 2014.
7 Ob. cit., pág. 23.
8 Saskia Sassen, “Más allá de la desigualdad: las expulsiones”. Acto de Investidura de la profesora Saskia Sassen, 24 abril 2014, Universidad de Murcia, 2014, pág. 64.

2 comentarios:

  1. Hola Tomás:

    El artículo es fantástico. Muy bueno
    Das una clave muy importante en un dato que yo desconocía, pero que de alguna forma imaginaba. Hablas de un estudio según el cual “las identificaciones de clase hayan pasado de estar entre 24 a 17% en la década de los ochenta a un 8,5 a 7% en 2011”. Es decir, una cosa es hablar de clases en un sentido teórico, pro ejemplo cuando te refieres a esos tres granes bloques: clase alta-oligarquía, clases medias trabajadoras y precariados más excluidos y otra muy distinta la conciencia de clase.
    Efectivamente: la clase social no tiene por qué condicionar necesariamente una ideología. Gente de clase alta puede ser de izquierdas y (lo que es realmente grave) clase “trabajadoras” o precariados pueden ser de derechas.
    En cuanto a las fases del capitalismo, permíteme una pequeña aportación: no sería tanto: capitalismo de producción, de consumo y financiero-especulativo, sino
    Capitalismo comercial (desde le renacimiento), industrial (de producción y de consumo), y financiero especulativo.

    Por último, el concepto que citas de Marx “No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”. El ser material, las condiciones de trabajo y de vida, serán lo que principalmente determinará nuestra conciencia y, por tanto, la subjetividad (individual y colectiva) y, después, influirá para la acción social, no funciona en nuestra época. Nuestra conciencia está muy mediatizada por los medios (valga la redundancia) de comunicación. Esto es, mucha gente no tiene conciencia de lo que es, sino de lo que pretende ser o le gustaría ser. Y al contrario, alguna gente supera su propio ser material por una conciencia sobre la terrible situación del mundo ¿Te suena esto?

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    1. Muchas gracias Alvaro por tus aportaciones y matices, los tendremos muy en cuenta en posteriores versiones del artículo.

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